La única posible para que Empíreo no te corrompa como persona es estar lo suficientemente roto antes de ingresar.
Hazel llegó sin esperanzas ni expectativas por la humanidad tras su salida del Séptimo Círculo, y encontró en Empíreo el lugar idóneo para alimentar esa parte oscura de sí misma que tomó control tras la muerte de su padre.
Formaba parte del amplio grupo de soldados junto a Frank, entrenaban y vivían con ellos, como unos integrantes más, la única diferencia es que no compartían su ignorancia. Veía continuamente la presión que ejercía Empíreo sobre los soldados, agrandando su odio contra un enemigo que realmente no conocían. La última entrada del Séptimo Círculo les había venido mejor de lo que nadie creía, la muerte de unas decenas de soldados no tenía graves repercusiones ante el gran número que conformaban; teñir los pasillos de sangre y cadáveres había sido el aliciente que Empíreo necesitaba para manejar aún más sus cabezas.
Ya no necesitaban que todos los oficiales y entrenadores les susurrasen al oído que su enemigo era la representación de la muerte, todos lo habían visto. El Séptimo Círculo les había hecho el trabajo sucio, les había servido la última neurona de cordura entre los soldados en una bandeja de plata.
-Era mi hermano, le mataron - escuchó Hazel a un soldado hablar. No tenía a nadie al lado, hablaba solo, pero mirando a la pared como si tuviese enfrente el cadáver de su supuesto hermano.
La ganas de venganza chispeaban a su alrededor.
Al contrario de su novio Frank, Hazel sí disfrutaba con la ironía de saber la verdad y seguir apoyando a Empíreo pese a su extremadamente cruda realidad. No era tonta como muchos del Séptimo Círculo creerían y quizás también su propio novio, sabía que estaba eligiendo el camino equivocado, sabía que lo correcto era luchar en el que fue su hogar toda la vida, pero eso ya no era lo que quería.
Hazel no era una villana que luchaba por su visión correcta de la vida, no, solo era una superviviente más que con toda conciencia eligió el camino del mal.
Notaba la mirada de Frank sobre ella, de nuevo esos ojos lastimeros como si estuviesen viendo directamente a un paciente terminal. Tampoco podía culparle, pese a su contaminada mente cegada por el rencor, se notaba enferma y cansada, otros estragos de Empíreo y de su carente humanidad. Suponía que era consecuencia de una pequeña parte de ella que aún lloraba por volver a ser la chica de antes, risueña y enamorada de la vida, pero esa parte pura iba consumiéndose cada vez más, quedándose en simples espasmos de tristeza que pronto desaparecerían. Demasiado dolor y rencor como para volver a sonreír.
-No les mires como si fuesen tontos - le recriminó Frank, adoptando una postura seria y poniéndose delante suya para cortar la visión que tenía de un grupo de soldados. - Nosotros somos más estúpidos sabiendo todo y quedándonos aquí.
-Como yo lo veo estamos a salvo, Empíreo no nos matará - respondió de forma tosca, algo entretenida por la ironía de sentir seguridad rodeada de asesinos.
-Te equivocas, es cuestión de tiempo que nos maten. Igual que al resto de sus soldados. Estamos en la boca del lobo, no paramos de tensar la cuerda.
Hazel se inclinó sobre la mesa, alcanzando una distancia casi mínima entre su cara y la de Frank, viendo una actitud nerviosa y tímida de su novio ante su acción.
-Les ayudaste a escapar - susurró cerca de su oído. - Esas acciones sí nos costarían la vida. Si morimos, será por tu culpa.
Frank le rehuyó la mirada cuando Hazel volvió a sentarse correctamente. No sentía pizca de culpa por su amenaza, ni siquiera por el hecho de que ella también les había ayudado, específicamente a Luke Castellan.