La esperanza de Percy no comenzó cuando vio al ejército recién llegado del Séptimo Círculo irrumpir en la formación de Empíreo y darle una total vuelta al marcador. No, comenzó minutos antes, cuando tuvieron a Leo Valdez arrodillado y le vio morir convertido en una de sus propias creaciones.
Existían muchas maneras de denominarlo: destino, ajuste de cuentas o venganza. Daba igual el término, quienes se consideraban sabios y portadores de corazones nobles concordaban en que la muerte de Leo Valdez no era la respuesta para tanto dolor.
Se equivocaban. Percy abrazó la venganza junto a Annabeth cuando la jeringuilla introdujo el suero en su cuerpo.Percy encontró la paz aún en medio de la guerra.
Los gritos les rodeaban, pero sus ojos estaban puestos al fondo del precipicio, donde junto al cadáver de Piper McLean, ahora yacía uno más, el de una bestia que en su momento fue su mejor amigo y su mayor enemigo. Solo se descentró cuando sintió el cuerpo de Annabeth chocar directamente contra el suyo, fundiéndose en un abrazo propio de una victoria.
La guerra no había terminado aún, pero ambos sentían por fin sus corazones descansar.
-Lo siento - escuchó Percy el susurro de Annabeth cerca de su oído. - No habría podido vivir sin matarle.-Yo también lo deseaba - concordó, apartándola lo justo para poder mirarla a los ojos y asegurarle que no existía ninguna pesadez en su corazón causada por su muerte. - Lo siento, por haberle querido alguna vez.
Percy antes de llegar al Séptimo Círculo nunca tuvo muchos amigos más que Jason, Piper y Leo, las relaciones personales no eran una costumbre en Empíreo. Sin embargo, en su tiempo en su nuevo hogar había escuchado un sinfín de historias tanto de desamor como de amistades rotas. Todas coincidían en algo, pese a los malos términos finales, no se arrepentían del tiempo que habían pasado compartiendo esa amistad.
De nuevo, Percy estaba contra la razón y la lógica. Se arrepentía de haber llamado amigo a Leo Valdez, de cada risa y de cada promesa. Todos sus buenos recuerdos estaban contaminados para siempre por la presencia del creador de monstruos.
-No podemos permitir que se ponga el sol - Jason Grace atrajo la atención de los presentes, con una pistola en sus manos recién cargada. - La guerra no se acaba mañana, sino hoy. Quiero amanecer sabiendo que nunca más sujetar un arma.
-El objetivo son los oficiales, Quintus específicamente. Es su mayor figura de poder - ordenó Annabeth. - La partida no se acaba hasta que el rey no caiga. Tirarán las armas cuando se queden sin figuras de poder.
Entrar de nuevo en combate fue más desagradable que otras veces a pesar de la clara ventaja que portaban de nuevo. Los soldados de Empíreo comenzaban a caer, pero no fijarse en la numerosa cantidad de vidas del Séptimo Círculo que ocupaban el suelo era imposible.
-Los hemos matado nosotros, no Empíreo - señaló Jason furibundo. - Este sacrificio ha sido culpa nuestra.
Percy quiso responder que no le importaba, como había estado sintiendo las últimas horas, pero reconocer tantas caras familiares que habían confiado en ellos fue desolador. Aunque no fuese en la misma medida que a Jason Grace, la culpabilidad le azotó.
-Lo sé - respondió. - Pero no me arrepiento. Si entregar sus vidas significa que yo y la gente que amo vive, que así sea.
Sostuvo la mirada de Jason mientras le respondía, viendo cómo a cada palabra que salía de sus labios su mejor amigo le miraba más impactado, como si observase a un completo extraño.
-No eres mejor que Leo, ni siquiera sé si eres diferente.
-Él lo perdió todo, yo no.
Un fuego parcialmente controlado sobre unos arbustos parecía ser la línea que separaba las dos caras de la guerra. Los cadáveres carbonizados indicaban la entrada a una zona abarrotada de soldados de Empíreo, pero todos muertos, ni uno quedaba en pie.