Namjoon: Ilusión

64 8 3
                                    

Me costó mucho más de lo que creí olvidarme de Hoseok por un día completo. Aunque pudiera parecer un periodo de tiempo demasiado corto, era un gran avance si consideraba lo mucho que dolía no tenerlo más en mi vida, no poder enviarle un mensaje o hacerle una llamada. Para beneficio o perjuicio mío, ese día fue cuando volví a tener sexo con Yoongi después de tanto tiempo.

Sentir que las cosas volvían a ser como antes era un pequeño alivio, pero al mismo tiempo se sentía como un retroceso. Era como si estuviera estancado y nada pudiera progresar en mi vida. La única persona que le daba algo de color a mi existencia se había ido, y había vuelto al punto antes de que eso diera inicio: Yoongi;  aunque sólo quería estar con él, no sentía interés en buscar a nadie más ni de salir a ninguna parte.

De alguna manera, siempre volvía a él. Era lo único estable en mi vida y al único lugar al que podía volver luego de que una relación fuera un fracaso completo. No era justo para él permanecer siempre a mi lado, aun cuando yo me daba el lujo de alejarme de él para darle mi atención a alguien más.

Pero él era el único faro que permanecía brillante en aquella marea agitada con numerosos barcos pasando constantemente, aunque nunca se detenían para quedarse; todo era pasajero, a excepción de él.

La única persona que amó en su vida fue alguien que no estaba dispuesta a lidiar con sus mayores defectos. Él no quería intentar nada con ninguna persona, sin importar que tuviera con quién salir a tomar algo o ir a una discoteca, siempre iba a tener una preferencia conmigo. Y, aun así, yo tenía miedo de que lo nuestro fuera algo más que una amistad y sexo casual.

Él era la única persona que se mantenía a mi lado, y parecía que cualquier relación que existiera en mi vida estaba destinada al fracaso, como si el destino me quisiera echar en cara que, sin importar la persona que estuviera a mi lado, al final iba a estar solo y deprimido.

No quería alejarlo de mí. Aun si podía llegar a referirme a él como mi novio, ¿podría ser capaz de sostener lo que eso significaba? Era demasiado cobarde para averiguarlo, y tampoco podía permitirme tirar a la mierda lo único bueno que tenía en mi vida, aunque aquel atributo se ponía en duda siempre que yo lastimaba al pelinegro, lo que me hacía pensar y darme cuenta de que, en realidad, no era algo meramente bueno, era más una relación quebradiza cuyos cimientos estaban en la dependencia y el abuso.

Sin embargo, también era una injusticia quererlo tanto y demostrarle todo el amor que le tenía, pero no poder ser nada más que amigos. De igual forma, él iba a salir herido, y por más que lo intentara, no podía alejar a Yoongi de mi lado porque iba a doler demasiado para poder de soportarlo. Por eso, la culpa llegaba a inundarme muchísimas veces el pecho, y yo no era capaz de hacer nada al respecto por miedo a quedarme en soledad absoluta.

Lo único que podía hacer era poner límites, y hasta en eso fracasaba. No podía decir que no me gustaban sus besos, sus gemidos, ni cada centímetro de su cuerpo porque sería una completa mentira. Su compañía era como una venda que tapaba todas y cada una de las heridas que tenía y su voz me distraía del dolor.

No había nada que no me gustara de él, pero tampoco estaba tan enamorado como para tener un noviazgo, solo me gustaba lo suficiente para dejarlo quedarse a mi lado y tener sexo de vez en cuando.

Yo era un hipócrita en todo el sentido de la palabra. Las cosas serían más fáciles si él simplemente me odiara, podría vivir con eso, porque lo merecía, porque después de todo el dolor que le había traído a su hermosa alma yo no podía ser admitido en su bondadoso corazón, no tenía el derecho de recibir una mirada cariñosa de su parte.

Todo y lo único que merecía yo era odio y desgracia, pero en lugar de eso recibía lo contrario. El sufrimiento que me merecía me estaba siendo entregado por mí mismo, porque me sentía culpable; deseaba ser una mejor persona y no un pedazo de mierda, quería ser merecedor de todo lo que tenía, pero cuando me miraba al espejo me daba cuenta de que no había hecho nada más que empeorar el dolor que había dentro de mí.

Lo único que podía hacer era ponerme una máscara y seguir adelante, no había más alternativa para mí. Me guardaba el sufrimiento para mí solo y pretendía ser una buena persona; todos los días jugaba a ser el hombre en que me anhelaba convertir algún día, incluso las personas a mi alrededor se lo creían, mientras yo cada día me alejaba de la felicidad y la luz.

