Namjoon: Placer

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Sabía que algo raro estaba pasando con él, por la forma extraña en que se estremecía cuando tocaba su cuerpo, por cómo su mirada se oscurecía cuando no me miraba, y parecía que se estuviera obligando a sí mismo a hacerlo.

Incluso los gemidos que salían de sus labios mientras preparaba su entrada para el acto eran de dolor, el pelinegro estaba desesperado y ansioso, pero, en este caso, no era por algo bueno. Lo único que me permitió hacer para ayudarlo fue masturbar su erección, mientras buscaba en mi mente una forma de detener su dolor. Lágrimas se asomaron en sus ojos cuando metió el tercer dedo, y mordió su labio inferior con fuerza.

Con la mano que tenía libre acaricié su mejilla, y esa simple acción hizo que su cuerpo se relajara un poco. Acto seguido besé sus labios, y al separarme empezó a gemirme al oído. A pesar de que sabía lo urgido que estaba yo de hacerlo, debía disminuir el ritmo, y hacer algo para que él lo disfrutara tanto como yo. No podía seguir viéndolo a él obligarse de esa manera y callarse su dolor.

—Déjame ayudarte —le susurré al oído.

—Estoy… bien. Puedo hacer esto. ¿No… te gusta? —me miró a los ojos preocupado.

—Me gustaría más si me dejaras ayudar, no te quiero dejar todo el trabajo —fue lo único que se me ocurrió decirle para que me dejara hacer algo, rápidamente asintió, y yo besé sus labios.

—¿Qué quieres hacer? —dijo con temor.

—Recuéstate, déjame el resto —acaricié su mejilla, en un intento de darle tranquilidad.

Al estar acostado en la cama, con las piernas abiertas, tomé su rostro entre mis manos y lo besé, lentamente. No había necesidad de acelerarse inútilmente, no cuando él se estaba resistiendo, y al mismo tiempo, forzándose a seguir.

En medio del beso, interrumpido de vez en cuando por los jadeos de ambos y los gemidos del pelinegro, llevé mi mano a su erección y seguí con mi tarea de darle placer, mientras mi boca estaba ocupada con la suya, en aquel beso apasionado. Después de unos segundos, se corrió en mi mano, y me alejé de la dulzura de sus labios para mirarlo a los ojos.

—¿Estás seguro de que quieres seguir con esto? —le dediqué una mirada preocupada.

—¿Por qué lo preguntas? ¿No soy lo suficiente atractivo para ti? ¿No logro… calentarte? —sus ojos se llenaron de lágrimas, una vez más.

—No me refiero a eso. Eres el chico más atractivo y hermoso que he visto, me calientas con cualquier cosa que hagas. Pero, esto no se trata de si me gusta o no, te lo pregunto porque quiero asegurarme de que lo estés disfrutando. Puedes decirme cualquier cosa, aún si hace que tus mejillas se pongan rojas y ni puedas mirarme a los ojos —eso era justo lo que él estaba haciendo en ese momento. Con suavidad, acomodé sus piernas para que estuvieran completamente en la cama, estiradas a ambos lados míos.

—Quiero que las cosas vuelvan a ser como antes —sollozó—. Quiero volverme a sentir bien haciéndolo, pero… es como si mi cuerpo se negara a eso y quisiera rechazarlo. Por más que repito en mi mente que estoy a salvo… no dejo de pensar que voy a ser lastimado. Creí que si seguía con esto podría deshacerme de esa mierda, pero sólo sigue aumentando, y yo… temo no poder satisfacer tus necesidades, y que vayas con alguien más por mi culpa —había empezado a llorar.

Se cubría los ojos con las manos, e intentaba inútilmente deshacerse de las lágrimas, mientras yo me tumbaba a su lado para abrazarlo. Se aferró a mí y escondió su cara en mi pecho, dejando salir todo lo que tenía guardado.

—Lo siento mucho… por no ser suficiente —susurró en medio de los sollozos.

—Tú eres suficiente. Eres todo lo que siempre he querido y hasta más. No tienes que hacer algo que no quieres, y no voy a obligarte a nada, cualquier cosa que decidas la respetaré, porque te amo, no quiero que pienses que tienes que soportar algo que no mereces por mí.

—No soy suficiente… en el sexo. No puedo hacerlo… Mi cuerpo es horrible, creí que con esto podría mejorarlo, pero nunca es suficiente, no puedo hacer que estas cicatrices desaparezcan, no pude… complacerte. —Al ver cómo enterraba sus uñas en las palmas de sus manos, agarré sus manos y empecé a besarlas.

—La última vez que lo hicimos me gustó muchísimo, aunque fue algo completamente fuera de lo normal. No te pido que volvamos a lo de antes, y no voy a exigirte semejante cosa, ni que te quites la ropa si no quieres hacerlo. Pero, si haces todo eso porque crees que no me vas a complacer, te equivocas. Yo seguiré amando tu cuerpo, con o sin cicatrices, no me importa eso; no creo que sea desagradable porque tenga esas marcas por cualquier lugar, y nada de eso hará que se me quiten las ganas de besarlo y lamerlo libremente. No es difícil complacerme, pero prefiero que priorices lo que tú quieres hacer.

—¿Cómo vas a querer besar este cuerpo? ¿Cómo puedes decir con tanta certeza que lo amas? Yo… lo odio, me da asco mirarlo al espejo. ¿Cómo es que tú no sientes asco cuando lo miras? —me miró a los ojos, con una combinación de ira y tristeza en ellos.

—Hace parte de ti. Te mantiene con vida, te permite estar conmigo. Es suficiente para amarlo, sin importar cómo se vea, subas, bajes de peso, tengas o no tengas cicatrices… Yo seguiré amándolo, aunque tú lo desprecies. Es parte de ti, y yo te amo entero, no por partes —mis palabras lo hicieron llorar con aún más intensidad, y empecé a dar caricias en su espalda.

—Lo arruiné, ¿no es así? —Negué, rápidamente.

—No me importa lo que no pasó, solo me importa verte llorando de esta manera. Está bien, ni siquiera podía disfrutarlo realmente porque sabía que tú no sentías lo mismo. Esperaré a que estés listo, no haré nada que no te guste. No te obligues a hacer algo que no quieres, ¿está bien?

—Está bien.

Después de un rato, el llanto disminuyó, y agarré la caja de pañuelos de la mesita de noche para sacar uno y limpiar su nariz y mejillas.

—Ahora, déjame quitarte todo eso. Eres hermoso, pero este no es el momento indicado. Te dije que no tenía que ser hoy —me senté, y empecé a quitarle todo lo que traía puesto, mientras él miraba a la pared de al lado, distraído.

—¿En verdad… quieres besarlo todo? —susurró con voz queda cuando dejé todo en el suelo.

—Por supuesto que quiero, ¿tú quieres que lo haga… ahora? —Sus ojos se posaron en mí, y asintió con lentitud.

—Sí —respondió con seguridad. Sonreí, y besé sus labios lentamente por unos segundos.

Al separarme, bajé a su cuello, y empecé a plantar besos y caricias a medida que bajaba por su cuerpo, sin importarme las cicatrices con las que me encontraba, dejando algunos chupones al paso. Su espalda se arqueaba cada vez que tocaba sus pezones, y soltaba pequeños gemidos. Me gustaba ver que lo estaba disfrutando, al igual que escuchar su voz gemir mi nombre.

—¿Te gusta? —pregunté, aunque podía ver lo mucho que lo disfrutaba.

—Me… encanta. Se siente tan bien… ah.

—Te amo… —gemí en su oreja, y mordí levemente el lóbulo de la misma.

—Yo… ah…, también te amo.

—¿Quieres que haga algo más? —agarré sus piernas, y empecé a besar sus muslos.

—Ayúdame… A este punto, me voy a correr sin que la toques siquiera. Sería… una gran ayuda si la metieras en tu boca —susurró entre gemidos.

—¿Sólo en mi boca? Hay… otros lugares en los que puedo meterlo. Sólo si tú quieres, por supuesto. —Me miró con las mejillas sonrosadas, y una mirada de sorpresa.

—Suena bien —sonrió, sentándose. Tomó mi rostro entre sus manos y me besó, de aquella forma apasionada que tanto adoraba.

—Tú me haces tan sumiso… Me encanta eso, nunca podría cansarme de que me domines, cuando se trata de ti, soy el más pasivo —susurré encima de sus labios, sintiendo sus manos recorrer mi piel.

(…)

Cuando todo terminó, me dormí en su pecho, bajo las gentiles caricias del mayor en mi cabello. En la madrugada, me desperté sin ninguna razón, y Yoongi ya no dormía a mi lado. Vi luz saliendo del vestidor que guiaba al baño, y al abrir la puerta lo encontré mirándose en el espejo con una mirada angustiada.

—¿Cómo… lo hizo? —susurró para sí, antes de darse cuenta de mi presencia y sobresaltarse—. Ah, eres tú.

—¿Qué haces? —lo abracé por la espalda, y besé sus labios.

—No es nada, sólo… no podía dormir —suspiró, devolviendo la mirada al reflejo en el espejo.

—¿Y eso? Estabas tan cansado…

—Mi cabeza estaba dando vueltas sobre… lo que sucedió hoy. No sé qué hacer, es como si una nube gris me cegara, esos recuerdos… me impiden disfrutarlo, mi cuerpo se niega a ello, pero después… se sintió tan bien, aunque estuviera desnudo. Siempre que estoy desnudo me siento vulnerable, pero tus caricias y tus besos ayudan mucho —mordió su labio inferior.

Odiaba lo que le hicieron a él en esa semana que lo rompieron por completo, y no poder hacer nada al respecto era una completa frustración. Ojalá pudiera borrarle los recuerdos, devolverle lo que le arrebataron, y dejar esos sucesos en el olvido.

—Yo no te haré daño, lo juro.

—Sé que no lo harás. Pero siempre tengo esta sensación de que algo malo vendrá después de una caricia o un beso, un castigo y más tortura. Como nunca llega, por más que me prepare, desearía que se fuera ese instinto, pero siempre me acompaña. Y estas cicatrices… sólo prolongan más la estadía de ese recuerdo horrible en mi ser —su mirada empezó a recorrer todo el reflejo, desde los pies hasta el cabello.

—¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? —Se encogió de hombros, y se quedó pensando por unos segundos.

—Sería lindo si pudieras acariciarme y besarme con gentileza, eso me ayudó mucho hoy —sonrió con timidez.

—Está bien, lo haré. Sólo… no te fuerces a hacerlo, tal vez eso fue lo que te hizo sentir tan mal.

—No fue eso únicamente, pero sí empeoró las cosas. Evitaré hacerlo, fue realmente doloroso. —Asentí, y besé su mejilla.

Al fijarme en el espejo me di cuenta de la linda imagen que era aquella, de lo bien que nos veíamos juntos, y lo feliz que me hacía eso. Me preguntaba si Yoongi vería lo mismo, aunque muy probablemente estaba concentrado odiando las cicatrices de su cuerpo, y los recuerdos atados a ellas.

Rodeé su cintura con mis brazos.

—Qué linda imagen —susurré.

—¿Por qué? —me miró curioso.

—Nos vemos bien juntos, ¿no lo ves? —Sus mejillas se sonrojaron.

—Sólo tú te ves bien —bajó la mirada.

—Eso no es verdad. Tú también eres hermoso, todo tu ser es divino. —Rio bajo.

—Bien. Vamos a dormir, quiero descansar —agarró mi mano, y nos llevó a la cama.

Esta vez, fue él quien se acostó en mi pecho, y el primero en dormirse, bajo mis caricias. Al siguiente día, todo transcurrió con normalidad, organizamos las cosas que habíamos dejado en el suelo de la habitación y en la oficina, y pasamos el resto de la mañana en la piscina, descansando de todas nuestras responsabilidades y preocupaciones.

Las siguientes veces que tuvimos sexo siguieron un mismo patrón: yo siendo su sumiso. Y no tenía ningún problema con ello, me gustaba mucho aquel divertido juego. Debido a que descubrió lo mucho que me gustaba admirar y alabar su cuerpo, varios premios que me daba eran relacionados a eso, como quitarse la camisa, dejarme acariciar su cuerpo, y, en el mejor de los casos, lamerlo y besarlo.

Otras veces, simplemente me ordenaba que lo hiciera, y agradecía verlo tan desesperado por sentir el toque de mis manos y lengua sobre su piel como para no tener que ganarme ese privilegio.

Por otra parte, mi hermana no nos volvió a molestar cuando hacíamos algo romántico enfrente de ella o los niños, y parecía que le iba muy bien respetando eso. Me quedé tranquilo con ella y sus hijos, ya que no había vuelto a haber contratiempos ni problemas que me hicieran doler la cabeza del estrés.

Sólo había mucha… paz, sí, así podría describir aquel entorno tranquilo y libre de problemas. Ni siquiera me importaba que ella no me dijera nada de sus planes de mudarse con sus hijos a otro lugar, ni me molesté en presionarla, sólo la dejé en paz, de la misma forma que ella lo hacía conmigo.

Hablábamos tranquilamente de vez en cuando, y las cosas parecían marchar bien. Incluso se había atrevido a charlar con Yoongi por un rato.

Sin embargo, no pude esconder mi alegría cuando ella me dijo que se iría a mudar en un mes. Esa felicidad era doble, tanto por ellos como por nosotros. Me lo dijo un domingo alrededor de las doce del mediodía, mientras estábamos en la sala, en completa soledad, porque Yoongi se había ido a cuidar a los niños, que jugaban en el jardín.

—Es hora de buscar algo de privacidad para mi familia, porque ambos necesitamos hacer nuestra vida por separado, tú con tu pareja, y yo con mis hijos. Agradezco todo lo que has hecho por nosotros, pero nunca me alcanzarán las palabras para describir la gratitud que te tengo. Finalmente… creo que puedo ser feliz, y es gracias a ti, por sacarme de lo que creí que era mi hogar, y también gracias a tu pareja, que me salvó la vida. Él… es una buena persona, veo lo mucho que te hace feliz y lo unidos que son. Estoy feliz por ti, tu bondad es recompensada con una pareja tan… beneficiosa para ti, es como si brillaras cuando estás con él.

—Oh, es una buena noticia. Estoy feliz por ustedes, espero que te vaya bien viviendo por tu cuenta, sabes que siempre tendré mis puertas abiertas para ti. Tú… fuiste la única persona a quien pude ayudar de mi familia, era lo menos que podía hacer por mi hermana. Me alegra que veas eso en nosotros, Yoongi… es la mejor pareja que he tenido en toda la vida.

Al ver la hora, se levantó rápidamente, y la miré curiosa por su extraño comportamiento.

—Ah, voy a llegar tarde al almuerzo con mamá. Debo irme, lo siento, ojalá tuviéramos más tiempo de hablar, pero dudo que quieras verle la cara a tu propia madre, dado que la culpas de todas las desgracias de nuestra infancia —su voz fría me cogió desprevenido, y sólo pude suspirar, bajando la mirada con angustia.

Sabía que ella visitaba a nuestros padres de vez en cuando, pero era la primera vez que me echaba en cara mi decisión sobre alejarme de ellos por completo. Y dolió escuchar sus crueles palabras, porque era demasiado cobarde como para poner un pie en esa casa después de tantos años. Había dejado de importarme que ella fuera con mamá, aunque cuando me enteré, dolió muchísimo volver a escuchar de mi familia.

Después de que Soyeon se fue, Yoongi volvió conmigo. Se sentó a mi lado, y empezó a acariciar mi cabello con dulzura.

—¿En qué piensas? —me sonrió.

—En qué vamos a hacer tú y yo solos, con este espacio tan grande. —Su mirada se confundió.

—¿A qué te refieres?

—Tengo una buena noticia. En un mes, mi hermana se mudará a un apartamento. —Abrió los ojos con sorpresa y alegría.

—Me alegro mucho. Finalmente… paz, tranquilidad y no más niños. Es un alivio. Aunque ahora que lo pienso, sí, es demasiado grande para los dos. Podríamos… adoptar perros y gatos, al menos tendrían dónde correr, jugar y ser libres con todas las comodidades. A Holly le vendría bien unos cuantos amigos para jugar en casa.

—Es una buena idea. —Asintió, y besó mi mejilla.

Habían pasado varias semanas desde aquella cena de aniversario, fue como el suceso que me confirmó que iba a tener la tranquilidad que tanto había anhelado, y las cosas estaban equilibradas, dentro de las posibilidades.

Yoongi no me había hablado de nada especial sobre lo que hacíamos en la cama, y parecía que todo lo que hacía realmente lo complacía, él estaba cómodo con eso, y yo, feliz de verlo a gusto. Sin embargo, en medio del silencio cómodo que se hizo justo después del almuerzo, noté que las mejillas del mayor estaban sonrojadas, y le miré curioso, preguntándome en qué estaba pensando.

—He intentado… utilizar juguetes para acostumbrarme a la sensación nuevamente, y dejar esa barrera que me impide disfrutarlo. Pero cada vez que lo hago ni siquiera puedo utilizar uno más grande que mis dos dedos, y aun así duele mucho, sólo puedo soportarlo por algunos segundos antes de rendirme y terminar llorando —susurró, sin atreverse mirarme a los ojos—. Me he estado preguntando… si tú podrías ayudarme con eso. Últimamente, cada vez que me tocas se siente muy bien, y mi cuerpo ha dejado de estar en defensa cuando lo haces, así que tal vez… eso podría relajarme y disminuir el dolor.

—¿Quieres que haga lo mío, mientras tú intentas hacerlo con juguetes? —Asintió.

—Lamento… que no puedas hacer más. Todavía no puedo con la sensación de ser tocado ahí. —Negué.

—No tienes que disculparte por eso. Sólo quería verificar si entendí bien la información. Haré justo lo que tú me digas, ni más, ni menos  —dejé un beso en su frente, con el fin de tranquilizarlo.

—Eso no es verdad. A veces te gusta jugar con mis órdenes para obtener un castigo. Eres un mentiroso —rio bajo.

—Hablaba de cosas serias que no te generan dolor…  Me gustan tus castigos.

—Bien. ¿Vamos? —agarró mi mano, y se levantó. Me quedé sorprendido de que fuera tan repentino.

—¿Ahora? —Asintió, con timidez.

—Sí. ¿Algún problema? —levantó una ceja.

—En absoluto.

Cuando nos encerramos en la habitación me quité la camisa, el mayor me miró curioso mientras organizaba la cama, pero no dijo nada. Fui al clóset por el collar de cuero negro junto con la correa, y el arnés que siempre usaba, entonces me miró aún más extrañado mientras de desvestía.

—¿Por qué te vas a poner eso?

—Me gusta usarlo —me encogí de hombros.

—Eres todo un sumiso… —negó levemente, con una sonrisa.

—Me gusta serlo, pero sólo contigo.

—Me pregunto si serás capaz de dominarme otra vez —su mirada desafiante me hizo sonreír.

—No pongas en duda mi capacidad de ser lo que yo quiera. No perderé mi versatilidad por acostumbrarme a esto.

Esa divertida conversación me hizo olvidarme por un rato de mis preocupaciones, que empezaron a surgir tan pronto como el mayor me comentó su idea. No sabía si yo podría traerle recuerdos malos mientras se tocaba e intentar que su propio cuerpo volviera a la normalidad, no quería verlo otra vez en crisis por estar conmigo. Si cuando estaba solo lloraba, ¿podría yo realmente evitar que las cosas empeoraran?

Cuando tiró de la correa para acercarme a él y besarme, me obligó a subirme sobre él, que ya estaba recostado en la cama. Intenté distraerme con aquel beso desesperado, y junto con el toque de sus manos en mi cuerpo, me generó una erección.

Segundos después, llevó mis manos a su torso, señal de que acariciara su piel, y rápidamente obedecí. Al separarse, volvió a tirar de la correa, y me ordenó complementar el trabajo de mis manos con mi boca, a lo que rápidamente obedecí, y empezó a jadear.

Sus reacciones me daban mucho placer, tanto, que ni siquiera había necesidad de tocarme para aumentar aquella corriente eléctrica que recorría mi cuerpo, y me excitaba aún más. Pero las preocupaciones volvieron cuando me ordenó cambiar de posición, hacerme al lado de él, para abrir las piernas y agarrar la botella de lubricante.

Cuando acercó su mano a la delicada zona, me ordenó que metiera su pene en mi boca para darle más placer, y distraerlo de la incómoda sensación, mientras acariciaba sus pezones con la mano que tenía libre.

Los gemidos que salían de sus labios indicaban que la cosa iba bien, aunque de vez en cuando salían quejidos de dolor. A veces me ordenaba que me detuviera con mi boca para que él no se corriera tan rápido, y me ponía a lamer su torso.

Presté exagerada atención a la reacción de su cuerpo cuando metió el vibrador, y yo di por finalizado el descanso de mi garganta. Estábamos yendo despacio, sin necesidad de hacer algo más.

Mi propio cuerpo me pedía algo de atención, una caricia en mi erección olvidada, una bofetada, cualquier cosa. Pero yo no me molesté en decir nada, y me encomendé de lleno a mi labor. El placer que inundaba mi cuerpo aumentó considerablemente cuando los gemidos del pelinegro se hicieron más fuertes, y entendí que debía aumentar el ritmo con el que chupaba.

Por lo que alcanzaba a notar, había alcanzado a meterlo por completo, e incluso lo puso a vibrar, mientras simulaba embestidas, y de vez en cuando se quejaba.

—Más… necesito… ah… —gimió, y lo metí de lleno en mi boca, sintiendo mi garganta arder, y mis ojos llenarse de lágrimas.

Cuando se corrió en mi boca, lo tragué entero al sacarlo, y limpié mis labios con el dorso de mi mano mientras me arrodillaba. Incluso yo me había corrido un poco con sólo sus gemidos. Su pecho subía y bajaba agitado, al igual que su respiración, y sus piernas estaban temblando un poco, antes de que las estirara por completo en la cama, después de dejar el vibrador a un lado.

—Sí… funcionó —jadeó—. Pero no te dije que te lo tragaras, idiota.

Se sentó, y acarició mi mejilla. Su otra mano tiró de la correa para besarme, y gemí bajo la leve sensación de ser ahorcado.

—Parece que alguien aquí no ha recibido la suficiente atención. —Asentí, e hice el estúpido intento de tocarme, aunque rápidamente apartó mi mano.

—Tócame… por favor. —Él, literalmente, tocó mi pecho con la punta de su dedo índice, con una sonrisa divertida.

—Listo. —Suspiré.

—Eso no… Fóllame, pégame, como siempre lo haces, eso es lo que quiero.

—¿Quién te crees para darme órdenes? —se cruzó de brazos, dándome una mirada severa.

—Hyung…, lo siento… —lloriqueé besando su cuello, en un intento de que tuviera compasión de mí.

—En cuatro. Ahora. —Sonreí felizmente al escuchar aquella orden.

—Sí, señor —obedecí rápidamente, y tan pronto como empezó a jugar con mi cuerpo, empecé a gemir fuertemente. Ya me había acostumbrado a aquello, pero la dicha que sentía no disminuía.

Don't Leave Me: KNJ x MYG ✍️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora