Rukia, 17 años.
Era su cumpleaños, y como todos los años desde que ella podía recordar, ese día ella podía hacer lo que quisiera, no era que ella no hiciera lo que quisiera todo el tiempo, sino que era un día realmente libre.
Tan libre como se pudiera dentro de la vida diaria en la Gran Casa.
Tan libre como para quedarse todo el día en la cama tanto como fuera posible, cosa que estaba aprovechando en ese momento. No había mejor regalo que dormir hasta tarde.
La Gran Casa, que cuando Maranni aun era un reino se llamaba "El Palacio de Jade", era realmente un palacio fortificado semi abandonado que quedaba como el recuerdo de aquellos tiempos en donde los Señores de las Montañas Azules recorrían los campos a caballo y escalaban las montañas en verano solo por diversión.
Había tantas habitaciones que era imposible contarlas sin perderse, había salas, jardines y un montón de cosas más que Rukia conocía tan bien como la palma de su mano, así como un pequeño templo a las Deidades que antes, en los días en que el reino era joven, era un templo dedicado a La Sombra. Rukia muchas veces se preguntó si la Sombra no se habría enfadado por tener que compartir las plegarias o si quizás la caída de Maranni fue precisamente porque empezaron a adorar a las Deidades y eso puso celosa a La Sombra.
Rukia se imaginó a La Sombra enojada porque no había suficientes plegarias para ella y porque las Deidades le quitaban espacio, y no pudo evitar reír un poco ante lo hilarante que le resultó aquél pensamiento.
— ¿No es muy temprano para estar riendo sola?
La voz de Yuki le llegó desde la puerta con un tono feliz y animado, que escondía muy bien el tono de reclamo que últimamente Rukia había estado notando en la voz de su prima. Todos los años, desde que Rukia había cumplido 14 y el príncipe Kaien había empezado a enviarle regalos en fechas "importantes", Yuki parecía ponerse celosa.
Yuki era una Kuchiki en toda la regla, ojos grises, cabello negro y piel pálida y hermosa, incluso tenía esa expresión de seriedad que a veces rayaba en la frialdad que todos en esa familia tenían; Rukia también tenía esa expresión y solo su madre parecía ser la flor de la felicidad en aquél enorme lugar.
Yuki también parecía su hermana mayor aunque solo fueran un par de meses los que distanciaban un nacimiento de otro. Yuki nació en octubre y Rukia en enero. Hubo un tiempo en que las vestían igual y parecían gemelas, solo podían ser distinguidas por el color de ojos de Rukia que había heredado de algún antepasado que pertenecía a algún reino del sur.
— No, solo estaba pensando en tonterías.
— Deja de pensar en esas tonterías entonces, que dentro de poco te convertirás en una princesa y debes de dejar de pensar cosas absurdas.
Rukia estaba a punto de reclamar por aquella afirmación, que aunque era cierta, era lo último que quería escuchar el día de su cumpleaños, pero Yuki le entregó una caja de madera finamente tallada.
Rukia lo supo en ese momento, era un regalo de Kaien.
Solo lo había visto una vez, cuando fue al palacio por algún motivo que en ese momento ya no era importante, y no era algo que precisamente le robara el sueño. En esos momentos ella ya era consiente del compromiso matrimonial con el Segundo Principe del reino, y Kaien sería declarado con ese título cuando el heredero cumpliera la mayoría de edad o regresara de donde fuera que estaba en ese momento.
Los rumores decían que el heredero a la corona estaba con los mercenarios aprendiendo sobre la guerra, aunque eso era algo difícil de creer; quizás solo estaba gastándose el dinero de la casa real en alcohol y mujerzuelas. No era algo que le importara tampoco, ni siquiera lo había visto alguna vez en su vida y no tenía idea de cómo era físicamente.
— ¿Cuándo llegó?
— Hace algunos días. Lady Kuchiki no quería que te lo entregara hasta hoy para que este fuera el primer regalo que recibieras. — Yuki se sentó en la cama junto a ella. — Ábrelo, quiero ver qué te envía tu futuro esposo.
Rukia tuvo un escalofrío por aquella oración pero hizo lo que Yuki le pidió y abrió la caja de madera. Adentro había una carta que leería después, aunque solo era una felicitación formal de cumpleaños, y tomó el obsequio que le envió esa vez con cuidado. Era una peineta con piedras rosadas que estaban increíblemente talladas simulando ser flores y de la cual había pequeños hilos con una piedra blanca colgando libremente.
Un regalo hermoso y costoso.
— ¿Lo vas a usar? — Preguntó Yuki intentando tomar la peineta pero Rukia la alejó de ella, la volvió a colocar en la caja de madera y la cerró con cuidado. — Interpretaré eso como un "no". ¿Por qué nunca usas los obsequios del príncipe Kaien?
— Es demasiado lujosa para usarla un día como hoy, que saldré a comprar pan.
Fue una respuesta absurda pero no era una mentira, Rukia realmente saldría a comprar pan y a rezar al templo de las Deidades de la ciudad. La peineta que envió el príncipe Kaien era para usar dentro de la Corte Real, y eso le causó un escalofrío porque inevitablemente ella tendría que ir al palacio y cumplir con sus obligaciones.
— ¡Ese panadero! — Yuki se levantó de la cama molesta. — Agradece que no le he dicho nada a lady Kuchiki, pero debes dejar de verlo.
— ¿Por qué? Me gusta el pan que hace.
— Y también sus besos, ¿no? — Yuki se acercó a la puerta para salir de aquella habitación, realmente molesta, quizás más molesta de lo que debería de estar. — Pareciera que te quieres sabotear a ti misma. Iré contigo y evitaré que alguien más te vea con él, pero debes terminar con él o en verdad terminarás vendiendo pan con la cara y el cabello llenos de harina.
— No voy a terminar con él. Me espera una vida de obligaciones, no me prives de un momento de libertad.
— No puedes tener escándalos en tu pasado, es un requisito indispensable. Inician con un beso y cuando menos te des cuenta, estarás en la bodega haciendo... ni siquiera lo quiero decir. Mira a la hija del cazador, la encontraron con un soldado y ahora la quieren casar con él, solo por un momento de "libertad".
Yuki salió de la habitación y Rukia se quedó en la cama, con el regalo de Kaien en las manos. Le parecía realmente ridículo que hicieran esas cosas porque los príncipes hacían eso mismo con las hijas de los señores y a nadie parecía importarle. De igual forma no iba a usar el regalo de Kaien hasta que se viera obligada a hacerlo, así que no tenía por qué preocuparse por combinar su ropa con la peineta y mejor decidió abrir la carta que el príncipe le había enviado.
—
Mi muy estimada señorita Kuchiki.
Es de mi agrado poder escribirle en este día tan especial para usted y ser de los afortunados en felicitarla por cumplir un año más de vida. Espero que disfrute este día en compañía de su familia y amigos, y espero tener el privilegio de compartirlo con usted el próximo año.
La reina me permitió darle una noticia a su nombre, y espero sea un complemento que alegre más su día. Su habitación dentro de la Zona de la Reina está siendo preparada para su llegada en el verano.
De nuevo le doy mis mejores deseos y espero que el verano llegue pronto para poder conocerla como corresponde.
Kaien.
Principe de Avanta.
—
Rukia leyó la carta un par de veces y supo en ese momento que su libertad tenía fecha de caducidad.
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El Ruiseñor || IchiRuki FF
FanfictieIchigo regresa al reino después de completar su educación en el reino de su madre, se supone que él es el heredero, se supone que todo está bien y se supone que nada va a cambiar. Se supone. Ichigo ha aprendido, de una manera cruel, que su padre no...