Una familia repleta de ovejas negras

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Estaban resistiendo, pero quién sabe por cuánto tiempo.

Nico tragó su propia frustración, apoyando dos dedos sobre los párpados de otro compañero, cerrando sus ojos para siempre.

-Espero que tu alma ahora consiga ser feliz - pronunció, apoyando la mano sobre el pecho desangrado de la víctima, - tan feliz como en vida no te permitimos serlo. Lo siento.

A unos pocos metros, estaba tirado el cuerpo de Gleeson Hedge, entre muchos otros soldados que habían dejado a sus familias por honor, por asegurarles un futuro mejor.
Un futuro que ellos ya no iban a poder compartir.

Y, quién sabe, si de verdad lo conseguirían.

Aún arrodillado, estiró su brazo de golpe justo cuando Reyna pasó a su lado, sujetándola. Supo que la había asustado por su acción tan de golpe.

-Vámonos - suplicó. - Por favor.

Reyna se agachó a su altura, apoyando una rodilla en el suelo. Nico no soltó su brazo, ni siquiera al tener a su mejor amiga tan cerca y prestándole toda su atención. Podía verse reflejado en los ojos de Reyna, era la imagen perfecta de la desesperación y el miedo.

-Mentí, me he estado mintiendo a mí mismo. No he aceptado la muerte, nunca pensé que nosotros pudiésemos morir - apretó más el agarre en el brazo de Reyna, seguramente dejándoselo enrojecido. No podía evitarlo, si no apretaba, empezaría a temblar tanto que terminaría llorando y dando una imagen de capitán débil; la realidad. - Vámonos lejos, con Thalia y Will, con quienes quieras, todos los que tú quieras. Por favor, Reyna, donde Empíreo no nos encuentre.

Su desesperación emocionó a Reyna, pudo verlo antes de que la capitana apoyase su mano libre en la nuca de Nico y tirase de él hasta que apoyase la cabeza en su pecho.

Rodeados de cadáveres, Nico volvió a llorar tan aterrado como el día en que perdió a su hermana, siendo Reyna la única que le ocultaba del mundo. Olía a sangre, su piel estaba sumamente caliente, algo de Nico necesitaba para recordarle que aún seguían vivos.

-No quiero sujetar tu cadáver - susurró.

Sintió un húmedo beso de Reyna en su coronilla, también lloraba. Sus lágrimas filtrándose con el sudor de Nico.

-Thalia y tú sois lo más preciado que tengo - escuchó su susurro. - No voy a perderos.

La promesa de Reyna era vacía, colmada de ilusión más que de una próxima realidad. Ya le había respondido, Reyna no iba a marcharse, no iban a abandonar la lucha. Estarían juntos, hasta el final.

Ya no existían equipos, el número de soldados era tan reducido que separarse significaba ser una carnada directa e inofensiva hacia Empíreo. Tampoco podían permitirse descansar más de media hora seguida, los minutos en la batalla seguían aumentando, mientras las fuerzas comenzaban a flaquear.

Hace tres días que habían perdido su gran ventaja sobre Empíreo, una que les hacía soñar con un final satisfactorio y cercano, sin embargo, la verdad finalmente destapada en forma de un veloz rumor, había inclinado la balanza favorablemente hacia su enemigo.

-¡Nos están acorralando! - gritó Thalia, empujando a varios soldados hasta llegar al centro del asentamiento, donde se encontraban los cuatro capitanes. - ¡Vamos a contraatacar! No podemos quedarnos como unos imbéciles aquí parados. Están haciendo lo que les da la gana con nosotros porque no tenéis los cojones de avanzar.

-¿Has contado cuántos somos? - Reyna avanzó dando grandes zancadas, ignorando el agarre de Jason para frenarla. - No llegamos ni a un tercio de sus soldados. No tendríamos oportunidad si les damos caza. ¡Usa la cabeza por una vez en tu maldita vida!

Danger: Contraataque por la humanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora