Namjoon: El comienzo

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Siempre me sentía solo, como si todas las personas que me rodearan en mi vida diaria no fueran más que sombras. Era como si hubiera una barrera que me impedía deshacerme de ese horrible sentimiento, porque siempre había algo que debía ocultar.

Nunca podía ser yo realmente, no encontraba ningún espacio que me brindara la seguridad necesaria para salir de mi caparazón. Así fue durante toda mi vida, me obligaba a esconder mi verdadero ser para soportar la dolorosa vida que cargaba encima. Era amable con todo el mundo, siempre había una sonrisa en mi cara y nunca debían preocuparse por mí.

Todos los adultos que me conocían me elogiaban y decían que era un buen niño, algunos incluso comparaban a sus hijos conmigo. Tenía excelentes notas y me esforzaba por aprender cosas nuevas por mi cuenta cada día, en un intento por no ser un niño inútil. Quería que las personas me miraran y dijeran cosas buenas de mí, como una forma de compensar todo el cariño que me era negado en casa.

A pesar del reconocimiento académico, las buenas relaciones que tenía con maestros y compañeros, ser considerado un estudiante ejemplar y demás títulos que se suponía que deberían enorgullecer a mis padres; los golpes nunca disminuían.

Mi padre nunca reconocía nada bueno de lo que hacía, no le importaba cuando sacaba buenas calificaciones o incluso el primer puesto cada año, nada era suficiente para él, porque cada día lo decepcionada con algo diferente. Si llegaba tarde a casa, si le decía que estaba demasiado cansado para ayudarlo con sus cosas, por ser un gasto de dinero inútil y demás.

Yo hacía todo lo posible por estar a la altura de sus expectativas, pero era como si estuviera corriendo sin descanso por algo que nunca iba a llegar, porque siempre que creía haber llegado a la meta, me daba cuenta de que no estaba ni cerca de alcanzarla.

Me forzaba a mí mismo a ser perfecto, empujar mis defectos a lo más profundo de mi alma, donde estaba mi dolor y todo el odio que albergaba contra mí mismo. También me sentía distante de todo el mundo, porque había logrado que todas las personas me vieran como el chico perfecto que no daba preocupaciones, el de las mejores notas y mejores capacidades.

Sólo quería ser reconocido, buscar afuera todo lo que no me daban en casa. Tal vez ese fue el verdadero motivo por el que acepté sin duda alguna la oferta que me dio la empresa en la que ahora trabajaba para ser artista, quería fama y llevar esa imagen de perfección a otro nivel, en un intento por llenar mis vacíos.

No tardé en descubrir que la fama ni el dinero llenaban mi corazón roto, sólo el amor podía hacerlo. El amor de la mujer con quien estaba tan seguro de casarme reparó todas mis grietas, me hizo descubrir que estaba bien no ser alguien perfecto, tener aspiraciones personales y hacer oídos sordos a las expectativas ajenas porque lo único que importaba era lo que yo quería.

Con ella descubrí todas las cosas buenas que había dentro de mí, y a su lado pude amarme, solucionar el odio que había albergado contra mí durante tanto tiempo y ser feliz.

Sin embargo, desde antes había alguien que me había enseñado que estaba bien ser yo mismo. La persona que era mi mejor amigo, Min Yoongi, me hizo entender que había bastantes cosas buenas en mí por descubrir; también me dio la seguridad para desahogarme por primera vez con alguien, y me consoló como alguien nunca me había consolado.

En realidad, fue él quien me hizo entender lo que era tener a alguien con quien ser yo realmente, alguien que no me miraba por encima de ese manto de perfección que me aislaba de todo el mundo.

Todo eso empezó por pura casualidad, por el simple hecho de haberme encontrado llorando en los baños de la escuela, justo cuando la jornada terminó y no quedaba casi nadie.

Habían ocasiones en las que me derrumbaba por soportar tanto dolor y mantener la imagen ideal de mí todo el tiempo; además de mi habitación, ese era el único espacio en el que podía dejar salir mi debilidad y todas las cosas malas que habitaban en mí.

—¿Namjoon? ¿Qué haces aquí llorando? —El mayor se acercó a mí, mientras yo estaba temblando en una esquina. Rápidamente levanté la mirada y me limpié las lágrimas, pero el dolor aumentó al saber que él había logrado ver esa terrible imagen de mí.

—No es nada, estoy bien —intenté dejar de llorar.

—No estás bien. Ni siquiera puedes calmarte. Salgamos de aquí, este lugar huele horrible —me agarró la mano y me sacó de la escuela, hasta que llegamos a la parada de autobús y nos sentamos.

—Te lo dije, estoy bien. —Gracias a la caminada, pude recuperar la compostura e intentar arreglar lo que había roto.

—Que hayas dejado de llorar no significa que te haya dejado de doler. No tienes que estar bien todo el tiempo, ¿sabes? —tomó mi rostro entre sus manos y me obligó a mirarlo.

—Se supone… que no debería hacerlo frente a las personas. Podría llegar a incomodarlas, se supone que no tengo motivos para llorar.

—A mí no me molesta verte mal, siempre y cuando me dejes ayudarte —me sonrió con ternura.

—¿Cómo podrías ayudarme? No hay nada que puedas hacer.

—Claro que puedo hacer algo. Puedo hacer esto —me abrazó, y yo volví a sentir aquel nudo en la garganta que me indicaba que quería llorar.

—Esto… no ayuda. Se siente mal —sollocé.

—¿Por qué se siente mal? Puedes decírmelo, no te diré nada malo, no te voy a juzgar ni nada, sólo quiero hacerte sentir mejor. —Me permití esconder mi cara en su cuello, y aferrarme a él.

—Porque… soy débil. Los hombres no lloran por estupideces. ¿Qué voy a hacer cuando sea un adulto, cuando todo sea más difícil? No voy a poder soportarlo, no sé si puedo con el presente.

—Todas las personas somos débiles a veces. Tú me has visto con la mirada decaída un montón de veces, ¿no es así? —asentí—. No tienes que ser tan duro contigo mismo, está bien llorar a veces, no puedes sentirte bien todo el tiempo.

—Eso… lo entiendo, pero no debería estar haciendo esto. Debería estar solo.

—¿No quieres mi compañía? —su voz sonaba preocupada.

—Sí la quiero, pero no es lo correcto. Está mal. Tú no tienes por qué cargar conmigo, y aun así… aquí estamos.

—Yo quiero hacer esto. Quiero quedarme a tu lado cuando te sientas triste, ¿no se siente muy solo cuando lloras en soledad y deseas que alguien te abrace? —Asentí— no te sientas culpable por querer algo de cariño, todos lo necesitamos, todos necesitamos un hombro en donde llorar. Puedes decirme lo que te tiene así, puedes desahogarte conmigo e incluso podría intentar darte un consejo.

—Es tan duro, hyung…; no puedo ser perfecto, por más que lo intente, nunca logro complacerlos, nunca soy lo que ellos quieren, siempre soy una decepción. ¿No se supone que tus papás deberían sacarte adelante? Entonces… ¿por qué los míos sólo me hunden? En verdad lo intento, cada día me esfuerzo, pero no puedo con esto. Me siento tan solo…

—¿Solo? Pero si te mantienes rodeado de gente, ¿por qué sientes eso? —el mayor se confundió con esa palabra, y mi llanto empeoró.

—No debería sentirme así, lo sé.

—Esto no se trata de lo que deberías o no sentir, se trata de lo que sientes, no puedes controlar eso. Así que dime, ¿por qué te sientes de esa forma?

Sus caricias, tanto en mi cabello como mi espalda, fue lo que me hizo desahogarme por completo. Decidí sucumbir ante esa mínima muestra de amor y no pude guardarme más todo el peso que cargaba. Sin embargo, Yoongi no mostraba desagrado alguno ante mis problemas, sólo se quedó ahí, abrazándome; a pesar del frío y de lo tarde que era, no se fue de mi lado.

—Lo siento… —fue lo único que pude decir cuando terminé.

—No me pidas perdón por esto, no me molesta. Está bien que llores por eso, que quieras un abrazo y decirle todo eso a alguien. De hecho, estoy agradecido de que me tengas la suficiente confianza para decírmelo. Tú mismo dijiste que somos amigos, y los amigos se apoyan entre sí, al menos eso es lo que yo creo, porque eres el único amigo que tengo, Namjoon —su voz llena de tranquilidad me sacó una sonrisa, al igual que sus palabras.

Me alejé de la comodidad de su cuello para mirarle a los ojos, y sacó un pañuelo de su bolsillo para secarme los ojos y limpiarme la nariz.

—Hyung… —Recibí una mirada curiosa de su parte— eres el mejor amigo que tengo. Te quiero mucho, no te alejes de mí, ¿sí?

Las mejillas del mayor enrojecieron de una adorable manera, una sonrisa tímida se dibujó en sus labios y apartó la mirada de mis ojos.

—No me iré a ninguna parte, voy a estar contigo todo el tiempo posible.

—¿Será posible que sea para siempre?

—Esforcémonos para que así sea.

—Te quiero, hyung —ni siquiera supe qué fue lo que me impulsó a besar su mejilla, pero sentía que debía hacerlo, como una demanda de mi corazón debido a haber encontrado a alguien tan valioso como él.

—Yo también te quiero.

Cuando llegué a casa aquel día recibí una paliza, no sólo por haber llegado tarde, sino por haberme perdido de los ojos de mi hermana y obligarla a irse sola a casa a esa hora de la noche. Papá agarró primero la correa, hasta que descubrió que no era suficiente para hacerme pagar por mis errores, y decidió sacar el látigo con púas que a mí tanto me aterraba.

Después, me echó sal en las heridas, y me pregunté si él no tenía aunque fuera una pizca de amor hacia sus hijos para no compadecerse ante mi dolor, como si fuera incapaz de sentir compasión o lástima hacia su propia familia.

Al siguiente día, llegué vendado casi por completo, y al cambiarme para la clase de actividad física, todo el mundo me miraba raro por mis vendajes llenos de sangre. Yoongi fue el único que se acercó a mí aquel día después de esa clase; lo único que hizo fue actuar como siempre lo hacía, hasta que nos quedamos solos y dejó ver su preocupación.

—Namjoon, ¿qué te ha pasado? ¿Estás seguro de que te sientes bien con esas heridas?

Casi había llorado en esa clase. Hacer deporte era una completa tortura para mí, y a pesar de las preguntas del profesor, junto con las miradas raras de mis compañeros, me esforcé por ser el mejor. Dolía como mil demonios, peor que cuando me gané todas esas heridas; aun así, me mordí la lengua y callé mi dolor, aunque estuve cerca de desmayarme al final de aquella tortura.

—Sí, estoy bien —esa era como mi respuesta predeterminada, porque me costaba mucho esforzarme en no mentir; ni siquiera con Yoongi me detenía a cambiar aquel modo por defecto antes de darle una respuesta.

—Dime la verdad. Estuviste aguantando todo hace un rato, casi te desmayas, ¿no es así? —tomó mi rostro entre sus manos para obligarme a mirarlo.

—Sí. No estoy bien, duele mucho. Es horrible, como una tortura —susurré, porque estaba al borde del llanto, otra vez.

—¿Puedo… ver qué tan malo es? —acarició mis mejillas, y en sus ojos sólo había preocupación y miedo de lo que podría encontrarse cuando me quitara la camisa.

—Está bien. Sólo… no se lo digas a nadie. Me matarían si alguien se entera de todo.—Yoongi asintió.

Agarré su mano y fuimos a unos vestidores vacíos, y me quité la camisa para dejarle ver con detalle todo, a pesar de la vergüenza que sentía. Dejé que me hiciera girarme y levantar los brazos para mirar las vendas manchadas de sangre.

—Deberías cambiarte esas vendas. No se ve nada bien, deberíamos ir a la enfermería. Te acompañaré.

Negué de inmediato.

—No puedo ir allá. Si voy, llamarán a mis padres y todo será peor. Esto fue lo mejor que pude hacer con lo que tenía en casa, no tengo nada más.

El mayor se quedó pensando en silencio mientras yo me volvía a vestir. Me quedé sentado en una banca a su lado, y agarró mi mano para dar pequeñas caricias en mi muñeca. Yo recosté mi cabeza en su hombro, porque me gustaba sentir aquella cercanía entre nosotros.

—Tengo una idea. Vamos a mi casa, tal vez tenga algo con qué ayudarte. Tengo una bañera en casa, y con el dinero que tengo puedo comprarte medicamentos y más vendas.

Me mordí la lengua, pensando. Me sentía culpable de que él tuviera que gastar tantas cosas en mí: dinero, tiempo…; ¿Era justo para él dejar que me ayudara? Él era tan lindo conmigo, pero yo no podía dejar de pensar que era una pérdida de tiempo.

—¿Estás seguro de que es una buena idea? No quiero causarte problemas…

—No vas a causar ningún problema. Quiero ayudarte, y voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para eso. Te daré dinero para que puedas llamar a casa.

Sabía que eso no haría la diferencia, de todas formas me iban a golpear cuando llegara. Aun así, le hice caso. Ninguno tenía celular porque no nos alcanzaba el dinero, Yoongi estaba ahorrando para conseguirse uno, porque no se había ganado el cariño suficiente de su padre para recibir regalos grandes.

Por mi parte, yo no tenía forma de conseguir algo de dinero para mí, porque todo el que ganaba en concursos o cosas similares era confiscado por mis padres, bajo la excusa de que debía aportar algo al pobre hogar que teníamos, pero era bien sabido que era para que mi papá se lo gastara en alcohol.

Al decirle a mamá, lo único que me dijo fue: “tú sabes lo que pasará cuando tu papá llegue, Namjoon, y tendrás que asumir la culpa. No me hagas castigar por tus cosas, es lo único que te pido. Cuídate, por favor, no hagas las cosas peores de lo que ya son.”

Me dolió que solo se preocupara porque no le causara problemas con papá, pero era algo a lo que ya estaba acostumbrado. Se sentía estúpido creer que ella podría preocuparse por mí después de tener que estar constantemente cuidando de sí misma para no provocar a papá, lo que hacía que no le quedara tiempo de cuidar de sus hijos; era demasiado para ella. Y aunque intentaba entenderla, no dejaba de doler.

—¿Qué te dijo? —preguntó Yoongi con curiosidad cuando terminé de hablar con mamá.

—Que me iba a esperar un castigo cuando llegue y debo ser yo quien lo reciba de lleno porque ella ya tiene mucho para soportar, en resumen —suspiré.

—Lo siento…, sólo quiero ayudarte y parece que lo único que hago es darte más problemas —susurró, desanimado.

—No importa lo que haga, siempre habrán problemas. No es tu culpa, quiero estar más tiempo contigo esta vez, aún si voy a tener más heridas mañana, de todas formas él buscará cualquier cosa para hacerlo. Me preocuparé cuando el momento llegue, por ahora, quiero ir contigo. 

Se quedó en silencio. Al ver que él no hacía nada, agarré mi bolso negro, me levanté y le ofrecí la mano para ayudarlo a levantarse con una sonrisa, en un intento de alejar el extraño ambiente. Tal vez él besó mi mejilla porque sabía que no podía abrazarme, pero no quería preguntar el porqué de sus acciones, sólo quería quedarme con ese bonito sentimiento en el pecho sin cuestionarlo demasiado.

Después, nos fuimos a su casa. Tuvo que pagar algo de dinero para que me dejaran pasar la noche con él, y junto con su madre me curaron las heridas, luego de haberme bañado con mucho sufrimiento en la bañera, con ayuda del mayor para lavar mi espalda.

Al terminar, dejé de sentir que mi cuerpo estaba siendo torturado, y gracias a las pastillas no dolía tanto como antes. Le agradecí múltiples veces a ambos por haberme sacado de ese sufrimiento, aunque fuera por un rato. Cenamos con su familia, sin yo decir nada a menos que me preguntaran algo.

Me di cuenta de que su familia era demasiado distante, tal vez sólo cenaban juntos en aquella ocasión por las apariencias que darle a un desconocido como yo, pero no había forma de encubrir el hecho de que aquella era una familia carente de afecto, al igual que la mía.

Su papá solo hablaba de trabajo y dinero, me preguntaba en qué estaba pensando en trabajar cuando tuviera la edad, y si me gustaría ayudarle con algunas cosas para ganar dinero, aunque me negué, sabiendo que a Yoongi le iría mejor con eso. En primer lugar, porque él tenía una gran ambición por el dinero; y en segundo, porque yo tenía la tendencia a ser descuidado y romper cosas, por lo que no me quería meter en problemas.

Al final, nos encerramos en la habitación del mayor, y noté su alivio al encontrarse lejos de ellos.

—¿Puedo abrazarte? —me miró con temor, como si estuviera preocupado de lastimarme.

Tan pronto como asentí se lanzó a mis brazos, y no sabía si era porque quería consolarme, o porque se sentía mal por algo. Aun así, no me atreví a preguntar. No lograba entender cómo era capaz de ser tan cariñoso conmigo si era obvio que en su casa no le daban demasiadas muestras de afecto. También me preguntaba por qué había decidido sacar ese lado lindo conmigo, ¿era por lástima, o porque había encontrado en mí un lugar seguro?

—¿Vamos a seguir parados aquí? Estoy cansado… —bromeé, porque lo único que quería era que él dijera algo para yo saber qué hacer.

—Lo siento…

Se separó de mí, y se sentó en la cama, cabizbajo. Al notar su cambio de humor me senté a su lado y agarré su mano, lo que hizo que su mirada se iluminara de una extraña manera. Se quedó mirándome así por un rato, hasta que sus mejillas se pusieron rojas y apartó la mirada.

—Yo también me siento solo todo el tiempo. Pero en realidad es porque quiero estarlo, yo no soy capaz de ponerme una máscara que le agrade a los demás y fingir como tú lo haces, por eso prefiero alejarme de todo el mundo, sólo quiero sentirme bien con alguien, no quiero tener personas que no me hacen sentir nada. No sé cuándo empecé a sentirme así, pero no me quiero alejar de ti, tú me haces sentir bien. Me pregunto… si sientes lo mismo que yo.

Me quedé sorprendido ante su repentina sinceridad, al igual que con su mirada seria y su voz pensativa.

—Te dije que nunca puedo ser yo con alguien y me siento alejado de todo el mundo por eso, pero contigo es diferente. Contigo se desactiva todo ese sistema de defensa que tengo activado todo el tiempo. Me siento seguro a tu lado, porque tú no me ves con esa imagen que tanto me he esforzado por crear para todo el mundo. De por sí, comparto más cosas contigo que con el resto de las personas, pero ayer me desvelé por completo. Tal vez es porque tú no quieres nada vacío y pasajero que pudo pasar esto.

Soltó mi mano para llevar la suya a mi mejilla y sonreír.

—No sé cómo eres exactamente con las demás personas, sólo veo algo pequeño en el salón de clases. Antes… yo también caí en tu mentira. No fue hasta que te acercaste a mí que me di cuenta de que estaba equivocado; como no sentí la necesidad de alejarte decidí dejar que te abrieras conmigo, y me gusta eso, puedo verte como un ser humano. Esto… creo que es lo que realmente quería tener con alguien.

Mi corazón empezó a latir acelerado, y sentí un gran alivio. Me sentí feliz de escuchar sus palabras, a pesar de mis inseguridades sobre si estaría bien aquello que estábamos construyendo, se sentía bien todo eso. No estaba en el lugar equivocado, estaba justo donde debería estar, y con la mejor persona que pude haberme encontrado.

—No sabes lo feliz que me hace eso.

—Me alegra hacerte feliz en medio de todo tu dolor.

Me abrazó de nuevo. Era como si ninguno de los dos quisiera irse a dormir, a pesar del silencio que llenó la habitación.

—¿Por qué tienes tantas cicatrices? Muchas son… horribles. No lo digo porque se vean mal, no soy de juzgar a las personas; lo digo porque se ve que son de dolorosas heridas, como las que tienes en este momento. Si sufres tanto, ¿por qué nunca pides ayuda y me dices que me calle al respecto? No lo entiendo…

No rechacé la oportunidad de hablarle de todas mis cicatrices. Tal vez estaba diciéndole muchas cosas personales muy repentinamente, pero no quería seguir ocultándole cosas a él. Recordé muchas, pero había otras sobre las que no recordaba nada, eran tantas que me era difícil mantener registro de con qué me las hicieron, y el motivo detrás de ellas. Me sentí débil por volver a llorar frente a él y reconocer que no era justo todo eso que vivía; estaba pagando por cosas que no eran culpa mía.

A partir de aquella semana, nos hicimos más cercanos. Al yo haberme abierto con él, pude conocerlo más a profundidad poco tiempo después. Él no tenía cicatrices visibles como yo, pero sí tenía su sufrimiento escondido. Terminó contándome por qué le gustaba tanto el dinero, por qué su familia era tan distante, y demás cosas demasiado personales que no se sentían incómodas de escuchar después de todo lo que habíamos compartido.

Una vez que él fue a mi casa y nos encerramos en mi habitación para pasar el rato y terminar trabajos, terminamos tumbados en mi cama mirando al techo, me preguntó algo bastante peculiar que me dejó pensando en ello por un largo rato.

—¿Es normal que no me gusten las mujeres? No siento nada, como si no me interesaran en absoluto. Ni siquiera sé por qué te lo estoy diciendo —rio—. Sólo… es algo que he tenido atrancado desde hace un tiempo.

—¿Por qué lo dices?

—Mi mamá… me encontró haciendo algo… que no debería hacer. Se lo dijo a papá y… me dijeron que era una decepción, que por qué no podía ser normal, que estaban avergonzados de mí…; sólo me miran con tristeza y decepción a cada rato.

No entendía de qué estaba hablando. Sólo tenía una vaga idea que sólo me generaba confusión.

—¿Qué estabas haciendo, en primer lugar? —me atreví a mirarlo, y sus mejillas estaban enrojecidas.

—Mejor lo digo de otra forma. A ti te gusta Eunji, te pones raro cuando hablas con ella e incluso dices que te quieres casar con ella, ¿me equivoco?

—No. —¿A dónde quería llegar mencionando a la chica que me gustaba?

—Yo no siento nada de eso.

—No tienes que sentirlo de esa forma, específicamente. —Suspiró con frustración.

—A lo que me refiero es: no siento nada con ninguna mujer. ¿Sabes con qué sí siento algo? Cuando veo a esos modelos de televisión con caras hermosísimas, o cuando actores norteamericanos se quitan la camisa y dejan ver su abdomen marcado y brazos musculosos… ahí siento que se me acalora el cuerpo. Es confuso, ¿por qué no puedo desear estar con una mujer y ser normal? ¿Por qué tengo que sentirme así?

Ahí entendí todo. El motivo de su vergüenza cuando yo le daba un abrazo o un beso en la mejilla, por qué apartaba la mirada con timidez, y la forma rara en la que actuaba en los vestidores.

—Así que lo que hacías cuando tu mamá te regañó…

—…era ver cómo lo hacían gente rara como yo. Y se siente tan bien ver eso… porque he intentado ver cosas normales, ver esas actrices de las que habla la gente en voz baja durante los recesos, pero no siento nada, nada. Odio ser así —su voz se quebró.

—¿Por qué lo odias si para ti se siente bien? —le miré curioso, y acaricié su cabello.

—Porque quién sabe cuándo podré encontrar a un chico que me ame. Tú estás cerca de tener una novia y terminar casado con ella, pero ¿qué hay de mí? Tendré que pasar toda la vida escondido yendo a antros gays a que jueguen conmigo por una noche, hasta que me canse y acepte quedarme solo de por vida.

—Tal vez tengas suerte con tu alma gemela —no sabía qué hacer para ayudarlo. Nada de lo que hacía servía. Tal vez debería quedarme callado mientras encontraba otra forma de ayudarlo.

—Y ¿si es una mujer qué haré? ¿Casarme con ella aunque no sienta nada sólo por aprobación y ser infeliz el resto de mi vida? Esto… no está bien. Por más que lo mires, está mal, no debería ser así. ¿Por qué no puedo ser normal? Soy un asco. Tal vez a ti también te de asco después de esto.

—Si te sirve de algo…, a mí no me das asco. No me molesta. Está bien ser diferente, está bien ser tú.

—No está bien. Si mis padres se decepcionaron con eso, ¿cómo lo estarán cuando ande escapando de casa para ir a antros y me ande besando con cualquiera?

—Yoongi, ni siquiera has besado a alguien en tu vida. Te estás adelantando mucho. —Parecía que ni siquiera me estaba escuchando.

—Mi vida amorosa está destinada al fracaso, nunca encontraré a alguien como yo pronto, y mucho menos a alguien que quiera besarme. A este punto, podría confirmarme con un simple beso.

Yoongi empezó a llorar. Me senté y después de quedarme pensando por un rato, me levanté y le puse seguro a la puerta para volver con el pelinegro. Ni siquiera supe qué fue lo que me hizo subirme sobre él y besarlo, pero era lo único que se me ocurrió para que dejara de pensar que estaba mal que le gustaran los chicos. Se quedó inmóvil, y cuando me alejé, había dejado de llorar por la sorpresa; sus ojos me miraban brillantes y confundidos.

—¿Por qué…?

—Dijiste que te confirmarías con un beso —sonreí.

Entonces volví a besarlo. Para mi sorpresa, se sintió bien, demasiado bien. Tanto, que sentí un cosquilleo en mi entrepierna. Esta vez, Yoongi hizo lo posible por corresponderme, y aunque no sabía bien qué hacer, seguí besando sus labios, mientras él tiraba suavemente de las hebras de mi cabello. Cuando finalmente me separé y me arrodillé entre sus piernas, él se sentó. Su mirada se llenó de miedo.

—Ahora te lo contagié a ti también de esta enfermedad. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer?

Volví a besarlo, y después de unos segundos, él me empujó.

—¿Por qué sigues haciéndolo? ¿No ves que te hice algo horrible? —su ceño estaba fruncido, y hacía lo posible por no gritar.

—Si es tan malo, ¿por qué se siente tan bien? —Sus ojos se abrieron con sorpresa.

—¿Te… gustó? —Asentí— ese… fue mi primer beso —susurró.

—El mío no —sonreí.

—Es difícil seguirte el ritmo. Tú eres de los descuidados que se besa con la gente sin compromiso. Yo… no soy así. Me arruinaste la fantasía estúpida de hacerlo con alguien que me ame. —Reí bajo, aunque por dentro comenzaba a sentirme mal por haberle quitado su ilusión.

—No volveré a hacerlo… —empecé a disculparme, y él negó, con mi rostro entre sus manos.

—Ya no importa, el daño ya está hecho. Ahora enséñame a ser como tú, no quiero sufrir cuando me usen.

Fue él quien dio inicio a ese beso, y también se sintió muy bien.

Don't Leave Me: KNJ x MYG ✍️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora