El más grande

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Mi tan temida entrevista no llegó a producirse, el arquitecto la canceló a última hora alegando motivos personales. No me dio tiempo de disfrutar del alivio que sentí con la noticia. Snapper, a pesar de mi buen trabajo los días anteriores, decidió no darme tregua todavía y creyó oportuno seguir exprimiendo mi talento un poco más. Mi serie de artículos tuvo que quedarse a un lado temporalmente para volver a cubrir la agenda habitual.

Lena, en contraposición a mi volumen de trabajo, parecía llevar un ritmo más liviano. Se invirtieron las tornas entre las dos, yo estaba metiendo horas en la redacción y ella venía cada noche a casa con una cena distinta. Nos instalamos en una agradable rutina compuesta por la cena, la charla, la buena compañía y el calor de su cuerpo cada noche. La tentación que suponían sus curvas iba en aumento y yo cada vez tenía menos argumentos para la resistencia. Su presencia empezaba a resultarme irresistible hasta el punto de no poder contenerme. De hecho, estaba convencida de que si no hubiera llegado del trabajo tan agotada, a buen seguro habría sucumbido y la habría tomado todas y cada una de esas noches.

Me desperté con la luz de los primeros rayos de sol entrando por mi ventana. Rodé por el lecho y me quedé admirando la belleza que tenía enfrente. Me coloqué de costado y metí un brazo bajo la almohada. Contemplé las facciones relajadas de Lena como si estuviera admirando una de las siete maravillas. Ella dormía tranquilamente y ninguna de las noches pasadas había sufrido pesadillas. Esto último lo tomé como una pequeña victoria. Pasé mi mano por su hombro y ella se dejó deslizar dócil por el colchón hasta dar contra mi cuerpo, la rodeé con el brazo que tenía libre y besé su sien. Ella se revolvió apenas entre mis brazos, pidiendo nuevas muestras de cariño.

- Da gusto despertarse así...- Carraspeó tratando de aclarar su voz. Noté su mano tanteando mi cadera y atrayéndome hacia ella.

- Totalmente de acuerdo.- Posé otro beso en su frente y exhalé un suspiro. - Buenos días, corazón.- Acaricié su espalda, de lado a lado y después me entretuve con su cuello y nuca.

- Umnn...- Ronroneó con mis atenciones. Echó la cabeza hacia delante para facilitarme el acceso a más centímetros de su piel sensible. No necesitaba pedirlo con palabras, sabía que yo se lo daría igualmente. - Buenos días...

Me entretuve lo que quise con las caricias, no había prisa por irse a ningún lado y Lena disfrutaba con todas y cada una de ellas. Después de un rato de permanecer en silencio intercalando besos y arrumacos, me decidí a romper el silencio. - ¿Qué harías un sábado cualquiera si no me hubieses conocido?

- Umnn... probablemente buscarte...para tener más de esto.- Sonreí con ternura, pero no me dejé engatusar por su rápida respuesta.

- Por muy aduladora que resulte esa afirmación tuya, no responde a mi pregunta.- Detuve mi mano sobre la espalda de Lena, quería conocer la rutina que ella llevaba antes de que hubiera un nosotras. - ¿Qué hiciste hace cuatro sábados?- Ladeé mi cabeza hasta tener una visual con su rostro que seguía acurrucado contra mi pecho.

Exhaló un largo suspiro que tuve la impresión de que era de resignación. - ¿De verdad quieres saberlo?- Alzó su cabeza y cruzamos las miradas, asentí con la mía como única respuesta y ella apretó los labios. - Hace cuatro sábados...- Se mordió el labio inferior y vi aflorar la duda en su semblante. Por un instante, retiró su mirada, incapaz de enfrentar mis ojos. - ... a estas horas...me escabullía a hurtadillas del apartamento de alguien cuyo nombre no recuerdo.

Contuve la respiración unos segundos; ciertas revelaciones de Lena aún me sorprendían porque la imagen que yo tenía de ella no se asemejaba en nada con esa otra mujer de la que ella me hablaba. Para mí eran dos seres independientes y diferentes que no casaban bien entre sí. Como si se tratara de dos caras de una misma moneda, el día y la noche, en lugar de la mujer que tenía entre mis brazos. Me quedé mirando fijamente un punto cualquiera de la pared y distraída seguí las caricias donde las había dejado.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora