Primer amor

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Tras una semana intensa de trabajo para las dos, en la que apenas habíamos tenido tiempo la una para la otra, tuve la ocurrencia de proponer a Lena el plan de ir al cine juntas. Sorprendentemente, en todo el tiempo que llevábamos saliendo, aún no habíamos tenido una cita de ese tipo. No sabría decir por qué motivo pensé que acabaríamos viendo una comedia romántica o alguna película taquillera, probablemente porque esa era la opción que yo habría elegido. Ni en un millón de años habría podido adivinar cuando propuse el plan que acabaríamos viendo un film intimista, independiente y de autor a petición de Lena, que para más inri era en versión original con subtítulos.

Largos planos secuencia sin apenas acción transcurriendo en ellos, únicamente con diálogos encadenados uno tras otro, sin apenas respiro. A tal velocidad que incluso yo, acostumbrada como estaba a leer al vuelo, era incapaz de seguir los rótulos.

Traté de meterme en la película a pesar de todos los inconvenientes, pero pasada una media hora admití mi derrota y centré mi atención a noventa grados de la pantalla, concretamente en Lena. Ella parecía completamente enfrascada en la historia, tenía su cara de concentración, incluso fruncía su ceño. Me pareció de lo más adorable.

Deslicé la mano por el reposabrazos, era el único obstáculo que nos separaba y acaricié su mano con suavidad. Sus dedos se entrelazaron con los míos, pero su atención siguió fija en la gran pantalla. Realicé pequeños círculos con mi pulgar sobre el dorso de su mano. Su piel era suave y tersa, tenía algo de hipnótico cada vez que la acariciaba, un leve cosquilleo se filtraba por la yema de mis dedos y yo cada día que pasaba era más adicta a la sensación.

A medida que fue avanzando la película, mi interés por la trama decaía en favor de explorar más centímetros de piel de Lena. Ella seguía atenta a lo que sucedía en escena, dejándose mimar y acariciando distraídamente mi mano. Coloqué su mano sobre la mía y con la otra tanteé a palpo la sensible piel que cubría la zona de su pulso. Apenas realicé unos leves roces y sentí como se erizaba toda la dermis de Lena. Bastó algo tan simple para capturar toda su atención, cuando alcé la vista, mis ojos se cruzaron con los de ella.

- Eso es... nuevo.- Susurró con un tono ronco que yo conocía ya muy bien. En mis labios afloró mi sonrisa más inocente. - Podemos irnos si te aburre la película.- Alzó sus cejas de forma insinuante.

- A ti te está gustando.- Seguí acariciando con delicadeza allí dónde había conseguido hacerla reaccionar. Me incliné hacia ella y le susurré al oído. - y yo he encontrado entretenimiento... Lo demás puede esperar hasta que lleguemos a casa.- Escondí el rostro en su cuello y lamí traviesa la línea que trazaba su yugular.

Lena soltó un jadeo. Si seguía jugando tan fuerte mi baza, ella no aguantaría hasta llegar a casa. Me aparté y volví a sentarme erguida en mi asiento, acariciando con suavidad la piel expuesta de sus manos y antebrazos como si tal cosa, como si no hubiera obrado de forma pícara con ella segundos atrás. De improviso, ella me tomó del mentón y dirigió mis labios contra los suyos. El beso que me plantó fue tan intenso que consiguió humedecerme. La expresión en mi rostro bobalicona debió de darle una pista de lo que había conseguido.

- Ahora estamos igualadas...- Estaba a pocos centímetros de distancia. Yo aún estaba boquiabierta, asimilando lo que acababa de suceder. Confundida con la rapidez en el cambio de tornas, su susurro entró cálido por mi garganta. - Ya veremos si llegamos a casa.- Sonrió ladina y después volvió su mirada hacia la pantalla del cine, inmune a mis encantos en apariencia. Más interesada en lo que sucedía frente a nosotras que en lo que podría suceder si ella pasara por completo del film.

Tardé un par de escenas en volver a recuperar la cordura. El corazón se había acelerado en previsión de una actividad física que no llegó. Suspiré y seguí con las caricias inocentes del principio.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora