3 octubre - x491

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Con la noticia de la llegada del rey y los príncipes, todos parecían más ocupados que de costumbre, el palacio siempre estaba limpio y la Kahya estaba atenta a cualquier indicio de que el rey estaba cerca para avisar a la reina. Las burbujas hacían todo lo posible para tener el favor de la reina, como si esa advertencia de no meterse con los príncipes fuera un desafío y quien lo hiciera primero fuera a ganar algo.

Rukia escuchaba a las burbujas hablar por las noches, planeando cómo hacer que uno de los príncipes se fijara en una de ellas, planeando cómo enamorarlos o cómo esconderían un embarazo si las Deidades decidieran bendecirlas de esa manera. Eso era demasiado para que Rukia lo soportara, todavía no entendía por qué estaban tan empeñadas en ello. 

Orihime pensaba lo mismo que Rukia, que era repugnante.

— Creo que una de ellas insinuó que se convertiría en la amante del rey. — Le comentó Rukia a Orihime mientras caminaban y dejaban atrás los terrenos del palacio.

Vivir dentro del palacio era algo asfixiante, tenían que mantener las apariencias en todo y no hablar demasiado, pero tener ese día de descanso y libertad era todo lo que necesitaban para no volverse locas con todo lo que pasaba ahí adentro. Visitar la ciudad era divertido, si sabías a dónde ir.

— No creo que eso sea posible. Mi tío me dijo que todas las mujeres que han logrado meterse en la cama del rey desaparecen o son torturadas y nunca más se vuelve a saber de ellas. — Orihime dijo eso en confianza sabiendo que no había gente escuchándolas.

— La reina... — Rukia no terminó la frase pero hizo un gesto con la mano insinuando el fatal final de las mujeres que habían tenido su noche de placer con el rey. Orihime asintió.

— La reina es muy celosa con rey, así que si uno de las burbujas desaparece, sabremos dónde terminó.

Rukia sintió pena por quien había sugerido que se convertiría en la amante del rey y que, si las Deidades la bendecían, le daría un pequeño príncipe. Rukia aún no entendía la razón de arriesgar tanto por tener el hijo de un hombre poderoso o por pasar una noche en su cama. Ellos eran como cualquier otra persona.

Caminaron en silencio unos metros más hasta que vieron acercarse a un jinete, su ropa estaba algo sucia pero iba vestido como los soldados del reino y no pasó desapercibido para Rukia que él llevaba una especie de tela que cubría la totalidad de su cabello. Ambas se hicieron a un lado del camino para que él pudiera pasar porque seguramente llevaba un mensaje al castillo pero el paso lento del caballo era algo confuso.

Rukia miró hacia arriba, curiosa por ese soldado ya que la mayoría de ellos se habían ido al sur, y al mismo tiempo, los ojos del soldado se fijaron en los de ella. En ese momento le pareció que el caballo disminuía más la velocidad de su avance, si es que eso era posible. El soldado tenía una expresión seria, le daba la impresión de que era un hombre peligroso y eso hizo que Rukia no apartara los ojos de él.

Ninguno de los dos apartó la mirada, parecía que se habían anclado solo con ese gesto. Era como si el mundo y todo lo que existía hubiera dejado de existir. Ese hombre tenía una mirada tan profunda y tan penetrante que la hacía sentirse expuesta ante él y al mismo tiempo, incapaz de hacer ningún movimiento más que ver esos ojos color miel. 

Estuvieron así hasta que el avance del caballo hizo inevitable la ruptura de esa conexión momentánea.

Entonces todo el mundo volvió de repente y Rukia se dio cuenta de que se había movido sobre su lugar siguiendo la mirada del soldado.

— Rukia, ¿sigues conmigo o te subiste al caballo con el soldado? — La voz de Orihime sonaba divertida. Rukia sintió que le ardía la cara y se llevó las manos a las mejillas a toda prisa.

— Necesitamos pan, sí, pan. — Balbuceó Rukia lo primero que se le ocurrió pero eso no hizo que Orihime dejara de reír por lo que había hecho.

Durante el resto del día, no pudo dejar de pensar en la intensidad de esos ojos. Los encontró tan hipnóticos que creyó que caería en un abismo si seguía pensando en ellos; tampoco dejó de pensar en todas aquellas sensaciones que solo esa mirada le causó. Su corazón no dejó de latir con fuerza con cada recuerdo de aquellos ojos. 

Por la tarde, cuando regresaron al castillo, Rukia y Orihime encontraron a todas las burbujas caminando de un lado a otro completamente emocionadas, estaban buscando sus mejores vestidos con urgencia, parecía que iban a ir a una fiesta a la que ella no estaba invitada.

— Kiyone, ¿Qué está pasando? ¿Por qué están tan emocionadas? — Preguntó Rukia a la doncella que dejaba sobre la mesa una gran bandeja con la cena para todas.

— Un soldado llegó alrededor del mediodía y trajo un mensaje del rey; aparentemente el rey llegará al castillo unos días antes de la Noche de las Almas.

Rukia se quedó pensando por un momento en lo inevitable que sería estar frente a su futuro esposo y en lo que podría pasar cuando ellos estuvieran ahí aunque faltaran casi tres semanas para eso. Esa dosis de realidad hizo que Rukia se bajara del caballo imaginario donde se había subido con aquél soldado.

Pero al volver a pensar en el soldado que había visto dirigirse al castillo y recordar la intensidad de aquella mirada, sus mejillas se sonrojaran violentamente y fue una suerte que nadie le prestara atención, solo Orihime pero ella ya había dejado de molestarla con eso.

Una de las chicas soltó un pequeño grito, como si la hubieran golpeado, haciendo que Rukia y Orihime enfocaran su atención en la chica que parecía molesta y angustiada.

— ¡No puedo usar esto! — Gritó Loly, tirando el vestido al suelo como si esta fuera un trapo viejo. — Senna, préstame uno de tus vestidos.

— No. — Dijo Senna sin dejar de mirar el vestido que tenía en las manos. — No te voy a prestar nada y no quiero que toques mis cosas.

Rukia dejó de prestar atención después de eso, supuso que era porque realmente querían verse como un pastel gigante lo suficientemente delicioso como para atraer la atención de los príncipes. Kiyone sirvió comida para todos, pero las chicas estaban tan concentradas en sus cosas que no comieron.

— ¿Deberíamos buscar un vestido también? — Preguntó Orihime después de comerse sus verduras y asaltar la bandeja del postre aprovechando que las Favoritas continuaban en sus asuntos.

— Creo que sí, al fin y al cabo es el rey el que llega, pero que el vestido no sea tan llamativo, estaremos lo suficientemente adornadas en la Noche de las Almas. — Aclaró Rukia, después de todo, era su deber verse elegante y presentable.

Orihime estuvo de acuerdo con eso porque ella tampoco quería llamar demasiado la atención.

La Noche de las Almas es una noche dedicada a las festividades, es la noche más oscura del año, aún más oscura que la noche que anunciaba el invierno; esa noche habría una gran cena y un baile después de las oraciones a las Deidades. Esa era la forma de recibir las almas de todos los que habían muerto en la guerra o por causas naturales, también las almas los que habían fallecido prematuramente y las almas de los niños que no habían llegado al mundo.

Esa noche, las almas visitan a los vivos y se quedan con ellos unos días antes de regresar al paraíso de las Deidades; pero en ese momento, para Rukia y todas las otras chicas que estaban en la Corte de la Reina, era de noche para presentarlas frente al rey.

Esa presentación de la Corte de la Reina solía hacerse pocos días después de la llegada de todas las damas que la formarían pero ese año, cuando llegaron al palacio, el rey estaba asediando una de las ciudades que habían conquistado los kuvaritas y la Kahya había dicho que la presentación se haría dependiendo de la forma en cómo regresaría el rey.

Todo se juntó. El rey volvería victorioso y pocos días antes de La Noche de las Almas.

Rukia se durmió esa noche rezando a las Deidades para que hicieran algo y evitaran su matrimonio. Ella no quería pasar el resto de su vida encadenada a alguien que no amara solo por un estúpido acuerdo firmado hacía más de cien años.

El Ruiseñor || IchiRuki FFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora