Nico el proclamado rey del vómito

169 26 68
                                    

La mejor decisión que pudo tomar en su vida fue esa, haber abandonado toda la esperanza.

Aunque hubiese escuchado palabras de aliento antes de entrar por última vez a Empíreo, Percy lo sabía, lo supo desde que Charles les informó que las bombas estaban colocadas; no iban a salir de ese lugar sin perder completamente lo último que les diferenciaba de Empíreo.

La crueldad. La sangre fría.

Entre cadáveres y cuerpos desangrándose había visto la casa en la que creció con su madre arder en llamas. No solo habían sepultado a personas inocentes, sino que Percy también había visto su pasado arder en llamas.

Su mente, podrida como Empíreo y el Séptimo Círculo, le había hecho escuchar los gritos de su madre de nuevo. Esos mismos gritos cuando fue transformada en un monstruo, pero, esta vez, como si su recuerdo estuviese también convirtiéndose en ceniza.

Del mismo modo que recordó cada promesa, broma y palabras plagadas de esperanza de él mismo junto a Piper, Leo y Jason en su etapa en Empíreo, también se escuchó a sí mismo jurar dar todo lo que era para ayudar a la población de Empíreo. Eran su obligación y su honor.

Ahora, les vio arder en llamas y, al contrario de lo que habría hecho en su naturaleza más noble, la versión más buena de él, no tendió ninguna mano en ayuda. No se agachó como Silena Beauregard a apartar a algunas personas de las llamas que ellos mismos habían provocado. Solo estuvo ahí, parado, mirando el sufrimiento inocente en su máxima expresión y sin sentir nada.

No sintió nada.

No estaba en estado de shock, fue consciente en todo momento de la mano de Annabeth entrelazada a la suya y tirando de él por el conducto de alcantarillado, huyendo del humo y de los soldados. Era consciente de todo y nada le importaba.

Apenas recordaba las miradas de algunos supervivientes, mirándole suplicando ayuda con los ojos, aunque de alguna manera sabían que él era el culpable. Todos tenían una mirada triste, aquella que Quirón si estuviese vivo le dirigiría.

Se preguntaba si, en el supuesto de que el anciano hubiese estado vivo, sería capaz de abrazarle en su llegada al Séptimo Círculo. Si fuera capaz de atreverse a consolar a un chico que ya no sufría al provocar muerte. Quizás debería haberse consolado el propio Quirón, por ver en lo que se había convertido el equipo en que confió para liberar la paz.

Lo único que escuchaban era el motor del coche. Charles Beckendorf iba al volante, mirando varias veces por el espejo retrovisor hacia el silencioso grupo. El resto de jeeps estaban repartidos a varios metros, manteniendo una posición triangular por un posible ataque en su vuelta. Ninguno hablaba, nadie se atrevía a decir nada, menos aún a soltar una de sus típicas bromas para aligerar el ambiente. Silena y Will se limpiaban la sangre que tenían encima, los restregones eran tan violentos que parecían querer arrancarse la propia piel.

Los ojos de Percy se centraron en Clarisse de la Rue, que estaba sentada en frente suya observando la sangre en sus manos.


Un hombre cayó a sus pies. El humo abundante apenas le dejaba verle con claridad, solo escuchaba sus propios tosidos y los del que pronto sería un cadáver más. Su estado era tan crítico que no aguantaría con vida más de unos minutos. Tenía cristales clavados en la ropa, agujeros que asomaban fuertes quemaduras.

-Mi familia... - susurró sujetando el pantalón de Percy, con poca fuerza. - Por favor.

Percy dio un paso atrás, viendo la mano del hombre que le sujetaba caer al suelo. Estaba tan inmóvil que, si no tuviese el cuello elevado en su dirección, pensaría que ya había muerto.

Danger: Contraataque por la humanidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora