1 noviembre - x492

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De las Tres Deidades que se adoraban en los templos, solo la Sombra era la Deidad a la que los soldados rezaban cuando iban a la guerra. Le rezaban para que sus armas fueran más fuertes y que su fuerza fuera mayor; le rezaban para que no temieran a la muerte en el campo de batalla, y le rezaban para que si morían en la guerra, la Sombra los llevaría al Paraíso de las Deidades.

Sin embargo, los verdaderamente afortunados y "tocados" por la Sombra eran aquellos que pertenecían a la sangre de Vayalat; la primera mujer en tener ese "don de la guerra".

Nadie sabía cómo Vayalat había logrado tener la bendición de la Sombra, pero desde siempre, sus hijos y los hijos de sus hijos, fueron entregados a la Sombra en un ritual que fue transmitido de generación en generación; todo para que el don que habitaba en ellos pudiera ser utilizado en su totalidad.

Con el tiempo encontraron la manera de que otras personas se unieran a la Sombra, no como lo hizo Vayalat, ella fue la primera y única, pero de alguna manera lograron que la Sombra mejorara los dones naturales de las personas. Los soldados entrenados por los Karanq, aquello niños huérfanos eran los que, tras recibir y sobrevivir a un duro entrenamiento, se convirtieron en Las Sombras.

No eran originales en los nombres, pero era la mejor manera de describirlos.

Aquellos niños que sobrevivían al entrenamiento y que entregaban su vida a la Sombra, eran marcados con extraños tatuajes que generalmente estaban cubiertos por ropa para no revelar su identidad.

Eran los asesinos del reino; lo mejor de lo mejor porque la Sombra los hizo más que simples soldados.

Ichigo entrenó con esos niños, pero recibió la Sombra en él mucho antes que esos niños, solo porque él era uno de los herederos de Vayalat. Hizo el mismo ritual que su madre, sus tíos y abuelos; el mismo ritual que hicieron sus hermanas pequeñas la vez que escaparon de Visnia y llegaron a Vermist sin decirle a su padre, solo porque hacer un viaje sin permiso era divertido.

Renji y Uryu habían pasado por el ritual que hacían los niños huérfanos y, al igual que los soldados que Ichigo había entrenado personalmente, estaban marcados por la Sombra. La Sombra amaba la guerra y la sangre, y todos los asociados con la Sombra habían matado al menos una vez en sus vidas.

Ichigo no quería que Rukia se uniera a la Sombra, aunque conocía el ritual para hacerlo, no quería hacerlo. Rukia era su luz y no quería contaminarla así, pero ella había insistido en más de una ocasión, y aunque él se lo había explicado de todas las formas posibles, ella no se retractó de su decisión; así que tuvo que ceder.

El canto que hizo mientras Rukia miraba a la Sombra en el espejo, era el ritual de las parejas; el que se hacía cuando una pareja tenía quería unirse a través de la Sombra. Aunque el ritual los hacía pertenecer el uno al otro, Rukia tendría que servir a la Sombra el resto de su vida.

Ichigo veía a Rukia dormir entre sus brazos, todavía era muy temprano y ella debía estar exhausta. Le acarició suavemente las mejillas y la sintió moverse entre sus brazos para acomodándose un poco mejor, haciéndolo sonreír.

Él había sido el primero en ver el tatuaje que se había formado en la piel de Rukia, y al contrario de lo que pasaba con los otros tatuajes de los que se unieron a la Sombra, el tatuaje de Rukia estaba perfectamente definido. Ichigo pensó en ese momento, que cuando él dominara por completo el ankh y su tatuaje se definiera, ya que ambos estaban atados por la bendición de la Sombra, su tatuaje tendría que ser algo similar al de Rukia.

Ichigo acarició suavemente las mejillas de Rukia y le dio un suave beso en la nariz; Rukia no se despertó y eso lo hizo sonreír de nuevo. Le sorprendió que Rukia se sintiera tan cómoda en sus brazos, y la forma plácida en que dormía junto a él lo hacía sentir feliz y afortunado.

El Ruiseñor || IchiRuki FFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora