Capítulo 26

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Valeria

Aquella frase escupida por mis labios le había dejado impactado de una manera totalmente inesperada. Se le notaba la tristeza en su cara. Su rostro se puso de un tono un poco pálido, y mira que era la persona más morena que había conocido a lo largo de toda mi vida. Incorporó de nuevo correctamente su espalda en el asiento, decid¡do con que tenía que hacer lo que fuese para aprovechar el tiempo conmigo. Me había percatado de que Tyler tenía sus emociones y sentimientos más abiertos que cualquier libro del planeta.

—¿Mañana...?  —dijo balbuceando—. No me ha dado apenas tiempo de conocerte, Valeria.

—Lo sé. La llamada era de uno de mis superiores, el piloto del avión —dije poniendo una mueca de molestia.

—Tu avión sale mañana por la mañana temprano, ¿verdad? Joder. Nada nunca me sale bien. Soy un inútil.

—Oye, no te menosprecies de esa manera. Sí, mi avión sale temprano, pero he de decir que me lo estoy pasando... ¿muy bien? Sí, creo que es lo que define todo esto... Es extraño pero no me cabe duda decir que te has convertido en el desconocido más conocido posible, y no sabes como mi corazón agradece esos pequeños actos.

Tyler se puso más rojo que un bol de fresas. Se miró sus manos al notar que se estaba comportando de una manera un poco más nervioso de lo normal. Se pasó la mano por la frente y con todo el valor que puede almacenar cualquier ser humano, dijo:

—No se diga más. No creo que nuestros caminos se vuelvan a encontrar. Vamos a recorrer un poco más la ciudad hasta que llegue el momento de la despedida. Me va a doler, lo sé. También tengo en cuenta que nos conocemos de apenas unos días..., pero nunca había estado tan atento ni cómodo con ninguna otra persona, Valeria. Por personas como tú, con ese carácter y actitud, vuelvo a creer en que vivo en un mundo perfecto siendo la persona más imperfecta emocionalmente estable.

—Somos dos almas imperfectas buscando un mundo perfecto —dije estirándome en la mesa y acariciándole su hombro derecho.

Esbozó una sonrisa muy cálida y reconfortante a la frase dictada por mí. Era el guitarrista más sensible que había conocido en mi vida, y me gusta que tenga esa manera de sentir. Hay personas que se hacen los duros por no enseñar sus sentimientos tal y como son realmente, como si todo su ser estuviera cubierto por una capa invisible de mentiras.

—Vámonos de aquí. Debemos de aprovechar todo el día que nos queda. París es muy grande para recorrerla entera en un sólo día —dijo, para acto seguido, llamar a la amable camarera, Dayara, y pagar la cuenta de nuestro almuerzo.

—Veintisiete con cincuenta y cinco, por favor. ¿Efectivo o tarjeta? —dijo la chica, mientras elevaba con una de sus manos el datáfono como alternativa para pagar.

—En efectivo, si es tan amable.

Oh, mierda.

—Tyler, no. Yo pago lo mío.

—No.

—No me hagas esto..., me da muchísima vergüenza.

—Oye rubia, tiene usted a un novio muy caballeroso y servicial por lo que veo.

—No, no. No es lo que parece. Él no es mi novio.

Aquello que dejamos a mediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora