Las normas impiden mandar a Thalia una foto que revolucionaría Empíreo

151 21 101
                                    

Tenía sangre en su cara, tanto que le dificultaba ver. Para su desgracia, parte de ella era suya y un fuerte golpe contra una roca al ser lanzado sin piedad por un monstruo. Si Lee Fletcher no hubiese estado cerca para desinfectarle la herida y tapársela sobre la marcha, en mitad de batalla, posiblemente Annabeth tendría que estarse buscando otro segundo al mando.

Percy notaba un claro cambio de actitud suya con respecto a los monstruos, y no hablaba de que tuviese una total seguridad en sus habilidades de lucha aunque a veces, como ahora, tuviese algunos inconvenientes por el fervor de la batalla. Cada vez que aparecía una buena cantidad de esas bestias, solo pensaba en Empíreo y el odio que le tenía, por ende, en sus ganas de despedazarles hasta la muerte como hacía con los monstruos. Sentimientos muy diferentes a los que tenía antes, esos en los que podía sentir su corazón encogido al pensar cuánta gente habían tenido que matar para crearlos.

Se sentó de golpe en el suelo, estirando las piernas para poder apoyarlas sobre el cadáver del monstruo que acababa de matar él solo. Su respiración estaba acelerada, aún bastante mareado por el golpe en su cabeza, pero pudo apartar los restos de sangre de sus párpados con un movimiento lento y cansado.

Gleeson Hedge también tomó asiento cerca de él, pero usando directamente el cuerpo de la bestia como silla. Percy le miraba mientras el no tan anciano se sacudía las manos y hacía tronar sus huesos, que aún desgastados por la edad, conseguían dar guerra. No había sido capaz de matar a un monstruo por sí mismo, Percy le había estado vigilando en todo momento desde que le vio introducirse en la pelea, pero sí asestaba unos golpes bastante efectivos para que cualquier otro soldado tuviese más fácil su pelea. Conocía sus propios límites y los explotaba de tal manera que no se permitía ser un inútil en batalla.

Percy apartó la mirada del hombre solo para centrarla la mano que cubría su mejilla. No la había visto venir, pero Annabeth estaba ahora junto a él, arrodillada en el suelo y com sus ojos grises tan cerca que se movían rápidamente examinando a Percy.

-Estoy bien - Percy apoyó su mano sobre la de la capitana. - Descansando.

Annabeth se inclinó dejando un lento beso sobre su frente, manchando parte de sus labios y mandíbula de la sangre negra que envolvía a Percy, pero no pareció importarle. Volvió a levantarse, yendo trotando de nuevo hasta los restos de batalla, donde algunos soldados seguían entretenidos con los últimos monstruos.

La capitana Chase luchaba con furia, cualquiera con un par de ojos podría verlo con claridad. Sus movimientos eran más fuertes de lo que deberían ser y, cuando un nuevo monstruo caía muerto a sus pies, parecía incluso enfadada por no ser capaz de darle más guerra. Percy tenía ese mismo sentimiento, cada vez que la miraba se sentía reflejado en ella, luchar era la única forma que habían encontrado para desquitarse con Empíreo, por ahora.

Aún no sabía cómo podría convencer a Annabeth de colaborar con el resto de capitanes y no actuar simplemente por obligación al voto de la mayoría, pero debía hacerlo.

-Estáis conociendo la oscuridad - habló Gleeson, atento a cómo Annabeth gritaba a varios soldados prácticamente agotados que siguiesen luchando. Dejó un fuerte disparo contra un árbol, a propósito, quizás para calmar su propia intensidad. - Espero que no sea demasiado tarde para vosotros. Lo fue para Quirón y para mí.

-Ya es tarde.

-No, aún estáis aquí - golpeó el cuerpo del monstruo sobre el que estaba sentado, dándole unas palmaditas al cadáver. - En su momento todos hablaron de cómo Quirón y yo volvimos como unos héroes luego de matar a tantos en Empíreo, a todos esos científicos, soldados... estuvimos presumiendo un gran tiempo, hasta que la realidad nos golpeó al ver el vacío en nuestras filas de soldados. - Su mirada se encontró con la de Percy, y por su intensidad, no le dejó rehuirla. - No actuamos sabiamente, prácticamente corrimos hacia Empíreo a matar. ¿Fue de verdad una victoria? Puedo seguir presumiendo de ello pero... no me creas, yogurín, fue mi peor derrota. Años de tranquilidad no compensan tantos amigos perdidos. De no ser por el resto de tu equipo, esa chica y tú habrías terminado como nosotros, siendo los verdaderos asesinos. No permitáis tener nombres de cadáveres amigos a vuestra espalda, es la peor de las condenas - toqueteó con su dedo índice repetidas veces su cabeza.

Danger: Contraataque por la humanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora