Sucedió demasiado rápido, tanto que no recordaba haber escuchado la alarma sonar.
La luz que producía la vela en el interior de una de las farolas se agitó cuando la espalda de Percy chocó directamente contra el frío metal, sujetando su espada en posición horizontal tratando de que la mandíbula del monstruo no se cerrase sobre su cabeza.Había sido rápido sacando su espada en el momento que su cuerpo fue arrastrado por una sombra negra difícilmente perceptible en la oscuridad de la noche. No supo por qué llevó su mano al cinturón donde guardaba la espada y no al otro lado donde tenía una pistola, pero gracias a eso, aún estaba vivo; solo podría haber efectuado un disparo a tal velocidad, quizás dos, pero no lo suficiente como para matarlo.
Jamás podría olvidar el aspecto de un monstruo, era algo que desde el primer día guardaría para siempre en su mente aunque pasasen años, pero se había acostumbrado tanto este último mes a personificar a Empíreo como su único enemigo, a sus soldados y oficiales, que había olvidado realmente la gran amenaza que eran los monstruos.
Ciertamente se habían confiado, desde que adquirió como costumbre empaparse de la sangre negra y caliente de una buena cantidad de monstruos, les perdió algo de respeto y miedo, más cuando la excelente seguridad y posición alejada del Séptimo Círculo hacía que fuese casi imposible cruzarse con ellos en un día normal.
Pero ahí estaban.
Notaba gotas discurrir por su cuello, podía ser su propio sudor por el esfuerzo o las babas que soltaba la boca semiabierta del monstruo que seguía haciendo presión para cernirse sobre él, el caso es que se encontraba totalmente inmovilizado. El metal de la farola presionaba cada vez más su espalda, cortándole cualquier posibilidad de movimiento. Tenía fuerza, estaba orgulloso de la condición física que había adquirido, pero jamás ería suficiente para ofrecerle un pulso a un monstruo que encima le había tomado de sorpresa. Aún sintiendo sus brazos temblar, miró de reojo a su alrededor, tratando de localizar a cualquier compañero para pedir ayuda.
Deseó no haberlo hecho.
Desde que les atacaron a bordo de los jeeps no había visto tantos monstruos juntos, pero lo peor era ver cómo cada vez aparecían más de entre la oscuridad de los árboles, saltando a la planada como si surgiesen de la tierra, llevándose por delante a cada soldado que veían sin hacer distinciones.
La sangre caliente comenzó a caerle en el cuello y su cara. Los dientes amarillentos del monstruo estaban cada vez más cerca de su cara. No sabía qué cedería primero, si la hoja de su espada haciéndose añicos entre los afilados dientes o sus propios brazos que cada vez se doblaban más achicando las distancias.
-No puedo creer que vaya a morir sin haberte dado algo de pelea – lamentó Percy apretando la mandíbula por el esfuerzo.
El monstruo creó un aullido inesperado en el momento en que Annabeth se deslizó por su lomo, arañando a la vez con una daga y una espada todo su cuerpo hasta llegar a la cabeza, presionándola con sus botas como punto de apoyo antes de saltar a un lado de Percy y ver a la bestia perder la fuerza a sus pies, desangrándose.
-Ahora comprendo por qué tardabas tanto en llegar con nuestra cena – comentó Annabeth formado un sonido desagradable al deslizar el metal de sus armas con la farola, limpiando la sangre del monstruo.
-Aquí mi amigo no quería que tuviésemos un momento romántico – refunfuñó estirando su pierna y alcanzando el hocico del cadáver del monstruo, dándole una patada. - ¿Saliste a buscarme porque tardaba mucho? Me haces sonrojar, capitana Chase.
-Los gritos de prácticamente todo el mundo también fueron una gran pista de que algo andaba mal – Annabeth le tendió la mano para ayudarle a levantarse. – Sinceramente, habían muchas más probabilidades de que te hubieses entretenido hasta con una roca que encontrarte a punto de ser devorado.
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