Aunque intentara hacerme el indiferente y rechazar sus muestras de afecto, no podría soportar la soledad y la tristeza que, eventualmente, me podrían llegar a consumir. No podía tirar a la mierda todos los años que pasamos juntos, las veces que me consoló cuando lloraba, todas las sonrisas que me causó ni la felicidad y el color que ha traído a mi vida triste y gris. Porque en medio de aquella relación que no iba a ninguna parte y yo constantemente apuñalaba al otro en la espalda, había momentos en los que sentía felicidad pura.

Yoongi era la única anestesia que tenía efecto en mí, y una de las pocas cosas en mi vida que podía causarme una sonrisa genuina en aquel punto tan bajo de mi vida. Era capaz de darme tranquilidad cuando la vida se me venía abajo, era el pequeño rayo de felicidad que iluminaba toda la oscuridad que tenía por dentro.

La relación que teníamos no estaba muy lejos de ser un noviazgo, pero la sola idea de no poder salir como una pareja normal y el acoso que recibiría por el simple hecho de ser mi novio hacía que me contuviera a la hora de mostrarle afecto, además de que no podía borrar todas las heridas que le había hecho, al igual que tampoco podía borrar la culpa que me inundaba cada vez que pensaba en él y lo feliz que era a su lado. Prefería ser feliz y disfrutar lo que teníamos en silencio a arriesgarme y terminar generándole un perjuicio mayor.

Podría destruirme a mí mismo, y era muy bueno en eso; pero haría lo que fuera para no ser una carga para Yoongi, aunque esa era la descripción perfecta de lo que era yo en su vida. Lo último que quería era generarle sufrimiento, él era la única persona que me brindaba felicidad, y quería que él sintiera lo mismo, o que fuera consciente de ello.

Él me motivaba a salir de mi habitación cuando todo lo que quería hacer era estar tirado en la cama, ya fuera durmiendo o llorando. Aunque tuviera que pelear conmigo o arrastrarme hasta que me caiga de la cama, siempre lograba sacarme del abismo al que yo solía arrojarme. Yo amaba todo eso, lo amaba a él y deseaba poder ser suficiente, aunque era un sueño que nunca se iba a hacer realidad; no había forma de reparar todo lo que estaba roto, ni de devolver el tiempo para evitar que se quedara a mi lado.

Quería agradecerle todo lo que hacía por mí, aunque fuera invitarlo a almorzar de vez en cuando, abrazarlo cuando dormía y regalarle cosas; aun así, no era suficiente. No podía compensarle el esfuerzo que involucraba soportarme, ni pagarle de alguna forma por la felicidad que me daba. No había nada que hacer para liberar la culpa que sentía, y él parecía no cansarse nunca de verme, aunque yo no llegaba ni a la mitad de lo que él se merecía.

Una de las cosas que más me gustaban del tiempo que pasábamos juntos eran sus besos; y cuando era él quien iniciaba uno, o se apegaba a mí en un abrazo y me daba mimos en el cabello y besos tan suaves como el batir de las alas de una mariposa, yo era tan feliz y me sentía tan lleno de amor que la ilusión de estar junto a él empezaba a dejar de ser un sueño inalcanzable.

Adoraba escuchar su risa y verlo sonreír, aún más cuando yo era la causa de su alegría, adoraba el aroma de su piel, el brillo de sus ojos cuando su mirada se posaba en mí y cada parte que podía apreciar de él. Se volvió una costumbre estar abrazados en la cama, darnos un beso cuando alguno llegaba a casa después de un largo día, o salir los dos solos.

No necesitaba a nadie más, y tampoco quería lidiar con otra persona. Aunque hablaba con las personas del trabajo y con las que conformaban mi grupo de amigos de vez en cuando, la mayor parte de mi tiempo libre la pasaba con Yoongi.

Desde de que Hoseok se fue, no quería salir con nadie. Por una parte, me incomodaba que me pregunten por el tatuaje en mi muñeca y lo que pasó con la persona a la que estaba unido; por otra, no tenía la energía para soportar conversaciones largas de la misma forma que antes, ya que no podía hablar de mi vida porque era una completa mierda, y también me aburría escuchar a otras personas porque lo único que hacía era sentir envidia.

El día que todo volvió a tener algo de color, me quedé dormido abrazando a Yoongi por la espalda, y cuando me iba a levantar para cubrirnos con una cobija, agarró mi brazo con tanta fuerza que no me podía separar de él.

—¿Podrías quedarte así un rato más? Por favor… Sólo un rato —me suplicó, preocupado.

—Solo voy a ir por una cobija… Tengo frío. —Soltó una risita nerviosa y me soltó.

Me levanté y saqué la cobija del armario para volver a la cama, cubrir a ambos y volver a acostarme. Se giró y me abrazó, ocultando su rostro en mi pecho desnudo, enredando sus piernas con las mías y su mano dando suaves caricias en mi espalda. Aquel momento me devolvía diez años atrás, cuando estábamos tan solos que únicamente podíamos refugiarnos en el otro.

Solíamos abrazarnos en mi habitación y dejar que las preocupaciones se alejaran por un rato, aislarnos del mundo en una burbuja hecha solo para los dos. Era como una pequeña dosis de cariño y felicidad que nos empujaba a seguir adelante.

Ahora tenía más tiempo para estar con Yoongi, y no teníamos que encerrarnos con seguro para que mi papá no se diera cuenta y me prohibiera verlo. Podía besarlo y abrazarlo por toda la casa, sin miedo a recibir una paliza que me impidiera caminar y comer al otro día.

En ese momento me di cuenta de que no podía tener algo así con otra persona. Ni siquiera Hoseok era capaz de quitarme las ganas de salir con alguien más como me sucedía con Yoongi, o entenderme tan bien para ser la única persona con la que yo quisiera estar.

Podía dejar de hablar con cualquier persona, pero nunca me iba a alejar de él, era como si hubiera habido un error en el sistema que definía las almas gemelas, porque la mía pasó tan rápido por mi vida que fue demasiado fácil salir adelante, mientras que la persona con quien había pasado casi toda mi adolescencia seguía a mi lado, con el mismo apego, el mismo brillo en sus ojos y la misma felicidad que guardaban los momentos que teníamos juntos.

Solía llorar porque la culpa me consumía. Me arrepentía de no haber querido sacar tiempo para mi alma gemela, me odiaba por haber preferido quedarme en mi cuarto tirado en la cama un montón de veces en lugar de estar con él. Y cuando finalmente me dio la gana, ya era demasiado tarde. Había perdido a mi otra mitad, y quién sabe si podría llegar a recuperarla, estaba solo y vacío por dentro.

Nunca me importó saber quién era mi alma gemela ni tener algo serio con ella si iba a tener más oportunidades. Prefería estar con quien yo quisiera, pero terminé engañando a mi estúpida conciencia y me enamoré. Llegué a amar cada detalle de él, pero de alguna forma me negaba a pasar demasiado tiempo a su lado.

Tal vez esa convicción fue la que me llevó a no gastar mucha energía en la relación que teníamos, y cuando dejé de ser consciente de ella, resultó que lo que me impedía pararme de la cama era esa estupidez que me hizo una mala jugada.

En un principio era porque no quería hacer un hueco para él en mi vida, estaba feliz en el desorden de vida que tenía, no quería enamorarme ni dejar mi libertad atrás. Pero luego me encontré tan deprimido que lo último que quería era que alguien me viera de aquella forma; no había formado aquel lazo de confianza que se necesitaba en una relación, y ahora no podía acudir a él cuando el mundo se me hacía polvo.

Prefería que Hoseok viera el mejor lado de mí: la sonrisa falsa y la vida perfecta; quería que él siguiera enamorado de mí, apenas habíamos consolidado nuestra relación, por la falta de tiempo apenas estaba tomando forma después de un año, y todo se fue a la mierda, por culpa nuestra —más mía que de él, pero para una relación se necesitaban dos como mínimo—.

Mantuve la fachada todo el tiempo, de una forma tan perfecta que nunca me vio llorar, y no era algo que me enorgullecía; me dolía no tener la forma de pedirle ayuda, porque mis estúpidas inseguridades me decían que, si abría la boca sobre lo que sentía, Hoseok se iba a dar cuenta que yo era la persona menos apropiada con la que tener un noviazgo.

Lloraba en completa soledad, y lo peor de todo era que lo que más quería era sentir el abrazo de alguien, y ni aun así era capaz de pedir ayuda. En cierta manera quería sufrir, me lo merecía después de todo, ¿por qué dejar que alguien tenga la voluntad de ayudarme porque cree que soy una buena persona?, ¿qué pasaría si se daban cuenta de la cruel basura que era yo por dentro? Era más seguro para mí que yo me odiara todo lo que quisiera.

Llorar se volvió tan cotidiano como darme una ducha, pero no podía deshacerme del hueco que tenía en el pecho. Sentía que no tenía a nadie, pero eso era porque alejaba a todo el mundo para quedarme yo solo con mi sufrimiento. A veces me drogaba o salía a fiestas yo solo en un intento inútil de acabar con mi soledad, pero el vacío dentro de mí nunca desaparecía.

Parecía que la única opción que me quedaba era sufrir en soledad. Pero ni siquiera eso podía hacer, porque aún quedaba alguien que no se había alejado de mí, alguien que me amaba y se esforzaba por estar a mi lado, por muchos errores que haya cometido en el pasado.

Las cosas empezaron a cambiar. Aún lloraba, pero no lo hacía solo todo el tiempo gracias a Yoongi. Él era la única persona que podía verme llorar y no hacerme sentir incómodo ni molesto; no tenía la necesidad de ocultarlo todo el tiempo, y cuando me encerraba para que no me viera, él esperaba hasta que saliera para abrazarme.

Era bastante reconfortante tenerlo a mi lado, el único soporte emocional que me quedaba, y lo único que me sacaba adelante. A él le gustaba abrazarme, y a mí, me encantaba su compañía y la cercanía de su cuerpo. Con él podía tener todo lo que había anhelado durante los meses que me alejé de su lado por mi propia estupidez.

A medida de que pasaba el tiempo disminuyeron las veces que me deprimía y me aislaba. Cuando lloraba, eran más las veces que dejaba que él me abrace, y poco a poco iba saliendo del abismo en el que me había hundido; cada día iba dejando el pasado atrás, y comenzaba a creer que tal vez podía volver a ser feliz, si es que algún día lo fui. Comenzaba a pensar que estaba bien, y decidí intentar recuperar la vida social que había abandonado.

En un principio solo salía con Taehyung y Seokjin, además de Yoongi. Con ellos no sentía que estaba en el lugar equivocado; me percaté de que les agradaba mi compañía, intenté apartar los pensamientos deprimentes diciéndome que no era una sombra irrelevante y apagar las voces dentro de mí que se hacían cargo de poner mis ánimos por el suelo. Me tranquilizaba saber que no tenía necesidad de fingir en exceso como antes, y que realmente no me deprimía.

Me tomó varias semanas más ir a una discoteca; cuando tomaba licor lo hacía para deprimirme y llorar, y la última vez que había ido a una discoteca no me había ido muy bien. No supe cómo, pero logré olvidarme de todo eso y concentrarme en Yoongi, en cómo movía su cuerpo al ritmo de la música y me sonreía con un hermoso sonrojo en las mejillas.

No me emborraché por completo, y tampoco necesité de algún tipo de droga para sentirme bien, como solía hacerlo en el pasado deprimente. A pesar de haber consumido licor, no actué como si Yoongi fuera Hoseok, dejé de ser una completa mierda a tratarlo con respeto básico. En mi cabeza ya no había lugar para mi alma gemela, todos mis pensamientos giraban en torno al pelinegro.

Un resumen de mi mente aquella noche era algo así: “Qué bien huele Yoongi. Qué suave es su cabello. No quiero bailar con nadie más. Sólo quiero a Yoongi. Qué hermoso es besarlo. Amo a Yoongi. Su ropa le queda muy bien. Quiero hacerlo venir en mi boca. Debería quitarle esa correa, amarrarla a mi cuello y hacer todo lo que me ordene.”

Al final sí terminé con un collar de cuero, un arnés, unas esposas y una venda en los ojos. Él estaba más sobrio que yo, y no podía saber quién se follaba a quién, había ratos que me montaba, y otros, era él quien tenía el condón puesto. Esa noche me cansé tanto que ni siquiera tenía energías para levantarme de la cama y darme una ducha.

Preferí cerrar los ojos y echar la sábana a lavar el día siguiente. Ni siquiera supe qué hizo Yoongi después, lo único que podía hacer era sumergirme en un sueño profundo del que no iba a despertar hasta el día siguiente.

Después de haberme levantado, sufrido el dolor de la resaca y haber comido el desayuno que el mayor me preparó, decidí darme una ducha. Yoongi me acompañó para ver que no me fuera a desmayar en el proceso debido a lo mal que estaba, y estuvo sentado en los escalones del jacuzzi mientras me hablaba de cualquier cosa para evitar un silencio incómodo.

Tuve la oportunidad de ver mi cuerpo en el amplio espejo, para notar que las marcas que iban desde mis muslos hasta mi cuello eran bastante notorias, incluso algunas de ellas parecían moretones, que dejaban gran parte de la piel morada.

Mientras me vestía, Yoongi cambiaba las sábanas, las echó a lavar y las reemplazó por unas completamente limpias para acostarnos y ver una película abrazados. El resto del día fue algo similar: no hicimos nada especial, nos dedicamos a darnos mimos el uno al otro, reír por cualquier estupidez y encerrarnos en nuestra burbuja. Volvía a estar en mi lugar seguro y feliz.

Desde ese día empecé a tener más confianza a la hora de ir a discotecas, e incluso logré ir con amigos que no fueran Yoongi. Podía emborracharme sin necesidad de deprimirme todo el tiempo, eran pocas las veces que me acordaba de Hoseok y la ahora vieja herida volvía a sangrar.

Cuando Yoongi no podía salir conmigo, lo hacía con Seokjin, ya que, si Yoongi estaba ocupado, lo más común era que Taehyung lo estuviera el doble. Jin lograba alejarme de la tristeza a la que el licor me acercaba, solía hacerme reír con mucha facilidad, y podía sentirme bien aún si estábamos los dos.

Una vez, estábamos tan borrachos que Yoongi tuvo que ir por nosotros a las cuatro de la mañana, ni siquiera podíamos caminar en línea recta; aún si nos apoyamos mutuamente teníamos una caída.

Vomité demasiado, al final estaba reclamando porque quería estar con Yoongi, hacía pucheros y le escribía torpes mensajes al pelinegro. Incluso lo llamé repetidas veces hasta que contestó.

—Namjoon, ¿sabes qué hora es? —Estaba adormilado, su voz quejumbrosa me hizo sonreír, y me le imaginé con un hermoso puchero.

—Oye… ¿Podrías venir, por favor? Jin apenas puede levantarse. Y yo… Yo te extraño, te extraño mucho. Quiero verte. Te pagaré, haré lo que quieras. Sólo ven… Ah… Este idiota está vomitando otra vez. Sálvame, hyung. —Arrugué la nariz ante el olor e hice un puchero al encontrarme sin Yoongi y necesitando su amor.

—Ya voy para allá, nos vemos. —Suspiró y colgó la llamada antes de que pudiera decirle algo más.

Cuando Seokjin se alejó de la taza del baño, salimos de la discoteca. Tan pronto como el aire frío tocó mi cara, descubrí que la chaqueta de cuero que traía no era suficiente para calentarme, entonces me abracé al castaño.

Pasaron veinte minutos antes de que Yoongi apareciera en una de mis camionetas color azul. Estaba tan mal, que incluso abrir la puerta era una tarea muy difícil, y me tomó como dos minutos.

Me subí en el asiento del copiloto, mientras que Seokjin se subió atrás y se recostó para dormir. Un ataque de felicidad invadió mi ser al ver a Yoongi, y lo primero que hice fue abrazarlo, pero no medí mi fuerza y terminé provocando un pequeño quejido de su parte.

—Lo siento, hyung. —Besé su mejilla, y agarré su mano para plantar suaves besos en ella.

Arrancó el auto y puso una mano en mi muslo, dando leves caricias. En el camino me dediqué a mirarlo mientras conducía, decirle lo bien que se veía y llevar su mano a mi mejilla para que me diera mimos. Dejamos a Jin en su casa, y una vez llegamos a la nuestra y nos bajamos, lo abracé.

—Se sentía una eternidad mientras te esperaba. —Me hizo caminar hasta el sofá, porque no quería perder contacto con su cuerpo, me empujó para que me sentara y yo lo hice sentar en mis piernas—. Hyung, ¿alguna vez te dije que te amaba?

Volví a llevar su mano a mi mejilla, y recosté levemente la cabeza. Un sonrojo apareció en sus mejillas, y empecé a acariciar su espalda con la mano que tenía libre. Él llevó su otra mano a mi cabello, y apartó unos mechones que caían desordenados en mi frente.

—Unas veces en el pasado, sí. ¿Por qué la pregunta?

—Porque quiero dejar de guardarme este sentimiento romántico que intenté evadir por tanto tiempo. Cada día me enamoro más de ti, ya no sé qué hacer con tanto amor, ¿sabes? Te amo mucho.

Don't Leave Me: KNJ x MYG ✍️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora