22 agosto - x492

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Lo curioso de la historia es que tiende a repetirse, o eso le gustaba pensar a Kaien. Un Segundo Príncipe llamado Kaien había liderado el ejército de Avanta contra Maranni en un ataque que había culminado en esa pelea en la sala del trono del Palacio de Jade donde nacieron los Acuerdos de la Caída.

Por eso le gustaba su nombre, porque había pasado a la historia y estaba plasmado en documentos firmados con la sangre de reyes. A Kaien le gustaba pensar que desde que eligieron su nombre, le habían destinado un futuro glorioso.

Ese segundo príncipe se había casado con la princesa de Maranni, y así había comenzado este ciclo de matrimonios ancestrales. La realeza de Avanta y la familia Kuchiki estaban más estrechamente emparentadas de lo que parecían; en términos coloquiales, eran familia, ya que más de una vez las princesas de Avanta se habían casado con un heredero de Maranni.

Antes de que se hicieran los nombramientos oficiales de los Principados del Reino, Kaien sabía que se iba a casar con la hija del Señor de Maranni, y eso le pareció curioso e incluso divertido porque la historia se iba a repetir. No le molestaba el rumbo que habían tomado los acontecimientos, no se casaría con la chica de Maranni, pero sería el rey y eso era aún mejor.

Era el primer viaje largo que había hecho sin Nelliel desde que se casaron, e incluso si no quería admitirlo, la extrañaba más de lo que quería creer. Se había acostumbrado demasiado a su presencia, a sus palabras y a esa forma infantil que a veces usaba con él cuando estaban solos.

Kaien pensó que negar sus sentimientos por Nelliel sería suficiente y podría seguir con su vida como si nada hubiera pasado, pero se dio cuenta de que eso no era posible. Nelliel se había ido asentando gradualmente en su mente, hasta el punto de extrañar el aroma de su piel por las mañanas.

Pasaron la ciudad de Maranni y Kaien pudo ver, desde la ventana del carruaje, que las puertas de la ciudad eran nuevas y que no había rastro de destrucción alrededor; solo las puertas eran nuevas. Sabía que no encontraría algo relevante en la ciudad, lo que había sucedido en Maranni, según los informes, había sucedido hace poco más de dos meses, justo cuando Ichigo había ido a investigar los rumores.

La Gran Casa era un palacio fortificado al igual que el Castillo de Adelaar, tenía grandes murallas y una gran puerta principal por la que pasó el carruaje de Kaien después de que los soldados lo anunciaran a los vigilantes.

Kaien había viajado discretamente, no porque no quisiera demostrar su condición de heredero y futuro rey, sino porque era más fácil de esa manera; de esa forma no llamaría tanto la atención en el camino y evitaría problemas.

El carruaje de Kaien avanzó por el camino de entrada y se detuvo justo en la puerta principal de la Gran Casa, esperó un momento a que Nnoitra abriera la puerta y descendió tranquilamente, siempre con esa sonrisa falsa que sabía usar muy bien. Kaien no se sorprendió al encontrar al hijo del Consejero Kuchiki esperándolo en la entrada, lo que lo sorprendió fue ver al hijo del Consejero usando un bastón a una edad tan temprana.

Los reportes decían que había resultado herido en aquellas misteriosas explosiones, y al parecer, aquellas heridas habían dejado secuelas.

— Su Alteza Real, el Príncipe Kaien. — Fue presentado por Nnoitra y Byakuya se inclinó solo con la cabeza en un gesto de bienvenida muy similar a los que Kaien había visto en el Concejal Kuchiki.

— Lord Byakuya, ¿verdad? — Preguntó Kaien con esa sonrisa falsa y amable. Byakuya solo asintió. — Sé que mi visita es imprevista, pero traigo un mensaje del rey.

Esas palabras tuvieron un efecto curioso en Byakuya, quien todavía estaba de pie en la puerta usando su bastón como apoyo. Byakuya se sorprendió y sus ojos dejaron que Kaien viera esa sorpresa, como si no esperaran un mensaje del rey o como si estuvieran esperando demasiado.

Kaien le hizo un gesto con la mano a Nnoitra y este le entregó a Byakuya un papel sellado con el sello personal del rey para que el joven Kuchiki lo leyera. Kaien sabía lo que decía ese papel, era el aviso de que él estaba allí oficialmente para hacer el trabajo de Ichigo. El rey lo había enviado directamente a revisar todos los asuntos relacionados con la seguridad y la milicia de la ciudad.

Byakuya solo vio el sello del rey y asintió, no leyó el contenido en ese momento.

— Su Alteza, por favor sígame. Hablaremos en la oficina privada de mi padre. — pidió Byakuya.

Kaien lo siguió, mirando el interior del palacio que tenía un aspecto abandonado, y notando que Byakuya cojeaba levemente en una pierna mientras caminaba. Se sabía que el Palacio de Jade se veía imponente y majestuoso antes, pero en ese momento parecía solitario y casi vacío, como si toda su antigua gloria se estuviese desvaneciendo con el tiempo. Kaien pretendía que lo único que quedara de ese palacio fuera exactamente eso, una historia.

Byakuya guió a Kaien a la oficina privada del Señor de Maranni, le ofreció un asiento y pidió que no lo molestaran. Byakuya se sentó en la silla detrás del escritorio y rompió el sello lacado para leer el contenido de la carta del rey.

Kaien se quedó en silencio, esperando a que comenzara la revisión y mirando con diversión lo que había en esa oficina. No importaba que no encontrara nada sospechoso, la verdadera misión era informar al rey de todo lo que veía, oía y hacían los habitantes de la Gran Casa.


El Palacio Blanco de Gardelia estaba de luto, las banderas negras ondeaban en la brisa fresca de aquél jardín gigante que era la capital, pero la ciudad estaba en completo silencio. La pira funeraria estaba colocada en la plaza frente al templo de las Deidades, y el cadáver del rey estaba colocado sobre un manto rojo sobre la pira con flores blancas que lo rodeaban simulando una cama.

Los cuernos sonaron por última vez en honor al rey caído, y el príncipe heredero se acercó con una antorcha encendida a la pira funeraria marcando el comienzo de la última ceremonia del rey. Los habitantes de la ciudad también se reunieron, rezando al unísono esa última oración para pedir a la Sombra que guíe el alma de ese rey al paraíso de las Deidades y le conceda el descanso eterno que se merecía.

Estaban presentes todas las concubinas del rey muerto, todas de luto por la muerte del rey y todas resignadas a que después de esa ceremonia tendrían que abandonar el Palacio Blanco porque sólo la madre del heredero podía permanecer en el palacio, y sólo sus hijos podían seguir llamándose príncipes y princesas de Gardelia.

Yoruichi veía el cuerpo de su padre consumirse en las llamas de esa pira funeraria. La forma en que el fuego devoraba todo y se elevaba como una feroz bestia que rugía, vivía y se consumía a sí misma, fue casi hipnótica. Las reglas eran claras, y aunque iba a extrañar a sus hermanos y hermanas, no estaba dispuesta a abogar por que ellos permanecieran en el palacio. Su hermano sería coronado rey y, como rey, tendría sus propias concubinas.

Cuando se coronaba a un nuevo rey en Gardelia, la historia se reescribía de nuevo y si alguno de los antiguos príncipes valoraba su propia vida, o había tenido la suerte de sobrevivir a su padre y al hijo favorito del rey, era preferible que se mantuviera alejado del Palacio y del deseo de convertirse en rey.

Yoruichi era la más joven de todas las princesas, era la favorita de su padre y, en ese momento, era la única princesa de Gardelia y la favorita de su hermano. Cualquier cosa que Yoruichi pidiera, su hermano se la daría.

El Ruiseñor || IchiRuki FFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora