Yoongi: Caída

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Empecé a preocuparme desde que le mandé un mensaje a Namjoon y no respondió, incluso intenté llamarlo, pero no obtuve respuesta alguna de mi pareja, también llamé al teléfono de la mansión, sin éxito alguno. Y cuando le pregunté a Hoseok al respecto él tampoco sabía nada, y ni siquiera había podido comunicarse con el moreno, debido a eso fui que le di acceso a la casa, y mis temores se hicieron realidad cuando Jung me habló de la situación.

Namjoon había vuelto a caer, y yo no podía hacer nada para ayudarlo directamente porque estaba demasiado lejos, y aunque le pedí a su alma gemela que velara por él, mi inquietud no disminuía, y solía contar los días para volver a casa.

Cada vez que hablaba con Hoseok me daba cuenta de que ni siquiera él podía hacer que mi pareja mejorara, sólo era momentáneo. Aunque él me pedía perdón muchas veces por no poder ser de utilidad, yo intentaba hacer que dejara de sentirse culpable, porque en realidad no estaba en él que Namjoon volviera a florecer, y yo sabía muy bien que existía una gran probabilidad de que yo tampoco iba a poder hacer mucho.

Odiaba la impotencia que me hacía sentir tan culpable, sentimiento que aumentaba cuando los días se hacían más eternos. Sin importar cuánto me esforzara por estar bien y permanecer fuerte, siempre había algo que me recordara mi sufrimiento, y la poca tranquilidad que había logrado conseguir se derrumbaba rápidamente.

Sabía todas las porquerías que Namjoon hacía cuando yo estaba fuera por Hoseok, desde drogarse y alcoholizarse hasta cortarse y acostarse con múltiples personas. Esa era una de las razones por las que me sentía tan ansioso e inseguro de mí mismo, porque no sabía si yo sería capaz de ayudarlo a salir de todo eso. Pero no creí que me encontraría de golpe con la mierda que hacía mi pareja cuando llegara.

Mi corazón estaba latiendo acelerado desde que me levanté, y aumentó considerablemente al subir a la segunda planta de la mansión. Escuché los gemidos de mi pareja con mucha claridad y suspiré angustiado. Miré en su habitación, pero Namjoon no estaba ahí, y todo era un desastre absoluto, con sólo el hedor me daban náuseas, y ver toda la mierda acumulada en el suelo tampoco ayudaba mucho a sentir menos asco.

Por mucho que quisiera evitar encontrarme con él, por mera curiosidad caminé al lugar desde donde se escuchaba el ruido, y la imagen me hizo doler el pecho horriblemente.

No me dolía el corazón sólo por verlo en aquella posición, sentado en el borde de la cama, con los ojos cerrados y gimiendo ante la mamada que le daba aquel chico de piel negra arrodillado en el suelo entre sus piernas, alguien que yo nunca había visto en mi vida.

Namjoon estaba completamente desnudo, por lo que pude ver con absoluta claridad las vendas en su cuello, brazos y muslos, todas manchadas con un poco de sangre. También tenía unas grandes ojeras en torno a los ojos, y descubrí que estaba demasiado delgado, como nunca lo había visto en la vida.

No fue hasta que Namjoon terminó que abrió los ojos, y me dedicó una mirada vacía. El chico de piel oscura se levantó y dejó un beso en los labios de mi pareja que él no dudó en corresponder, y al notar mi presencia agarró la ropa tirada en el suelo y se fue, solamente con la ropa interior puesta.

—Oh, has vuelto. ¿Cómo te fue? —dijo con toda la tranquilidad del mundo mientras se vestía.

—Supongo que bien… Todo el tiempo he estado preocupado por ti, te he extrañado mucho.

—Lamento que me tengas que ver así. Yo… puse tus cosas en otra habitación para no ensuciar ni dañar nada.

Todo lo que yo quería era abrazarlo, pero al mismo tiempo estaba congelado en el umbral de la puerta, como si una gran distancia me estuviera separando de él. No sabía qué decirle, ni cómo ayudarlo para que dejara de hundirse.

No había nada que pudiera preguntarle porque ya sabía todo lo que estuvo haciendo en mi ausencia, y tampoco habían palabras adecuadas para consolarlo. Cuando se levantó de la cama y pasó por mi lado no me dijo nada, ni siquiera me dio muestra de afecto alguna, sólo actuó como si yo no existiera, y el dolor en mi pecho aumentó.

—¿No hay nada que pueda hacer yo? —susurré con voz queda viéndolo alejarse de mí hacia el pasillo, y el rubio se detuvo.

—No. Ocúpate de tus asuntos —respondió cortante mirándome por encima del hombro.

—¿Qué? Tú eres parte de mis asuntos. Sé que no puedo hacer demasiado, pero al menos déjame intentarlo. Lamento haberme ido, lo único que quería era estar contigo, no quiero seguir lejos de ti. —Soltó un suspiro pesado y se dio la vuelta.

—Nunca te eché la culpa por eso. Sólo intento evitar que pierdas tu tiempo conmigo.

—Tú no eres una pérdida de tiempo para mí, me preocupas porque te amo, ¿acaso lo has olvidado? Porque yo no, no he dejado de hacerlo en ningún momento —intenté acercarme a él, pero el más alto negó.

—Sólo haz lo que realmente quieres, no te preocupes por mí —bufó.

—Está bien, lo haré.

Antes de que él pudiera irse decidí arriesgarlo todo y abrazarlo, aunque temía que él me fuera a rechazar, y me sentía en el momento menos adecuado para ello. Aun así, él me correspondió, y sentí un pequeño alivio.

—Eres un idiota —rio, rodeando mi cintura con sus brazos como siempre lo hacía.

—Lo sé. Te amo.

No me importaba no recibir respuesta de su parte, era algo que ni siquiera esperaba que hiciera, sólo necesitaba que él lo escuchara, que supiera que mi amor por él era incondicional, sin importar cuán hundido estuviera, yo me quedaría a su lado.

—Yo también te amo —respondió después de un rato.

—Entonces no te vayas, por favor, quédate conmigo —besé su mejilla, y al verlo asentir me tranquilicé un poco.

—Eres tan cálido… —susurró en mi cuello dándome un escalofrío— y tan lindo…

Me sorprendió que el rubio me acorralara contra la pared, y que me besara de aquella forma tan ruda y carente de afecto, contrario a como siempre lo hacía, y eso hizo que me preocupara más. La forma desesperada en que sus manos levantaban la tela de mi camisa me alarmaba, y aunque quería confiar en que él iba a detenerse, no podía hacerlo.

—No quiero hacer esto —intenté alejarlo de mí poniendo mis manos en su pecho y empujándolo suavemente, justo cuando había empezado a besar mi cuello. Al notar la señal, se alejó de inmediato y suspiró.

—Lo siento, no sé qué hacer conmigo —susurró con voz rota.

La única respuesta que le di fue un asentimiento con la cabeza, antes de agarrar su mano y llevarlo de vuelta a la cama para abrazarlo nuevamente. Namjoon no se resistió, se dejó llevar de mí sin decir ni una palabra. Ni siquiera intentó besarme ni nada, sólo se quedó inmóvil, con la cabeza recostada en mi hombro por un largo rato, hasta que se cansó de estar en aquella posición y se recostó en mi pecho.

—Namjoon… —lo llamé, sólo por la necesidad de escuchar su voz.

Sin embargo, no obtuve respuesta, y me di cuenta de que él se había quedado dormido. A pesar de haber pasado la mayoría de los días en vela, sin forma de conciliar el sueño, le fue muy fácil quedarse dormido profundamente en mis brazos por largas horas.

Eso me hizo sumamente feliz en medio de todas mis inseguridades. Ni siquiera quería moverme por la posibilidad de despertarlo, porque sabía que aquellas eran las primeras horas de sueño que tenía en bastante tiempo. Sólo me dormí, teniéndolo a él durmiendo como bebé en mis brazos.

Aquellas semanas creí que iba a poder ayudarlo, fue el único rayo de luz que me permitió el destino. Porque él sólo obedecía cualquier cosa que yo le dijera sin reprochar, como el niño obediente que solía ser. Siempre le pedía que cuidara de sí, intentaba asegurarme de que comiera, se arreglara, saliera y demás cosas básicas, y él no decía nada. Incluso le pedí que dejara de cortarse, y lo hizo, al menos por ese lapso de tiempo.

Después, sólo hacía esas cosas cuando yo estaba presente, si yo estaba en el trabajo o en un viaje de negocios, solía volver a lo mismo de siempre. Lo supe cuando un día llegué del trabajo y volví a ver vendas ensangrentadas en sus brazos, donde estaban sus cicatrices pasadas.

Lo peor era que él no decía nada, se había vuelto alguien asocial, contrario al chico extrovertido y alegre que yo conocía. Dolía aceptar que él había cambiado, ver que estaba cayendo más con cada día que pasaba y parecer que yo sólo era un espectador que no hacía más que ver a la persona que más amaba deprimida y sin ganas de vivir.

La primera vez que lo encontré con un cuchillo en la mano y los brazos sangrantes no dudé en correr a detenerlo, aunque él se molestó.

—Namjoon, tienes que dejar de hacer eso. ¿Podrías intentarlo siquiera? Hazlo por ti al menos —le demandé, intentando evitar que él me arrebatara el cuchillo.

—No —fue su única respuesta, con el mismo tono cortante de siempre mientras forcejeaba conmigo por el cuchillo ensangrentado.

—No puedo amarrarte todo el día para que dejes de hacerte daño —gruñí.

—Entonces no lo hagas —me dio una bofetada, lo que hizo que el cuchillo me cortara el cuello, y salió un poco de sangre. Eso fue lo único que sorprendió al rubio e hizo que se detuviera.

—No me vuelvas a tocar, no eres nadie para golpearme así —decidí devolverle el golpe, pero en lugar de una bofetada, le di un puñetazo en la mejilla que hizo que soltara el cuchillo, y él rio.

—Tú tampoco eres nadie para decirme qué hacer —me miró preocupado, a pesar de sus crueles palabras.

—Lo único que quiero es que estés bien, porque ni siquiera tú te preocupas por ti.

—No hay forma de que esté bien, por eso no importa… ¿Tú estás bien? —señaló mi cuello.

—A mí me importa tu bienestar. Esto… es sólo un rasguño, estoy bien. Ahora déjame curarte esas heridas. —Asintió, y lo llevé al baño para cumplir con mi labor, en aquel silencio incómodo.

Ese día no dormimos juntos, cuando salí de la habitación del rubio para comer, sólo me cerró la puerta, y cuando volví, no me molesté en tocar, sólo me fui a la mía, con el mismo dolor en el pecho de siempre.

En un principio intentaba pedirle amablemente las cosas, le decía con toda la suavidad del mundo lo mucho que me preocupaban las cosas que él hacía. A veces me prestaba atención y se disculpaba, pero fueron disminuyendo con el tiempo, hasta que empezó a responder con el tono cortante y frío que se había vuelto tan habitual en él, e incluso me había dicho que dejara de preocuparme por él. Cada vez que me pedía perdón me rompía el corazón escuchar de su boca todo lo que estaba sufriendo, porque eran las únicas veces que se desahogaba conmigo.

—Lo siento. Me cuesta vivir, sólo quiero olvidarme de mi mismo, del dolor que siento, porque es lo único que hay dentro de mí. Es horrible, siento que estoy muerto por dentro, siempre duele, nunca deja de hacerlo. Me odio demasiado, me miro al espejo y quisiera estar muerto, porque recuerdo… la imagen cuando los maté con tanta claridad, el olor, las heridas, la sangre… Todo está grabado en mi mente. No hay nada bueno que brote de mí, todo es tan horrible. Intento luchar, pero caigo muy fácilmente. No hay nada que pueda hacer, y siento que te estoy arrastrando conmigo. Yo te amo, en verdad lo hago, nunca dejaré de hacerlo, pero no puedo darte nada porque estoy vacío. Lo siento mucho.

Eso fue lo último que me dijo antes de cerrarse por completo, y me trajo un gran dolor. Me miraba a los ojos con tanta ternura, pero al mismo tiempo con tanto dolor. Su abrazo era tan cálido, era lo que yo había necesitado siempre, y él no se daba cuenta de lo mucho que significaba algo tan simple para mí en medio de aquella tormenta.

Adoraba enormemente cuando él hacía algo lindo, o cosas que antes eran tan naturales como dejarme abrazarlo, decirme que me amaba y hasta hablarme. Mis ojos se llenaron de lágrimas al escucharlo, y lo único que pude hacer fue abrazarlo con fuerza, dejando que él se refugiara en mi pecho. Ojalá supiera que esa era la última vez que lo haría, tal vez hubiera valorado más ese hermoso momento, antes de que todo se volviera gris y muerto entre nosotros.

Después, cuando yo solía intentar darle amor, en lugar de hacerlo feliz lo deprimía aún más de lo que ya estaba. Intentaba hacer algo bueno por él pero lograba el efecto contrario, y me sentía horriblemente culpable. Era la única forma de mantener contacto con él como pareja, pero en él sólo había un dolor inmenso que ni siquiera yo podía sanar.

La primera vez no me di cuenta de lo que estaba causando en él, sólo me quedé extrañado de que se volviera a encerrar en su habitación como si nada, a pesar de que yo había intentado que los besos de hace rato llegaran a algo más, él me rechazó.

No me di cuenta del daño que le había hecho hasta que empezó a llorar unas veces después. Había intentado preparar una cita en casa para ambos, le hice una carta, le regalé rosas e hice todo para lograr un ambiente romántico, le dije lo mucho que lo amaba y que me iba a quedar con él por el resto de mi vida, pero cuando lo besé no pudo contenerlo más y estalló.

—¡Deja de hacer esto! Estoy harto de que hagas todo esto por mí. Estoy vuelto mierda, no puedo tomarlo, no puedo aceptarlo. Duele muchísimo, no puedo seguir con esto. Sé lo que quieres de mí, sé por qué haces estas cosas, pero yo… no puedo soportarlo. El pecho me duele horrible, ¿por qué te esfuerzas tanto por algo que no vale la pena? ¿Por qué no me dejas en paz y te buscas a alguien mejor? ¿Por qué me sigues amando? No tiene sentido, no hay nada aquí para quedarte. Haz lo que quieras, pero… no sigas con esto, por lo que más quieres, déjalo. Si intentas ayudar, haces todo lo contrario, Yoongi. Verte así… me duele, lo odio. Sólo… detente —me gritó en medio de las lágrimas, agarrando mis muñecas con fuerza hasta lastimarme, que antes estaban acariciando sus mejillas.

Yo me quedé estupefacto, congelado. Mis ojos se llenaron de lágrimas por ver su dolor en medio de mi intento por revivir nuestro amor, pero me forcé a contenerlas.

—Suéltame —fue lo único que le dije, con la voz rota a pesar del gran esfuerzo que hice por pronunciar una sola palabra.

—Deja de aferrarte a esto, aquí no queda nada —sollozó antes de soltarme.

Namjoon ni siquiera tuvo energías para encerrarse en su habitación, sólo se quedó en la sala, llorando sin consuelo alguno mientras abrazaba un cojín, enterrando sus uñas en las palmas de sus manos. Yo me quedé mirándolo por unos segundos, hasta que mi visión se hizo borrosa por las lágrimas y me fui a la oficina a trabajar.

Al rato, recibí un mensaje de Hoseok preguntándome cómo estaba Namjoon. Sólo con leer ese mensaje empecé a llorar. Al ver que no podía seguir trabajando, me tumbé en el sofá que tenía en la oficina para abrazar mis rodillas y llorar en soledad, sintiendo mi corazón romperse y lo mucho que dolía la impotencia, la falta de amor… Me quedé por horas así, hasta que me dormí sin siquiera darme cuenta. Y sólo me desperté por la llamada de Hoseok, que respondí sin siquiera fijarme en quién era.

—Hola, Yoongi-hyung —habló avergonzado

—Hola… —respondí somnoliento.

—¿Te desperté? Lo siento muchísimo, sé cuánto te gusta dormir.

—No importa. ¿Cómo estás?

—Estoy bien, creo, estoy mejorando al menos. ¿Cómo estás tú? —me alegró que él estuviera bien, como la única noticia buena del día.

—Me alegro de que estés bien. Yo… estoy bien —ojalá no se notara la duda en mi voz.

—¿Estás seguro? Te escuchas raro… Como si hubieras llorado. —Mierda.

—En realidad, no estoy bien. Todo es un caos. Él está muy mal, no puedo ayudarlo. Hace un rato creo que terminó conmigo, porque no sé qué otro significado tenga que deje de aferrarme a esto —suspiré.

—Lo siento mucho. Iba a preguntarte sobre él, pero ahora también estoy preocupado por ti.

—Estoy bien. Al menos mucho mejor que él… Está lleno de dolor. Han pasado casi seis meses y está hundido.

—Sé que a ti también te duele. ¿Quieres salir a comer algo? Tal vez así puedas despejarte un poco.

—Ya comí. Él… ni siquiera pudo comerse la mitad de su plato, que era pequeño de por sí.

—Podemos ir a caminar o hacer cualquier cosa, el punto es que salgas de esa casa.

—Está bien, pasaré por ti en un rato.

Me obligué a levantarme del sofá y fui a mi habitación a organizarme. Al bajar a la primera planta, Namjoon ya no estaba en la sala, y me lo encontré en el jardín fumando marihuana, sentado en una silla bajo el brillante sol. Lo único que hizo fue mirarme, con aquellos ojos vacíos y tristes que yo conocía tan bien.

—Espero que te vaya bien, a dónde sea que vayas —me sonrió, a pesar de lo que había pasado hace unas horas. En medio del dolor, una brisa cálida sacudió mi corazón ante ese gesto tan simple, y asentí, sonriendo igualmente.

—Nos vemos —le dije, adorando la vista de sus hermosos hoyuelos que tanto había extrañado.

Hice ademán de seguir con mi camino, pero al ver que se levantó de la silla me quedé curioso, sentimiento que aumentó cuando besó mi mejilla agarrando mi mano.

—Lo siento… por todo lo que he hecho. Sólo espero que al menos tú puedas ser feliz, porque es lo único que mereces. No deberías estar sufriendo de esta manera, yo… lamento ser la causa de tu infelicidad  —me dedicó una mirada llena de amor en medio de su tristeza mientras acariciaba mi muñeca con ternura, y mi corazón empezó a latir muy rápido.

—Tengo que irme… nos vemos luego, si me dejas verte la cara —susurré, y me alejé de él.

Durante todo el camino a la casa de Hoseok mi corazón no dejó de palpitar de aquella extraña forma, mientras me hacía más y más preguntas en mi cabeza sobre lo que había pasado. Estaba confundido, no entendía la situación en la que me encontraba con Namjoon; era algo amorfo e inestable, eso sí lo sabía muy bien.

Él había cambiado muchísimo, y se había vuelto un laberinto casi imposible para mí de atravesar, lo que nos distanciaba en extrema medida, hasta el punto en el que yo ya no podía entenderlo.

No entendía sus acciones, las intenciones que había detrás de ellas, por qué me decía que debería soltar lo nuestro y luego me pedía perdón. Mi corazón dolía, ver aquella mirada que tanto había extrañado y recibir el amor que me fue negado horas antes de esa manera tan extraña no me gustaba.

El único momento de tranquilidad que tuve fue con Hoseok. Pude sentirme tranquilo y estar bien conmigo mismo, su personalidad alegre y divertida me hacía feliz, mucho más de lo que podía serlo en mi vida diaria, que se había vuelto un caos. Él era la única persona que realmente me entendía, y con quien no había necesidad de ocultar mi verdadero yo, porque él también era sincero y confiaba en mí.

Reconocí que mi situación con Namjoon estaba mal,  había llegado a un punto en el que ni siquiera me sorprendía encontrarlo con alguien en la cama, encerrado en su habitación sin querer abrirme la puerta por más que golpeara, cortándose con un cuchillo o preguntándome por qué seguía con él o por qué seguía vivo.

Y dolía saber que eso era parte de mi rutina diaria, y no había forma de cambiar eso, porque no quería dejarlo, lo amaba demasiado como para rendirme, aún podía hacer algo para salvarnos y repararlo a él.

Don't Leave Me: KNJ x MYG ✍️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora