Esas dos sencillas palabras

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Cada noche de los sucesivos días, Lena vino a pasarla conmigo. Cenábamos juntas, charlábamos y al llegar la hora de irse a la cama, ella había ido sacando de su arsenal el armamento más pesado. Lo que en otras palabras se traducía en lencería cada vez más escasa, cuyo único propósito era derribar todos mis muros y doblegar mi fuerza de voluntad. No había que ser un genio para descubrir que se estaba esforzando por llevarme al huerto.
Yo también me había dado cuenta que había un punto de bloqueo que era incapaz de sortear sin ayuda del alcohol, uno que me mantenía de forma irremediable alejada de ella, distante. Seguía escatimando en muestras de afecto hacia ella, hasta tal punto que yo misma me estaba empezando a preocupar.
Lena parecía haberse fijado el firme propósito de desbloquear ese inconveniente más pronto que tarde, a juzgar por el modelito que traía cada noche. Los motivos de su insistencia no los tenía tan claros. Sobre mí se cernía la duda después de haberla escuchado hablar de su autoestima y de cómo la había ido buscando hasta entonces. No pude dejarme de preguntar si aquel repertorio de encajes y transparencias tenía mucho que ver con sus viejas costumbres.
Tras observarla durante cinco largos y seductores minutos, contoneándose de un lado a otro de la habitación mientras decidía qué endosar al día siguiente, mi parte más animal empezaba a ganarle la batalla a mi determinación y mi fuerza de voluntad. Lo sabía porque ambas estaban prendidas de un puño, concretamente del que tenía cerrado con fuerza alrededor de las sábanas, convirtiéndolas en un gurruño. Era mi último recurso de contención, eso y preguntar.

- Cielo, no me estoy quejando, que conste. Pero esta semana he visto pasar ante mis ojos el avance de temporada de Victoria Secret... - Lena se acercó con una sonrisa divertida en los labios, dejando aparcado lo que fuera que le había estado entreteniendo en la estancia. Mantuve mis ojos fijos en los de ella, porque el conjunto que llevaba aquella noche era el más picante de todos y yo no quería sucumbir a la tentación.

- ¿Y?- Había una pincelada de sensualidad en su pregunta.

Respiré hondo y apreté con más fuerza aquellas sábanas que me cubrían, tanto fue así que los nudillos se me tornaron blancos por la falta de riego sanguíneo. - ¿Esta ostentación tiene que ver con tu autoestima, y con el hecho de que yo...?

Su semblante se desencajó. Pillada in fraganti. Se dejó caer sobre el lecho sin fuerzas y se quedó sentada frente a mí.- ¿Ya no me deseas?¿Es eso?

-Claro que sí, a duras penas aguanto sin saltarte encima.

- ¿Por qué te aguantas? Somos una pareja, ya hemos tenido sexo antes. No es como si fuera la primera vez.

- En cierto modo lo es.

Ella sacudió su cabeza en una negativa. - No lo entiendo.- Chascó la lengua y cerró los ojos. - Ya no me miras como lo hacías antes y solo cuando me pongo esto...- Se señaló la escasa ropa interior que llevaba puesta. - consigo ver un destello de aquella mirada tuya.

Me senté en la cama y me puse a su altura. - No tiene que ver contigo, sino conmigo. Y sé que suena a una disculpa muy manida, pero es la verdad.- Solté las sábanas y extendí las manos en su dirección, ella no tardó en aferrarlas. - Te mereces todo, cariño: el cielo, la luna y todas las estrellas. Y yo ahora mismo, en estas condiciones,...- Me encogí de hombros. - siento que solo podría llegar a darte la oscuridad del firmamento.- Apreté con determinación sus manos. - No soy de quedarme a medias tintas, ya sabes que conmigo es o todo o nada. Quiero hacerte el amor, con todo lo que tengo porque no te mereces nada menos que eso.- La miré fijamente a los ojos. - Sigues siendo la chica de mis sueños, el primer pensamiento cada mañana y el último antes de dormir. Lo has sido desde el día en que te conocí, incluso durante los meses que no estuvimos juntas. Eso tenlo por seguro, no dudes nunca de ello.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora