Una ya extendida forma para atrapar al capitán di Angelo

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Ser capitana no es únicamente dirigir un equipo en la batalla, también velar por los suyos en todos los aspectos, no solo durante la batalla. Para alguien tan observador como Annabeth, prestar atención a los detalles de sus soldados no era una tarea sumamente complicada.

Apartó la mirada del paso lento de su equipo, retrocediendo con unas claras bajas más. No quería contarles, no quería saber cuántas vidas estaban perdiendo.

El sabor de la sangre en su boca le resultaba más molesto que el golpe que había recibido en un mano a mano con varios soldados de Empíreo. Había acudido junto a Percy a secundar a una despistada Piper McLean, que durante todo el día se había mostrado ausente y no tan concentrada como el primer día.

-No - apoyó la mano sobre el chaleco de Percy, frenándole. - Déjala sola.

-Es mi mejor amiga - Percy apoyó su mano sobre la de Annabeth, tratando de hacerle cambiar de opinión.

-Y yo soy la capitana - especificó dando un corto paso hacia su novio. - Cualquier aspecto referente a su actitud en combate es responsabilidad mía. Yo decido.

Percy no estuvo de acuerdo, nunca lo estaba, desde que le conocía supo que ese chico no llevaba bien la obediencia a ninguna figura de autoridad, sea quien sea.

Afortunadamente, dadas las circunstancias, no quiso ser un problema más. Sujetó la mano con la que Annabeth le frenaba, subiéndola hacia sus labios y dejando un pequeño beso que les sonsacó a ambos una sonrisa.

Una brillante sonrisa en medio de tanto caos.

-A sus órdenes, capitana Chase.

El ruido de explosiones lejanas les distrajo. Si la formación aún se mantenía, el equipo de Jason Grace era el que aún continuaba en una ardua batalla contra Empíreo. El resto se había retirado nada más ver cómo su enemigo retrocedía, cediéndoles más descanso.
Annabeth no se fiaba, por supuesto que no. Nada en su mente podía resultar claro, menos cuando el enemigo retrocedía a su antojo y no por cansancio de sus efectivos; algo tramaban, estaba segura de ello. Igualmente, frenarse significaba viva y descanso. Aunque sea por unas horas más e ignorando el futuro, tomarían cada suspiro de aliento que Empíreo les suministrase. Su escaso número en comparación, no les permitía tener total libertad.

-Voy a montar guardia con Charles - contestó Percy antes de que ella le dijese nada.

El ojiverde no parecía tener problemas con que la mayor parte de la boca de Annabeth estuviese salpicada de sangre por el último golpe, no cuando dejó un casto beso que manchó sus propios labios de sangre.

Podría haber ofrecido alguna queja por el poco profesionalismo que ambos estaban mostrando pero, en una guerra, cuando no saben si al día siguiente ambos seguirán vivos, cada muestra de afecto es una joya a proteger.

Annabeth no era feliz, dejó de serlo cuando Luke murió y comenzó la guerra, pero ansiaba ese sentimiento, porque, aún en su perpetua tristeza, saboreaba un amor que solo encontraba en Percy Jackson.

No duró demasiado tiempo sola, en cuanto Percy movilizó junto a Charles a una pequeña parte de su equipo, Annabeth vio llegar de forma victoriosa a Thalia Grace y el resto del equipo que la acompañaban. Portaba una sonrisa impropia de alguien que estaba en medio de una guerra.

-¿Cuántos? - preguntó a sabiendas.

-Demasiados como para contarlos - respondió su mejor amiga. - Pero créeme, Chase, que toda la jodida hierba estaba inundada con su sangre.

Thalia aceptó el abrazo de Annabeth. Nunca fue especialmente cariñosa con alguien que no fuese Reyna, pero las circunstancias eran diferentes. Notó a Thalia vigilar su estado de forma algo disimulada, fijándose en cada golpe y herida que portaba Annabeth por si era algo más serio de lo que realmente parecía. Incluso en la brillante mirada ojiazul de Thalia, podía ver calma al comprobar que Annabeth estaba perfectamente.

Danger: Contraataque por la humanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora