Una risa se paga con un disparo

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Empíreo y sus denominaciones:

La salvación de la humanidad. El futuro del hombre. La resistencia a la tortura de los dioses.

Hazel, que conocía toda la verdad sobre el lugar en el que ahora vivía, ya le había impuesto su propio eslogan: Empíreo, el paraíso para los corazones rotos.

O, simplemente, el paraíso.

Cualquiera del Séptimo Círculo podría tildarla de loca, pero estaba muy convencida de que realmente se encontraba en el paraíso.

A medida que las personas crecen, su concepto de paraíso cambia. Primero, te imaginas una estampa colorida, bosques frondosos y el ruido de cascadas y animales adorables, y todo esto junto a tu familia, amigos y pareja. Sí, ese alguna vez fue su ideal de paraíso, el Séptimo Círculo en cuestión. Sin embargo, cuando creces y eres consciente de la parte oscura que habita en el corazón de las personas, esa necesidad natural de dañarse unos a otros, dejas de considerar el paraíso a esa explosión de color y de amor. ¿Qué es el paraíso cuando maduras y experimentas el dolor en su máxima expresión? La ausencia de sentimientos.

Empíreo. Ese paraíso en el que le hubiese gustado nacer, donde jamás hubiese experimentado un corazón roto por el dolor de una pérdida, porque jamás habría aprendido a amar. Nadie puede sufrir por algo que no conoce. Hazel deseaba nunca haber amado.

-He obtenido cincuenta puntos - Hazel escuchó a soldado de nivel tres. Tenía el puño apretado en victoria, hablaba solo, pero eso no era un impedimento para su propio orgullo personal. - Les enseñaré a esos asesinos a morder el polvo.

Hazel cogió la pequeña pistola falsa para el entrenamiento de simulación ocultando una estruendosa carcajada al escucharle. No solo por la ironía de llamar asesinos a un grupo al que él mismo se disponía a matar, sino por la ceguera que aún y siempre tendrían los soldados de Empíreo.

Los soldados de Empíreo, todos los niveles menos el cero, le parecerían unas auténticas almas desgraciadas. No eran más que víctimas de una realidad que se repetía desde el principio de los tiempos. Los humanos, en su absoluta mayoría, son fácilmente manipulables; solo ven lo que quieren ver y, aún peor, ven lo que otros quieren que vean. Empíreo les había enseñado cómo pensar y qué ver, lo que el,ls consideraban oportuno para tenerles controlados. A Hazel le gustaría ser espectadora al menos por una vez de la expresión de un soldado al descubrir toda la verdad, quería escucharle preguntarle cómo pudo estar tan ciego. Una vez que abres los ojos, todas las piezas encajan como un puzzle.

-¿Vas a superar tu puntaje? - preguntó Hazel antes de entrar a la sala, teniendo a Frank a su lado.

-No me interesa.

Ni siquiera le tomó de sorpresa la respuesta de su novio.

La nueva sala apenas llevaba operativa unas semanas, pero se había vuelto la mejor atracción de Empíreo. Para Hazel, superaba con creces cualquier entrenamiento que había tenido en el Séptimo Círculo.

Las paredes eran puros espejos, un autentico laberinto que ponía a prueba tus sentidos, sobre todo la vista y el oído. De tantas imágenes, de tus propios aliados y el enemigo, podías salir mareado fácilmente y chocarte contra los cristales.

-Conseguí matar a Reyna Grace - un soldado de nivel dos chocó su hombro con Hazel, pavoneándose de su hazaña. Señaló su puntuación en el marcador, donde según registros anteriores, Hazel seguía en el puesto número uno.

Frank ni aparecía en el ranking.

Las puertas se cerraron cuando la simulación volvió a comenzar. Hazel levantó el arma y comenzó a caminar lentamente entre los cristales, viendo por ahora solo su reflejo y la luz roja que proyectaba la falsa pistola. Al contrario de la mayoría que entrenaba en esa sala, no disparaba al primer objetivo que veía, era sumamente difícil acertar a la primera, menos cuando puede ser un reflejo de tu propio enemigo.

Danger: Contraataque por la humanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora