Capítulo 33

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Tyler



Londres, hace algunos años


Me indigna la manera tan insólita en la que está tan infravalorado el escritor Dan Brown. Me acuerdo perfectamente cuando un día me dirigí a un pequeño mercado que pusieron a escasos metros de mi hogar y vi un libro suyo. Había oído hablar sobre la película, pero por experiencia propia, prefería lo narrado en los libros. El código Da Vinci marcó un antes y un después en mi manera de ver el mundo y diversas teorías acerca de lo hablado en él.

Me encontraba en mi habitación una tarde de un viernes leyendo El símbolo perdido, otro libro del característico autor pero no tan reconocido como otros. No había nadie en mi casa, lo que aumentó mis ganas de no salir bajo ningún concepto de mi pequeña cueva. ¿Mi hermano Harrison?, ni idea. Puede que esté por la zona de Buckingham, por esos tan característicos jardines. ¿Mi padre?, también desconocía de su paradero. Puede que esté cubriendo el turno de algún compañero en la estación, o puede que se haya metido en el primer bar que haya visto.

Justo antes de seguir avanzando para ver qué diablos pasaría con el profesor Langdon y su acompañante en el libro que estaba leyendo, llamaron dos veces a la puerta principal. La llegada del trabajo de mi padre fue lo primero que pensé cuando escuché los golpes.

Papá tiene llaves, Tyler.

Mi mente aislaba cualquier pensamiento en base a ladrones o secuestradores que se quisieran hacer cargo con la casa. Era bonita, pero para ser sinceros, si yo fuese un ladrón, sería la última casa de todo el Reino Unido en la cual yo entrase a robar.

Me dirigí hacia abajo con el libro en la mano y rascándome la parte trasera de mi cabeza. Intenté visualizar por los ventanales del salón quienquiera que fuese quien se encontraba detrás. Era imposible, las cortinas me impedían el campo de visualización hacia el exterior.

Abrí la puerta.

Allí estaba otra vez.

Iba muy arreglada, qué extraño.

—¿Te pillo en buen momento? —dijo sin apartarme la mirada.

—Te diría que sí, Emma. Pero resulta ser que para un pequeño momento de tranquilidad que he podido buscarme en todo el día, lo interrumpes —dije con un tono burlón—. Dime, qué te ocurre.

—Doy una fiesta esta noche con todos mis amigos de la escuela. Como bien sabemos los dos, no vamos a la escuela juntos, pero estás invitado aun así a venir. Te pilla a cinco segundos, capullo, espero que vengas.

Y sin más, se marchó.

Cerré la puerta, asombrado por la pequeña conversación que acabábamos de tener en las escaleras de la entrada a mi casa. No sabía cómo reaccionar. Mi mente estaba barajando las posibles cosas que podría hacer esta noche para pasarlo bien, pero solo se me ocurría ver alguna película de terror, como era de costumbre. Lo pensé bien mientras iba a por un vaso de zumo de manzana. Iré. No creo que pueda pasar nada malo. Puede ser una gran oportunidad de hacer nuevos amigos y acercarme más a Emma, porque una cosa tenía muy claro: nos gustábamos, pero no sabíamos cómo expresarlo el uno con el otro.

***

Nadie de mi familia había llegado a mi casa. Eran cerca de las diez y mi hermano no me contestaba a los mensajes que le había dejado:

Aquello que dejamos a mediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora