Yoongi: Recuerdos

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Desde que tengo memoria siempre he visto a mi papá trabajando. Sólo llegaba a casa a comer o a cambiarse, y se volvía a ir, dejándole todas las labores de la casa y sus hijos a mamá. Ella era como la única subordinada que tenía mi papá, y era lo único que lo hacía sentir que había progresado en algo al librarse de la carga que implicaban las labores domésticas.

A mi hermano mayor lo veía como el heredero de toda la fortuna que, según él, iba a conseguir para cuando muriera, le enseñaba el valor del trabajo, la importancia del dinero, y la forma correcta de hacer negocios y manejar personas.

A pesar de que a Daehyun no le interesaba nada de eso, papá lo obligaba a faltar a clases para llevárselo al trabajo y enseñarle, porque según él, nada de lo que aprendíamos en la escuela nos iba a servir para ganar dinero.

Daehyun prefería hacer deporte, era un excelente atleta, pero papá prefería a obligarlo a aprender sobre negocios. Por el contrario, mi otro hermano, el menor, prefería salir con sus amigos, debido a que en casa nadie le prestaba atención, Chunghee no era nadie para nuestro padre, y el hijo menor no tenía interés alguno en voltear la situación a su favor, él decía que no quería ser como ese loco, que se había olvidado de su propia familia por una riqueza y prosperidad que nunca iban a llegar.

Todo de lo que hablaba papá era dinero, dinero y negocios, siempre decía que necesitaba más, que no era suficiente lo que tenía, y tener que mantener a una esposa y tres hijos le hacía perder mucho tiempo; el tiempo era dinero para él.

Aunque papá no tenía un rango demasiado alto en su empresa, hacía todo lo posible por escalar más y más alto, aún si eso significara olvidarse de otros aspectos de la vida, como la familia, el amor, la salud y demás.

En la mayoría de recuerdos que tengo de él, siempre estaba cansado, y sólo se le veía feliz cuando nos pedía al resto de la familia que lo acompañáramos para retirar el dinero que recibía cuando le pagaban. La única felicidad de papá era el dinero.

Desde la infancia, cuando apenas teníamos lo básico para sobrevivir y no había entrado a la empresa que le dio todo, papá tenía dos, tres, y hasta cuatro trabajos de medio tiempo.

Llegaba a casa a dormir solamente, ni siquiera tenía la energía para velar por sus propios hijos, porque estaba utilizando cada gota de su sangre, sudor y lágrimas para darnos una buena vida, aunque, en realidad, sólo quería sentirse orgulloso de algo, no porque realmente nos amara. Su único aporte era el dinero, y era el que más peso tenía en el hogar, más que el amor y la enseñanza de valores.

De forma inconsciente, esas ansias de conseguir dinero y subir de estatus empezaron a echar raíces en mi alma desde muy temprana edad. Cuando papá se consiguió un trabajo estable y de buen sueldo, empezó a darnos algo de dinero, a Daehyun y a mí solamente, aunque era mayor la cantidad que recibía mi hermano que la mía.

Con el poco de dinero que yo recibía, en lugar de gastarlo en cosas para mí, compraba dulces para vender en la escuela, a pesar de que estaba prohibido; con el objetivo de compensar la diferencia que tenía con mi hermano.

Dejé de anhelar cosas típicas de niños, como autos de juguete, muñecos, dulces y demás, para pedir dinero siempre que tenía la oportunidad. Hacía tratos estúpidos a los siete años con vecinos y compañeros de la escuela, como ayudar a lavar los platos, preparar la cena, arreglar jardines, ayudar con tareas, entre otras; a cambio de dinero, estaba dispuesto a hacer lo que fuera; también me aprovechaba de ser pequeño y delgado para obtener beneficios extra.

Sabía que el dinero podía comprar todos los sueños materiales que tuviera, desde autos de juguete hasta un área de juegos más grande que las de los centros comerciales.

Aunque mis deseos fueron incrementando de nivel conforme me hacía mayor, y en lugar de cosas infantiles, quería varios autos lujosos de los modelos más recientes, anillos de oro y plata, una casa grande en la que no me sintiera incómodo, y un perro, o un gato.

Cosas como el amor, los amigos, el reconocimiento o el poder eran secundarios, los dos últimos los iba a conseguir si tenía el dinero suficiente, el resto… podía esperar, porque nunca había encontrado a alguien que me comprendiera realmente y quisiera estar a mi lado por voluntad propia en lugar de hacerlo por intereses mundanos e insuficientes.

Debido a que papá siempre me dejaba de lado para sus cosas de negocios, a los catorce años, me vi en la obligación de suplicarle que me llevara con él, porque Daehyun se había negado ante todo lo que papá le había concedido, al igual que la oportunidad de heredar la mayor parte de la fortuna que iba a conseguir en su trayecto de vida.

En un principio, me aceptó con la condición de que le diera algo a cambio, ya fuera dinero o mano de obra, pero debido a que no tenía el dinero suficiente, me vi en la obligación de ayudarlo en el trabajo; además de aprendizaje y experiencias de vida, gané dinero y bastante conocimiento de lo que significaba trabajar, aunque no fuera para vivir.

Poco a poco, el dinero fue creciendo en paralelo a mis ansias por tener más, pero lo único que yo quería era irme de la casa para probar mis límites, quería ver hasta dónde podía soportar sin el amparo de mis padres, sin tener a mamá para hacerme la comida y lavarme la ropa, ni papá para darme dinero y compartir sus secretos de los negocios conmigo.

Era muy egoísta mi deseo, pero no había en esa cosa que se suponía que era un hogar, algo que me diera la suficiente motivación para quedarme. En la adolescencia, conforme más días pasaba en esa casa, más estancado me sentía, y empecé a escaparme de clases para cumplir con un trabajo de medio tiempo, que se suponía que me iba a dar el suficiente dinero para independizarme cuando cumpliera la mayoría de edad.

En medio de eso, no había tenido ninguna relación significativa a lo largo de mi vida, los amigos que alguna vez tuve en la infancia crecieron y se olvidaron de mí, consiguieron gente que valía la pena y no estaba ocupada todo el tiempo, buscando formas de ganar dinero.

En la escuela, todo el mundo me conocía como el vago que solamente iba a hacer negocios o apuestas, y nadie se interesaba en hablar conmigo, o saber qué había detrás de todo eso.

Pero la verdad no era algo extraordinario ni brillante, yo no era nada más que alguien lleno de vacíos que intentaba llenar con billetes, con un corazón ennegrecido por la avaricia, el aburrimiento y la soledad.

Nadie había logrado sobrepasar todas las barreras que había puesto para evitar que alguien entrara a mi débil alma, estaba orgulloso de que ninguna persona haya logrado ver el caos que escondía mi verdadero ser, y si alguien se llegaba a acercar mucho, terminaban yéndose por voluntad propia.

A las personas no les gustaba que alguna relación fuera más profunda de lo necesario, no les gustaba comprometerse con adquirir la responsabilidad de mantener algo tan delicado y de arduo trabajo como un lazo de amistad profunda.

Debido a eso, sólo me limitaba a ver dramas o series internacionales, era la única forma de olvidarme de mi soledad, pero al mismo tiempo me hacía desear tener a alguien a mi lado, tal vez como un experimento para saber si podía llegar a querer a alguien, o como solución a mi soledad.

No quería alguien irrelevante que no provocara nada en mí, al contrario, quería alguien que pudiera ver al verdadero yo y, aun así, tomara la decisión de quedarse a mi lado.

Necesitaba a alguien que no me mirara con indiferencia, alguien que pudiera sacarme de mi zona de confort, y pudiera darme la misma sensación que me daba el dinero, que era una forma inútil de llenar mis vacíos.

Anhelaba tanto algo de cariño y alegría, pero al mismo tiempo me rehusaba a dejar que esas cosas entraran a mi vida, me quedaba de brazos cruzados esperando, porque, al ser algo secundario, no merecía demasiado esfuerzo, y nada iba a pasar si no llegaba.

Sin embargo, cuando ese algo llegó con un chico de piel morena y sonrisa de hoyuelos que fue promovido en dos ocasiones de grado, no pude evitar sentir la necesidad de alejarlo.

No obstante, no hice nada, confiando en que verme sin ninguna máscara sería suficiente para alejarlo de mí, como había sucedido con todo el mundo; no esperaba que Kim Namjoon fuera diferente.

Me generaba curiosidad el motivo por el que siempre tenía rasguños y cicatrices, no sólo en la cara, sino en todo el cuerpo; al igual que la razón por la que siempre se veía confiado y carismático con todo el mundo, incluso conmigo, a quien todo el mundo ignoraba.

La primera vez que nos encontramos, fue porque él me buscó, yo nunca demostraba algún interés real en las personas nuevas que entraran al curso, si no era para vender cosas —materiales o servicios—, por supuesto.

Aunque la mayoría de veces no había necesidad de acercarme a ellos, terminaban enterándose por otras bocas cuál era mi único papel en ese salón, y eran ellos quienes llegaban a mí, sin que tuviera que hacer esfuerzo alguno. En el descanso, mientras yo estaba sentado en una banca del patio, leyendo un libro bajo la luz del sol, el moreno se me acercó.

—Hola, eres Min Yoongi, ¿no es así? —su voz tranquila eliminó mis sospechas de que buscara algún problema, lo que me permitió relajarme y dejar de estar a la defensiva.

Aunque Namjoon no era alguien demasiado grande, difícilmente podría darme problemas, pero nunca se sabía, tenía que cuidarme la espalda por si alguien intentaba robarme.

—Ese soy yo. ¿Tú también vienes por la apuesta de si mis pezones son rosados o no? —Hacía un par de minutos, unos compañeros de clase habían ido a preguntarme lo mismo, aunque no les dejé comprobar nada, y se fueron angustiados. Era bastante común ver que me utilizaran como motivo de burlas o cosas raras como aquella, ya me había acostumbrado.

—¿Apuesta? No, sólo vine porque te vi solo. ¿Puedo sentarme? —señaló un espacio que había a mi lado.

—¿Para qué?, ¿tienes negocios que hacer conmigo? —le miré desconfiado.

—¿Negocios? Creo que no. —Me mostró su linda sonrisa.

—Entonces, ¿por qué sigues aquí? —intenté ahuyentarlo.

—¿Puedo sentarme? Quiero acompañarte —le dediqué una mirada desconcertada mientras volvía a negar ante su petición.

—¿En qué? —alcé ligeramente las cejas.

—En los momentos que sea posible. Te ves muy solitario, ¿sabes? —Se sentó a mi lado, ignorando el hecho de que lo quería lejos de mí.

—Me gusta serlo.

—Pero ¿por qué siempre tienes una mirada triste cuando estás solo?

—¿Qué tanto me has estado observando, mocoso? ¿Quieres morir? —Y ahí se acabó mi paciencia, ¿por qué no me dejaba en paz como todo el mundo lo hacía?

—Ni siquiera me conoces…

—¿Cómo no voy a saber quién eres si te la pasas levantando la mano en todas las clases y eres el de mejores calificaciones? No te hagas el modesto, Namjoon.

—Oh, vaya, así que sí me conoces después de todo —una risita salió de sus labios.

El descanso llegó a su fin, al igual que la molesta presencia del número uno cerca de mí. Yo volví a mi lugar en las sillas de atrás, distrayéndome haciendo cuentas de cuánto dinero había ganado aquel día, mientras Namjoon volvió a su estado natural de ser el chico amable y aplicado.

Ninguno tenía motivos para relacionarse con el otro, y estaba bien así, todo estaba en el equilibrio que debería estar, hasta que se le ocurrió acercarse a mí de vez en cuando para hablar conmigo de cosas triviales, a pesar de que yo no demostraba interés en nada de lo que decía.

Un día, encontró la clave para acercarse a mí, sin que yo le diera pista alguna; hacía uso del método de ensayo y error, me hablaba de todos los temas posibles, hasta encontrar la forma de hacer que yo respondiera, aunque era muy fácil, algo tan sencillo como una pregunta para conocerme.

—¿Con quién vives? —su curiosidad parecía genuina.

—Mamá, papá y dos hermanos.

—¿Eres el mayor, el menor o el del medio?

—Del medio.

—¿En qué trabajan tus padres?

Así fue como Namjoon me hizo hablar, debido a que ninguno de los temas de conversación que había sacado eran de mi interés, decidió escuchar sobre mi vida, como si tuviera algún interés en conocerme.

Por el contrario, yo no era demasiado interesado en su vida, que probablemente era mil veces mejor que la mía, o al menos eso creía al inicio, cuando ignoraba sus cicatrices y vendajes, creyendo que eran producto de algún deporte que hacía.

Mi ignorancia se mantuvo por un largo tiempo, en el que el menor hacía todo lo posible por indagar en mi vida, y yo lo permitía, decidido a dejar que las cosas fluyeran para ver si existía la posibilidad de encontrar en él un amigo, a pesar de que tenía la certeza de que no iba a ser así.

—¿Practicas Taekwondo o algo así? Porque parece que siempre te golpean —interrumpí un silencio que se había formado, en otro de nuestros encuentros en el receso, al notar las vendas en su cuello.

—Vaya, es la primera vez que me preguntas por algo más que la tarea. —Ni siquiera me había dado cuenta de ese detalle. Mis mejillas se sonrojaron por la vergüenza, y aparté la mirada de sus ojos.

—Responde la pregunta.

—¿Taekwondo? Ojalá. No, estas vendas son por mi padre, siempre está borracho y me pega, aunque ayer fue porque intentaba proteger a mi hermana. —Su mirada se entristeció. Fue un impacto inesperado encontrarme con la realidad de Namjoon, que creí que era perfecta, así como él aparentaba serlo.

—Oh, lo lamento… —empecé a disculparme por haber metido mis narices en un tema sensible para él, pero el moreno negó.

—No, está bien, ya es como una costumbre recibir golpes. —Se encogió de hombros, dándome una sonrisa triste.

Aquel día me había acercado un poco más a Namjoon, sin haberlo ideado siquiera. Nunca creí que alguien como él tuviera que pasar por tantas dificultades, tal vez eso era porque no podía ver más allá de mis propios problemas y vacíos, lo que me hacía creer que todo el mundo tenía una vida mil veces mejor que la mía.

Era la primera vez que algo tan fuerte me quitaba esa venda. Internamente, le agradecí a Namjoon por ello, y como muestra de ello, empecé a interesarme un poquito más en conocerlo. Tal vez podría hacerle espacio en mi corazón a alguien, aunque no supiera bien cómo manejarlo.

—Oye, ¿quieres ir por un café el sábado? —me dijo, otro día.

—¿Por qué?, ¿no tienes en tu casa? —le miré confundido, sin entender a lo que se refería, ¿Por qué quería salir sólo por un café?

—Sí tengo, sólo quería salir contigo. Siempre nos vemos aquí, y es algo monótono, así que creo que deberíamos vernos por fuera de la escuela, me agradas, hyung —mi corazón empezó a latir con fuerza y rapidez, aunque mi cerebro todavía no procesaba el significado que escondían sus palabras.

—¿Por qué quieres gastar tu tiempo en salir conmigo?

—Porque eres mi amigo, no quiero verte sólo en la escuela. Me gustaría verte en ropa normal y estar en un espacio diferente, eso es todo —sonrió alegremente.

—¿Somos amigos?

—Por supuesto que somos amigos. —No había ninguna señal de que mentía cuando pronunció esas palabras.

—Me gusta esa idea. —Le sonreí. Era raro que yo le diera una sonrisa genuina, porque a las personas no les gustaba cuando lo hacía, por eso adquirí el hábito de evitar sonreír a toda costa.

—Interesante… —Me pareció raro que me mirara de aquella forma tan agradable, como si estuviera teniendo un buen momento a mi lado.

—¿Ah? —le miré curioso.

—Creo que es la primera vez que te veo sonreír en serio, tienes una linda sonrisa.

—¿Eso crees? —volví a avergonzarme.

—Te ves adorable cuando sonríes.

En medio de mi desespero por tener dinero, encontré otra cosa que iluminaba mi oscuridad: la amistad que compartía con Namjoon. Podía sacar una fracción pequeña para eso por fuera de clases, rechazar un par de invitaciones de papá para salir con él y sentirme libre.

Tal vez valiera la pena gastar un poquito de mi tiempo en regar esa flor que estaba empezando a crecer en una de las grietas de mi corazón. Pasamos de estar juntos una o dos veces a la semana en los descansos, a aprovechar cada oportunidad que se presentaba para sentarnos a hablar de cualquier estupidez, porque Namjoon me había hecho querer prestar atención hasta al más mínimo detalle que saliera de sus labios.

Aprendí muchas cosas de él y de mí en el proceso. Descubrí que podía ser una persona agradable y carismática, aunque costara dejar ver ese lado de mí; también me di cuenta de que Namjoon no era el tipo arrogante e hipócrita por quien lo tomaba, era alguien lleno de maravillas que yo quería descubrir.

Yo podía ser muchas cosas, e incluso podía elegir qué versión de mí quería mostrar; dependiendo de la persona, podía ser muy amable, desconfiado, abierto, atento, desinteresado, suelto, engreído…; podía ser muchas cosas, como si de pronto, descubriera todas las partes que me componían, algunas más agradables que otras.

Incluso llegamos a ir a la casa del otro para estar más cómodos. Terminé conociendo a su madre y a su hermana, al igual que la humilde casa que habitaban. Por mi parte, lo dejé conocer a mi familia, teniendo que pagar un precio por dejar entrar a un desconocido a la casa, aunque era algo normal considerando la forma de ser de mi padre.

La mayoría de veces, íbamos a su casa porque no teníamos nada qué hacer, nos dedicábamos a hablar, o a hacer alguna tarea debido al aburrimiento. Namjoon había traído muchos cambios positivos a mi vida, gracias a él mis calificaciones mejoraron, dejé de meterme en problemas con los profesores, y mi padre me empezó a dar dinero extra por el progreso.

Era como si todo dejara de verse negro y gris, como si Namjoon le hubiera dado ese color que le hacía falta a mi vida. Por eso, estaba eternamente agradecido, e intentaba compensárselo, ya fuera abriéndome con él, darle muestras de afecto, e invitarlo a comer de vez en cuando.

Incluso llegué a decirle que lo quería, y agradecerle por entrar a mi vida, a pesar de que yo no quería que nadie lo hiciera; le agradecí por cambiar tanto las cosas en mi vida, y librarme de la rutina aburrida en la escuela.

Don't Leave Me: KNJ x MYG ✍️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora