Una burbuja propia

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Mi cuerpo comenzó a desperezarse lentamente a causa del sonido del tráfico que procedía del exterior. Adoraba cuando mi cumpleaños caía entre semana: la ciudad seguía su ritmo y yo permanecía ajena a todo aquel ajetreo como si nada fuera conmigo; seguía en una burbuja propia sin despertador, sin carrera para tomar el autobús, sin el estrés de cada mañana. Era un día festivo sólo para mí y aquella simple deferencia me hacía sentir especial. 

Respiré profundamente y me estiré sobre el colchón preguntándome qué hora sería, cuánto había conseguido remolonear ese martes. El brazo de Lena cruzaba mi pecho. Espera, ¿he madrugado sin motivo? Ella debería estar trabajando, ¿no? Miré la hora en mi reloj despertador: las nueve cuarenta y cinco. Lena tendría que haber salido de casa dos horas antes y sin embargo, se había quedado dormida. 

Acaricié su mejilla con suavidad. - Cariño, despierta.- Deslicé mis dedos entre sus cabellos. - Es tarde, deberías estar ya en la oficina.- Susurré con mi voz ronca de recién despertada.

- Cinco minutitos más...- Murmuró apretándose con fuerza contra mi pecho.

- En nada serán las diez...- Insistí acariciando con la misma ternura su sien.

- Me da igual... estoy muy a gusto aquí.- Frotó su pómulo contra mi camiseta. - Umnnn...- Inspiró y exhaló todo el contenido de sus pulmones.

- Puedo llamar a tu oficina e inventarme una excusa... como que has pinchado una rueda o algo del estilo, pero si quieres llegar a una hora prudente tienes que empezar a arreglarte.

- Soy la jefa, puedo llegar cuando quiera.- A pesar de estar somnolienta su tono fue imperativo y sin opción de réplica.

- Vale...- Respondí algo insegura sin dejar de acariciar sus cabellos.

Lena se revolvió con suavidad y escondió su rostro contra mi cuello, dejando tiernos besos en aquella parte de mi piel tan sensible. - Feliz cumpleaños, mi amor.- Susurró melosa. - No pensarías que iba a dejarte pasarlo sola, ¿verdad?- Su mano se adentró bajo mi camiseta y acarició mi vientre, automáticamente todo mi vello se erizó. - No después de decirme que yo era el mejor regalo...

Enseguida se las apañó para colocarse encima. Con sus besos y sus caricias no tardó en arrancarme el primer jadeo.

- Lo eres...- Suspiré dejando que ella siguiera con sus atenciones mientras mis manos exploraban sus curvas. - ...todo lo que siempre quise y mucho más.

Ella sonrió pícara antes de besarme largo y lento. - Este va a ser tu primer regalo del día.

Sonreí embobada tras su beso; de esos podía pasarse el día entero dandómelos y yo sería la mujer más feliz del mundo. Lena desapareció de mi vista bajo las sábanas y sus manos ágiles me desnudaron con rapidez. Enseguida comprendí cuál sería mi primer regalo, me había precipitado al creer que se había tratado del beso apasionado. 

- Oh... ummm.- Mi mente se quedó en blanco en cuanto su lengua traviesa descendió por mi vientre e hizo de las suyas entre mis piernas. - Me eeeeencanta mi... mi regalo.- Tartamudeé.

Aferré las sábanas con fuerza entre mis manos y disfruté del viaje. Lamió y succionó con un brío y una maestría que en poco tiempo no pude controlar mis caderas. Era esclava de mis bajos instintos, acababa de despertar y tan solo quería alcanzar el orgasmo para poder dárselo después a ella. Despojarla de su minúsculo pijama, desenvolviendo mi regalo y jugar con ella hasta bien entrado el día. ¡Dios, es el mejor regalo de cumpleaños! Imaginarme qué iba a hacerle a continuación me llevó al clímax y una sacudida de estertores se apoderó de mí. Fue tan intenso que durante un rato mi cerebro dejó de procesar todo cuando acontecía a mi alrededor. Respiré con fatiga y mordí la almohada al volver en sí. Lena seguía lamiendo mi sexo sin descanso.

VirahaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora