Ser una persona reservada y callada aporta muchas buenas cualidades, entre ellas, la gran capacidad de observación. Nico había pasado toda su vida observando, incluso cuando era él mismo el centro de atención. Siempre, siempre estaba atento al comportamiento de quienes les rodeaban.
Consideraba observar como la mejor manera de aprender, viendo los aciertos y errores de quienes le rodeaban para saber qué dirección tomar.
De Percy Jackson aprendió la perseverancia, de Thalia Grace la fortaleza mental, de Reyna Grace que su voz merecía ser escuchada, de Will Solace, a sonreír a pesar de todo.
Apoyó su mano en el rostro frío del cadáver de Frank Zang, susurrando una permanente despedida y una disculpa, como siempre hacía con cada baja.
De Frank aprendió a morir con dignidad.
-Gracias por salvarla - añadió en una voz tan baja que solo él mismo podía escucharse.
Aquel chico, aquel amigo, había impedido que Reyna sufriese lo que, según contaban los soldados que habían sido testigos, un disparo mortal. Frank había frenado una de sus mayores pesadillas.
La muerte de Frank le dolía, lo suficiente para que Nico desease olvidar los valores de unidad del Séptimo Círculo y poder sentir el vacío por desunión que representaba Empíreo.
Jamás habría una absoluta verdad, el lado correcto de la historia variaba en su transcurso. En medio de la guerra, Empíreo vitoreaba con la razón de su lado. El amor ya no podía considerarse una fortaleza, únicamente una debilidad; Nico ansiaba la habilidad que solo seres fríos como Empíreo poseían: mirar un cadáver del mismo modo que observas una piedra en el suelo.
En el arte de la guerra, Empíreo era exquisitamente extraordinario.
La capacidad de sentir les estaba debilitando tanto como la falta de soldados. El amor, el deseo por un futuro mejor, no les daba fuerza, se las arrebataba. De otra manera, no retrocederían como cobardes buscando asegurarse unas horas más de vida.
-En el mejor de los casos, Reyna y Thalia tardarán días en volver con los soldados - murmuró Annabeth. - Nuestra esperanza de vida no va a más de dos días.
-Permanecer ocultos sería la opción más lógica - contestó Jason. - Pero Empíreo nos buscaría, o peor, avanzaría hacia el Séptimo Círculo.
-No vamos a escondernos - intervino Percy. Le sorprendía ver que el ojiverde era capaz de hablar, su rostro estaba tan golpeado que estaba seguro que incluso para comer le tendría que doler como un castigo del infierno. - Resistiremos.
-Estamos dando por hecho que lo conseguirán, algo poco probable - añadió Annabeth. - También tenemos que contar con el hecho de que hemos perdido a dos soldados, una de ellas la capitana. Reyna nos estaba abriendo paso entre las líneas de Empíreo.
-Gana tiempo, Reyna te lo dijo - expresó Nico, viendo cómo Annabeth hacía una mueca irónica.
-Me he pasado una semana ganando tiempo desde que nos quedamos solos, no puedo estirar más la cuerda solo porque Reyna lo diga. - Su tono era algo recriminatorio, pero no estaba enfadada, solo agobiada.
Annabeth soltó un pequeño gruñido ante el silencio unánime. Su negatividad era tal que parecía estar dispuesta a ir únicamente hacia Leo Valdez, matarle y luego dejar que Empíreo les masacrase. Sin embargo, aceptó confiar en que seguirían con vida, al menos hasta que volviesen Thalia y Reyna.
-Tienes que descansar - Jason sujetó su hombro, frenándole cuando fue a colocarse de nuevo el chaleco antibalas. - Es mi turno.
-Nuestro turno - corrigió Nico. - Y el próximo también será mi turno, no pienso descansar.