Namjoon: Luto

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Sabía que Yoongi estaba haciendo todo lo posible por ayudarme, e incluso me sentía un poco mejor al tener alguien que me impulsara a seguir adelante, aunque la culpa dentro de mí me impulsaba a hacer todo lo contrario; sólo quería tirarme a la cama y llorar, tenía que hacer un gran esfuerzo por hacer algo diferente a eso, y lo hacía por mi pareja, porque sabía que él no quería verme hundido en la miseria. No quería ser otra preocupación para él sabiendo que sacó dos semanas de vacaciones para estar conmigo.

Esas dos semanas estuve luchando contra mí mismo para no hundirme. Salía a caminar con Yoongi todos los días, a montar en bicicleta, o visitar alguna galería de arte. Apenas podía comerme una comida entera durante el día sin vomitar, y habían momentos en los que me hundía en la tristeza y lloraba abrazado a mi pareja.

Sin embargo, cuando él se fue todo empeoró. Aunque Hoseok se había ofrecido para quedarse conmigo, yo lo rechacé, haciendo todo lo posible para que creyera que yo estaba bien, aunque era una gran mentira que él no se creyó por completo, sólo se cansó de que le rechazara tantas veces. La idea de que él creyera que era su responsabilidad cuidar de mí me hacía sentir culpable, porque se suponía que yo era un adulto responsable que podía cuidar de sí mismo.

Dado que me había hundido en el dolor, lo único que podía hacer era hundirme solo, sin ser una carga para nadie. Volví a herir mi propia piel, como si eso pudiera hacer que el dolor en mi pecho disminuyera, y mi cuerpo se negaba a comer y dormir.

En un principio no le presté mucha atención al hecho de que sentía muy poco apetito, al intentar dormir me quedaba despierto mirando al techo, y cuando sentía punzadas en el pecho me arañaba los brazos sin darme cuenta de cuánta fuerza estaba usando, que fue aumentando conforme los días pasaban.

A diario me decía a mí mismo que al día siguiente iba a hacer las cosas mejor, como organizar la habitación que había vuelto a convertirse en un mierdero, salir a caminar, darme una ducha, comer y hablar con alguien. Pero nunca hacía nada, siempre me quedaba tirado en la cama llorando o mirando al techo contemplando el hueco que se hacía más grande en mi alma al recordar una y otra vez aquel día, cómo las vidas de mis padres se apagaban por mi culpa.

Si tan sólo me hubiera acobardado de volver a esa casa nada de eso hubiera pasado. Estaba tan feliz antes, ¿por qué había querido perturbar mi felicidad? Si tan sólo hubiera sabido lo que iba a pasar habría podido hacer algo para evitar todo el sufrimiento que me invadía por completo.

Al haber acabado con esas dos vidas, yo también me había muerto por completo en vida, y era una carga que era demasiado para mí y me hundía cada día más.

Había dejado descargar mi celular por completo, y ni siquiera quería ponerlo a cargar, quería desaparecer del mundo y borrar mi existencia de la vida de todas las personas que me conocían. Incluso había desconectado el teléfono de la mansión para quedarme aislado de todo y poder deprimirme en paz, porque lo último que quería era que alguien me viera en aquel estado tan miserable.

Yo nunca había sido de las personas que herían su piel cada vez que tenían la oportunidad, incluso me preguntaba por qué había gente que hacía eso. Ahora, era yo quien arañaba mi piel constantemente hasta hacerla sangrar, y por más que me dijera que iba a ser la última vez, nunca cumplía mi promesa.

Era una adicción peor que la que había comenzado a desarrollar con el cigarrillo, que también era grave de por sí. No podía dejar ninguna de las dos, eran como unos grilletes para los que no existía llave alguna para liberarme de ellos.

Era como si yo mismo me estuviera dando todos los latigazos que papá solía darme, aunque yo lo hacía de manera diferente. La culpa me consumía, y no había día que no me odiara a mí mismo.

Incluso le había perdido el amor a todas las cosas que solía disfrutar, como hacer música. Sólo un día me atreví a ir a mi estudio, para darme cuenta de que la música ya no era parte de mí, no podía sacar de mi alma verso o melodía alguna, estaba muerto por dentro, incluso la pasión que tanto adoraba había fallecido, junto con todas las cosas buenas que existían en mí.

Ni siquiera me molestaba en abrir las ventanas o las cortinas para que entrara algo de luz o aire. Al final me había acostumbrado al olor repugnante que impregnaba la habitación y no me molestaba mucho si lo único que hacía era estar encerrado en esas cuatro paredes, sin nadie que me hiciera compañía por un largo rato. También cubría los espejos que tenía en casa con sábanas para evitar ver mi asqueroso reflejo y terminar quebrando los espejos.

Y después de cansarme de estar en la casa con la misma rutina de mierda, empecé a ir a antros los fines de semana para experimentar el licor y las drogas de otra manera a la que estaba acostumbrado, lo que daba resultado a un pequeño momento de diversión, que usualmente finalizaba con llevarme a alguien a la cama sin pensarlo demasiado, aunque lo hacía en otra habitación, lejos de la mía, que siempre permanecía cerrada.

Era lo único para lo que me arreglaba y vendaba mis heridas mientras me miraba al espejo, por muy tortuoso que fuera; aunque nadie demostraba interés real en saber lo que escondían todas las vendas que cubrían mis brazos y muslos.

Un día, en el que se me ocurrió invitar a una chica temprano para tener sexo, apareció Hoseok de la nada. La tenía en cuatro, follándola por detrás mientras ella gemía con fuerza, y yo hacía todo lo posible por llegar al clímax en medio del sudor que recorría mi piel y la corriente eléctrica que me resultaba tan placentera en medio de todo mi sufrimiento.

No solía molestarme en cerrar la puerta si no había nadie en casa, y debido a eso fue que me di cuenta rápidamente de que él estaba en el marco de la puerta, congelado.

—Namjoon… —gimió la chica mirando en la misma dirección que yo, mientras intentaba alejarse de mí, sin que yo me detuviera siquiera.

—No he terminado contigo aún —gruñí, y ella dejo de resistirse. Miré a Hoseok con una sonrisa, jadeando— ¿Quieres ser tú quien esté en su lugar?

—No —suspiró intentando apartar la mirada con la cara roja de la vergüenza.

—No me mientras, sé que lo quieres —ahí empecé a embestirla con más fuerza, y sus gemidos iban siendo más audibles—. ¿O quieres tocarla a ella? Ven, acércate, a ella no le molestará, ¿o si? —miré su entrepierna, en donde se veía un bulto.

—No… ah… me molesta. Es lindo —gimió la mujer.

—¿Ah, sí? Eres una puta.

La tomé del cabello e hice que se arrodillara para poder acariciar sus senos.

—Por ti lo soy —respondió con diversión.

—¿Ves? Ahora ven aquí, no dejes esperando a una dama —le sonreí al castaño con burla.

—No quiero hacer parte, no he venido para eso —lo dijo con mucha seriedad, a pesar del estado en el que se encontraba.

—Tú te lo pierdes.

Después de unos segundos, yo me corrí con un gemido, que fue opacado por el que emitió ella cuando llegó al orgasmo de igual manera. Yo me senté, dejé el condón en la cama, y ella se tumbó jadeando.

—¿Para qué viniste entonces? —le dediqué una mirada curiosa a mi alma gemela. La mujer de cabello negro se fue al baño con un sonrojo en las mejillas, dejándome a solas con Hoseok.

—Quería saber cómo estabas —susurró entre dientes, sin siquiera mirarme.

—Oh, qué considerado —sonreí con ironía.

La chica no tardó mucho en salir, completamente vestida y arreglada. Antes de salir de la habitación me dejó un beso en la mejilla, y yo le dediqué una sonrisa.

—Buena chica —le susurré en la oreja, y ella se fue. Volví mi atención al castaño y me levanté para acercarme a él—. ¿Qué quieres, en realidad? ¿O me vas a decir que no te calentaste y que no quieres que te toque? Sé que has extrañado que te toque, deja de mentir.

Deslicé una mano bajo su camisa, acariciando su piel ardiente, mientras él jadeaba. Al ver que no hacía nada para apartarme, lo besé con desespero e introduje mi lengua en su boca, mientras mis manos desabrochaban su pantalón. Él sólo sucumbía ante mi tacto, aunque cuando intenté arrodillarme para chupársela negó y me tomó de la cintura.

—No quiero que hagas eso, sólo… bésame.

Yo obedecí. Levanté su camisa blanca para besar su torso un poco antes de volver a sus labios y empezar a masturbarle. Odiaba lo bien que sentía aquello, por muy sencillo que fuera. Él acariciaba mi piel libremente, besando mi cuello de vez en cuando, mientras yo gemía ante su tacto, y debido a eso tuve que utilizar mis dos manos para darnos placer a los dos.

Cuando ambos terminamos dejé un último beso en sus labios y me separé para vestirme con unos shorts negros y una camisa del mismo color, notando su mirada en mí.

—¿Qué… acaba de pasar? —susurró desconcertado.

—Nada importante —respondí con indiferencia.

—En verdad, no vine para esto…

—Entonces, ¿qué quieres? —fijé mi mirada en él, dándome cuenta de que ya se había abotonado los pantalones.

—Estaba preocupado por ti al no saber nada de ti, necesitaba verte. No creí que terminaríamos así —pasó sus manos por su cabello, desesperado.

—Estoy bien, gracias por venir —lo fulminé con la mirada, y él negó.

—¿Estás bien? Pasé por tu cuarto, es un desastre, incluso todavía tienes vendas, ¿cómo dices con tanta facilidad que estás bien?

—¿Por qué preguntas eso, si sabes muy bien lo que es decirle a todo el mundo que estás bien cuando te estás hundiendo cada día más?

—Namjoon… —Negué, interrumpiéndolo.

—Por cierto, ¿cómo fue que entraste si yo nunca te di acceso?

—Yoongi me preguntó cómo estabas porque no sabía nada de ti, y yo tampoco, y me dejó entrar. Estamos preocupados por ti.

La mención de ese nombre me hizo doler el corazón, el nombre que hace tanto tiempo no escuchaba, y el que había borrado de mi vida por completo.

—Estoy bien, ahora lárgate.

Contrario a lo que yo quería, Hoseok se acercó y tomó mi rostro entre sus manos para acariciar mis mejillas y dirigirme una mirada llena de amor, como las que solía darme cuando estábamos juntos. Mi corazón se encogió de dolor, y mis ojos se llenaron de lágrimas, que dejé salir tan pronto como sus labios se posaron en los míos de aquella forma tan adorable y llena de cariño.

—No quiero perderte, te amo —susurró en mis labios, y yo me quebré por completo.

Empecé a sollozar horriblemente, al igual que a tener espasmos, y Hoseok me abrazó con fuerza, mientras yo me partía en mil pedazos. Incluso mis piernas flaquearon y estuve a punto de caer, si él no me hubiera sostenido. Me guio a la cama, y una vez allí, nos sentamos, uno en frente del otro, y volvimos a abrazarnos, mientras yo lloraba sin calmarme.

Ni siquiera podía decir algo, todo lo que salía de mi boca eran sollozos, por mucho que quisiera decirle a mi alma gemela que se fuera. Pero en todas las horas que nos quedamos en la misma posición no pude formular palabra alguna, había oscurecido y yo seguía llorando. Incluso intenté herir mi piel nuevamente, pero al ver mis intenciones Hoseok agarró mis manos y entrelazó nuestros dedos, lo que aumentó la corriente eléctrica que recorría mi cuerpo al estar con él.

—¿Tienes hambre? —habló después de un rato en el que finalmente pude calmarme y el llanto fue reemplazado por dolor de cabeza.

—No.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —Sentir sus caricias se sentía bien, estar en aquella posición tenía un efecto tranquilizador en mí.

—Hace… cuatro días —susurré en su cuello.

—Joonie… —Me quedé desconcertado al escuchar ese apodo después de tanto tiempo, el mismo que solía utilizar cuando éramos pareja, y el que había extrañado tanto sin darme cuenta.

—Ni siquiera siento hambre ya.

—Has bajado mucho de peso —dejó un beso en mi frente.

—Lo sé. En la cocina no hay nada, así que… tendrás que ordenar algo.

—¿Estás seguro de que no necesitas nada? —me dedicó una mirada preocupada.

—Puedo intentar comer algo, pide lo que quieras —ni siquiera sabía por qué lo decía si muy probablemente iba a terminar vomitando, pero no quería que se preocupara más por mí.

—Está bien —agarró su celular.

Yo me quedé con la cabeza recostada en su hombro hasta que la comida llegara, disfrutando de sus caricias en mi cuerpo y de aquel abrazo, como si él fuera lo único que brillaba en aquella oscuridad que me rodeaba, porque era la única persona que me había visitado en tanto tiempo, a pesar de que yo hacía lo posible para que nadie entrara.

Cuando la comida llegó, nos levantamos y bajamos a la primera planta, tomados de la mano para que no cesara aquel bonito sentimiento que me invadía al estar en contacto con su cuerpo.

Yo me quedé en el comedor y él salió a recibir el pedido. Cuando volvió, se sentó a mi lado después de correr la silla para estar más cerca de mí. Mientras él daba los primeros bocados con satisfacción, yo me quedé mirando la comida preocupado, porque no había nada en mi interior que me dijera que realmente quería comer.

—Inténtalo al menos —habló con dulzura el castaño al ver mi indecisión.

Yo asentí en medio de mis dudas y agarré los palillos para dar el primer bocado, y para mi sorpresa, se sintió muy bien. La comida sabía deliciosa, tanto, que me dieron ganas de comer más, y fue la primera comida completa que tuve en mucho tiempo. Al terminar todo, Hoseok me miró con ternura y acarició mis cabellos.

Aquel día, él se quedó a dormir conmigo abrazándome, como tanto había necesitado que alguien lo hiciera. Sólo así fue que pude dormir, e incluso al día siguiente pude desayunar con él después de que me sacó de casa para ir a comprar las cosas. Estar con él me llenaba de energías, aunque no podía decir que estaba alegre, no me sentía tan miserable a su lado, y podía apartar la bruma que ocupaba mi mente gracias a él.

Sin embargo, cuando Hoseok se fue todo volvió a su color gris opaco. A pesar de que él me había ayudado a limpiar la habitación, a comer y cuidarme un poco, cuando me dejó a solas volví a estancarme y a hundirme en el dolor.

No podía hacer nada por mi cuenta, ni siquiera podía impulsarme a levantarme de la cama, y había dejado de utilizar mis propias uñas para lastimarme para hacerlo con un cuchillo, trazando finas líneas de las que salía algo de sangre. En un par de semanas había reemplazado mi adicción al cigarrillo por la marihuana, y la habitación estaba completamente impregnada de ese olor.

Hoseok me visitaba de vez en cuando y lograba sacarme del abismo del sufrimiento, como lo único que me mantenía con vida. Él nunca me juzgaba ni me criticaba, sólo se dedicaba a intentar ayudarme en lo que más podía, y era muy bueno en eso, porque su sola presencia disminuía mi dolor, por muy poco que durara.

Yo no podía pedirle que se quedara conmigo porque sabía que él tenía su vida, y yo no era nadie en la suya como para que me pusiera como prioridad, por lo que lo único que podía hacer era aprovechar cada gota de bienestar que él me daba, hasta que se fuera y volviera a mi depresión habitual.

En medio de eso, resultaba divertido ir a antros a conocer gente e inventarme la personalidad que yo quisiera, como si estuviera en una obra de teatro en la que podía ponerme la máscara que yo quisiera sólo para ver la reacción del público.

Aunque resultara algo que extraía mucha energía de mí al tener que cubrirme las ojeras con maquillaje y arreglarme por completo, al final me divertía muchísimo en medio del alcohol y las drogas, porque nadie sabía lo que había debajo de todo lo que mostraba.

A pesar de lo que sucedió la primera vez que nos vimos, Hoseok no volvió a besarme, y menos dejarme tocar su cuerpo. Yo me sentía demasiado bien con sus besos, como la epítome del amor que tanto me hacía falta, con unos pocos lograba anestesiar todo mi dolor.

No me importaba que lo recibiera de él en lugar de la persona que se suponía que era mi pareja, estaba tan mal que no me sentía culpable por lo bien que él me hacía sentir. Por más que intentara robarle un beso él siempre lograba esquivarme, y yo terminaba frustrado, al menos hasta que él me abrazaba.

—Déjame besarte, necesito hacerlo —le supliqué después de otra vez que me rechazó.

—Tú tienes pareja, aunque lo hagas con otras personas, no voy a dejar que lo hagas conmigo. —Bufé ante su determinación.

—Yo adoro tus besos, ¿crees que lo hago porque quiero diversión? Puede que lo haga con otras personas por esa razón, pero contigo es diferente. Estar contigo es lo único que me hace sentir bien, tú eres lo único que anestesia mi dolor —agarré su rostro entre mis manos, y él me tomó por la cintura.

—¿De qué sirve un alivio temporal si luego te vas a volver a hundir?

—Es lo único bueno que tengo en medio de esto, no me lo niegues, por favor… —intenté acercarme a sus labios, pero él suspiró.

—Está bien —finalmente dejó de resistirse y me dio lo que yo tanto había estado anhelando, y mi corazón roto dio un vuelco de lo bien que se sentía.

Aunque yo amaba sentir sus besos y tener su compañía, no necesitaba nada más que eso. No sentía la necesidad de tocarlo ni nada parecido, porque cuando quería tener sexo con alguien era por una diversión desinteresada y momentánea, pero Hoseok era mucho más que eso, él era la única luz que brillaba en mi vida, y el único capaz de hacerme sentir mejor sólo con su presencia.

Don't Leave Me: KNJ x MYG ✍️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora