La capitana Grace está perdiendo facultades en la lucha

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-Ataquen, a matar - ordenó.

Reyna retrasó su posición. Los dos perros autómatas comprendieron la orden al instante. Comenzaron a correr como tantas veces lo llevaban haciendo durante la guerra, colándose entre los soldados y saltándoles al cuello, clavando sus metálicos colmillos en la yugular. Solo así conseguía abrirse paso sin sufrir demasiados rasguños ante la evidente diferencia en el número de soldados.

Los últimos días se había sentido como ellos, mecanizada, solo mataba porque alguien más se lo ordenaba; en su caso, la necesidad de vivir. Sus pistolas, su fusil o incluso su espada habían llegado a parecer una extensión de sus brazos, partes de su propio cuerpo. Jamás se había sentido tan inanimada, tan obligada a matar, sin elección.

Ni siquiera cuando formaba parte de las filas de Empíreo y su circo de sumisión mental.

Uno de los colmillos consiguió engancharse en el arpón incorporado del arma favorita de Reyna. Muchas veces había tenido a un monstruo tan cerca que podía oler su desagradable aliento, pero en la gran mayoría Reyna siempre se sintió superior, mucho más poderosa que la imagen de la atrocidad humana.

Esta vez no, mostró la debilidad de semanas de batalla cuando sus brazos aflojaron el agarre de su pistola, no cediendo a luchar por ella y viendo al monstruo girar su cabeza tan bruscamente que lanzó el arma unos metros hacia la izquierda. Desarmándola.

Una garra se clavó profundamente en la tierra, reafirmando su supremacía cuando Reyna hizo el amago de lanzarse hacia ese lado para recoger su pistola, pero el monstruo no hacia más que encerrarla, cortándole cualquier escapatoria que no fuese un enfrentamiento directo.

-Siempre tengo más - murmuró de forma agria, incluso pasada. No había rastro de prepotencia en ella cuando desenganchó de una correa atada a su muslo una pistola de menor tamaño, solo resignación.

Siempre tenía más armas. Porque siempre tenía que luchar.

El primer disparo de Reyna fue directo hacia el rostro del monstruo. Su cara se contrajo, pero la bala quedo incrustada dentro del pegajoso cuerpo, no sacándole más que un hilillo de sangre. Antes de lamentarse por la diferencia de efecto entre su fusil y una pistola más discreta, lanzó un fuerte puñetazo con su mano derecha, dándole en la cavidad hueca que conformaba uno de sus ojos.

No esperaba tumbarle, claro que no, era un monstruo, no un soldado, pero sí había esperado provocarle el suficiente daño para despistarle unos valiosos segundos donde poder tener la oportunidad de ir hacia su fusil. No resultó como las otras veces, algo que le hizo plantearse cuán débil se encontraba para que sus golpes no surgiesen mayor efecto.

-¡Agáchate!

Ni siquiera supo si el grito iba hacia ella, pero se arrodilló.

El monstruo elevó levemente la cabeza, abriendo la boca mientras una figura saltaba por encima de Reyna. Vio las botas de Thalia apoyarse en la hilera inferior de los dientes del monstruo, apenas unas milésimas de segundos antes de que cerrase la boca tratando de apresarle la pierna, pero la esposa de la capitana fue más rápida.

Thalia enterró uno de sus cuchillos en la zona del lagrimal, si tuviese, del monstruo, usándolo como punto de apoyo para llegar hacia su lomo. Reyna se mantuvo expectante, con la pistola apuntando a las patas delanteras del monstruo. Disparó cuando trató de levantar una para liberarse del peso de Thalia, que se deslizaba por el rugoso cuerpo rasgándole la piel con sus dos cuchillos.

Una pequeña sonrisa surgió de la comisura de sus labios cuando vio a la ojiazul aterrizar en el suelo de un salto, justo al lado de su fusil. Ni siquiera tuvo que pedírselo, Thalia lo recogió y se lo lanzó con fuerza mientras la atención del furioso monstruo estaba en ella. En cuanto su arma favorita estuvo entre sus manos, apoyó el cañón bajo la oreja de la bestia y disparó, tumbándole.

Danger: Contraataque por la humanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora