Valeria
—No, nunca he tenido pareja. Siempre he visto a los famosos en las películas románticas de la televisión, pero jamás se me ha brindado la oportunidad de que me ocurriese a mí.
—Vaya. Pobrecita.
—¿Qué?
Me miró tenso, doblando una de las esquinas de las servilletas que nos había servido anteriormente la amable camarera. Una mirada llena de preguntas aún sin responder inundaban los ojos de Tyler, expectantes a conocer todo lo posible de mí.
—Me refería a que nunca has conocido el amor. Debe de ser una putada, ¿no? —masculló mientras se incorporaba perfectamente en su silla rústica de madera. Todo aquel precioso local parisino estaba hecho de materiales directamente recogidos del medioambiente, como si la mano del hombre sobre estos hubiera sido muy poca o incluso nula. Miraba expectante hacia todos lados, como si en algún momento pudiera salir el mismísimo oso Yogui.
—¡Premio para el concursante! ¿Tanto se me nota que he estado sola durante todos estos años? —dije dando un trago a una Coca-Cola que nos acababan de servir.
—No has estado sola, Valeria. Tienes a esas fantásticas amigas que me he encontrado el entrar en tu habitación de hotel.
—Maldita Olga, en cuanto llegue a la habitación se va a enterar. No me dijo nada. Nunca respeta mis decisiones. Es como controlar a veinte niños de infantil, pero agrupados en una sola persona.
—Tiene que ser muy buena amiga, al menos, esa fue la sensación que me transmitió al yo llegar. Se le veía muy emocionada.
—Lo es, te lo aseguro. Pero a veces es muy difícil de llevar —puse los ojos en blanco recordando lo ocurrido esta mañana en el buffet del hotel—: esta misma mañana por ejemplo, se ha ido acercando extranjero a extranjero para intentar ligárselo.
—Entiendo.
—No, hazme caso que no lo entiendes. Controlar a una adolescente de catorce años creo que podría ser hasta más sencillo.
Rió.
Reímos.
El aro plateado de su oreja izquierda decía mucho sobre su apariencia física. Era atractivo, las cosas como son. Me gustaba su pelo, bueno, el escaso que tenía, ya que, parecía un actor de la película Salvar al soldado Ryan. Su tono de piel ya me había impactado la primera vez que nos cruzamos, porque para ser un londinense aparentaba ser un brasileño bebiendo de un coco tumbado en una bonita playa con aguas transparentes. Pero faltaba un pequeño detalle en el que se fijó Olga pero yo pasé desapercibido:
—Oye, ¿qué raro que no hayas traído tu guitarra contigo, no?
—Vaya vaya, muy observadora por tu parte, Valeria.
—Al fin y al cabo, la atención y los pequeños detalles juegan un papel muy importante dentro de mi oficio. Piénsalo.
—Ni que lo digas, rubia.
Ni el pelo de Olga está tan rojo como mis mejillas en este preciso momento al escuchar lo dicho hace escasos segundos por Tyler. No me molestó en absoluto, al revés, era la primera vez que alguien me ponía un apodo tan cariñoso y real como aquel. Un adjetivo lleno de personalidad y cercanía, de una persona totalmente desconocida que, poco a poco, sin darse cuenta, estaba ganando mi confianza. En aquel preciso momento, Dayara, nuestra camarera, nos trajo los platos citados por nosotros hace unos minutos. Todo tenía una pinta exquisita y deliciosa.
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Aquello que dejamos a medias
RomanceA día de hoy, entendemos perfectamente que las estrellas son pequeños destellos de luces que nacen en un precioso cielo nocturno. ¿Pero qué pasaría si dichas constelaciones fueran personas?, desde un amigo íntimo de la infancia a alguien completamen...