Tyler
Puede que tirarme de cabeza a la piscina en situaciones que no sabemos cuanta agua hay, sea una de mis virtudes que mayor poseo a día de hoy, y creedme; no me arrepiento para nada poseerla. Aparté mis labios de la comisura de los suyos, y fue un momento de película lo vivido anteriormente. Ojalá estuviera por aquí Tim Burton para presenciar todo el escenario y contratarnos para una nueva película. Sería un taquillazo, no cabe duda alguna.
—Te veo un poco desconcertada, Valeria.
—Tengo motivos para estarlo, ¿no crees?
—Te ha gustado —dije firme y mostrando una pequeña sonrisa—, solo hay que ver la manera en la que te brillan los ojos mientras miras a los míos.
Se puso un poco nerviosa y dubitativa.
—Sinceramente, sí. No soy una mentirosa. Si algo me gusta o no, lo digo y punto.
—Me gusta que seas así —le aparté un mechón de su pelo rubio de la cara. El viento la estaba molestando un poco ya—. Si quieres vamos bajando ya, sino, los del ascensor van a optar por coger un paracaídas y bajar por voluntad propia.
Emitió una dulce carcajada.
—Llevas razón, será mejor que vayamos saliendo ya de aquí y me vaya hacia mi hotel. Las chicas deben de estar un poco preocupadas por mí y... ¡DIOS MÍO! No las he avisado de que mañana cogemos el vuelo. Como estén dormidas estoy perdida. Me van a despedir.
—No pienses así. Te voy a acompañar al hotel para asegurarme de que regresas a casa sana y salva. No acepto un «no» por respuesta. Vamos a salir ya, así te da tiempo a descansar un poco más.
Asintió y nos dirigimos con todos aquellos visitantes eufóricos por poder bajar de una vez. Me uní con la muchedumbre e inserté la llave de una manera disimulada en la parte donde estaban unos pequeños botones y, acto seguido, el ascensor empezó a descender, y con él, la calma y la tranquilidad de la gente hicieron acto de presencia.
Salimos de allí como si de inocente me tratase. Nadie sospechó nada en mí. A lo mejor, mi cara mañana aparecería en las portadas de todas las prensas francesas con el siguiente titular: joven se dedica a activar las alarmas de incendios por toda Francia.
El paseo de la Torre Eiffel hacia el hotel fue algo agradable y tranquilo. Para mi grata sorpresa, el hotel era precioso. La entrada cabía a destacar, pero tenía una pinta impecable.
—Vaya, vaya. Tu empresa aérea tiene más dinero de lo que yo me podría llegar a imaginar —dije elevando mi cabeza para alcanzar a ver la última planta de aquella majestuosa fachada—. Cobráis bien, ¿verdad?
—No sé —dijo seria—, no nos han pagado aún, y si fuera así, no me gusta ir diciendo a cualquiera cuánto cobro en mi trabajo.
—La cosa es que yo no soy cualquiera, Valeria. No me lo puedes negar ya. Tenemos algo de... ¿chispa? Puede ser. Tú qué crees.
Se quedó en silencio. No dijo ni una palabra más
—Creo que debería de subir ya. Me lo he pasado muy bien. Gracias por todo, enserio. Me llevo... un amigo londinense que vive aquí... en Francia. Bueno, tú me entiendes.
Venga, campeón, te acaba de mandar al banquillo.
—Sí.. claro. Por cierto, para no perder el contacto, déjame tu número de teléfono y así seguimos hablando... Si quieres —dije con un tono un poco triste después de lo mencionado anteriormente. No tenía ni idea que una simple palabra pudiera llegarme tan adentro de mí e impactarme de la peor forma posible. Por un lado, lo veo un poco razonable y justificado: nadie se enamora de nadie en menos de veinticuatro horas. Debía de entrarme en la cabeza. Nada de lo que mi mente anhelaba conseguir, se podría llegar a lograr.
—Sí. No hay problema —sacó su teléfono móvil y yo el mío para copiar rápidamente el número que me estaba mostrando.
—Gracias.
—De... nada. Me ha gustado mucho conocerte, Tyler Lee.
—A mí también, Valeria Ocaña.
Nos dimos un cálido abrazo en aquella entrada de hotel iluminada por diversas luces típicas de Navidad. He de decir que una tentación recorrió mi cuerpo al completo cuando nos separamos: una parte de mí me pedía a gritos que la besara hasta dejarla sin aliento. Pero en el fondo, sabía que estaría de mal gusto por mi parte, pues me había dejado claro a la perfección las intenciones de ellas conmigo.
—Hasta siempre —dije elevando una mano y metiendo la otra en uno de los bolsillos de mi abrigo.
—Hasta siempre —repitió ella, para acto seguido, dar media vuelta y entrar sin mirar atrás en aquel fabuloso hotel. Me dolió un poco que no mirase hacia atrás para devolverme la mirada que tanto deseaban encontrar mis ojos. Su melena rubia bailaba de un lado hacia otro mientras desapareció por los rincones de aquel vestíbulo.
Sentía un pequeño vacío emocional dentro de mí, como si me acabaran de arrebatar algo de máximo valor sentimental. Entonces se me ocurrió una pequeña idea para que aquella fría noche que acababa de separar a dos almas brillando bajo una misma estrella, fuera un poco más cálida. Sabía que a la mañana siguiente viajaba a Ámsterdam, pero desconocía por cuánto tiempo estaría por allí. Fui al hostal donde me estaba hospedando. Mi dinero no era muy abundante que digamos para planear lo que tenía en mente, así que me dirigí de nuevo como el otro día hacia la catedral de Notre Dame, y acompañado por mi amada guitarra. Esa noche me prometí a mí mismo hacer magia para lograr lo que tenía en mente. No había tiempo que perder entonces.
Me había percatado de que no hay que temerle a enamorarse. Debemos de estar en alerta de quien nos enamoramos, porque en menos de lo que nos demos cuenta, puede romper todos nuestros esquemas, haciendo que nos quedemos sin un rumbo en concreto.
Y sí, antes de que vuelvas a leer el párrafo de arriba: me estaba empezando a gustar mucho Valeria, y tenía miedo por cómo acabaría todo aquello.
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Antes de nada, el capítulo está escrito en Bruselas, concretamente en la capital de Bélgica. Es el segundo país que he visitado después de Holanda (o Países Bajos, como prefiráis). Por desgracia, mis vacaciones ya han terminado y vuelve lo temido por todos los estudiantes: la vuelta a las clases. Intentaré establecer un orden en concreto si me llegase a coger los exámenes de segundo con la elaboración del libro. En principio, mi objetivo es ir terminándola a finales de septiembre ya, pero como siempre digo, no prometo nada, chicos.
Espero que le estéis cogiendo cariño al Tyler enamoradizo ;)
Abrazos y chocolates desde Bruselas.
David
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Aquello que dejamos a medias
RomanceA día de hoy, entendemos perfectamente que las estrellas son pequeños destellos de luces que nacen en un precioso cielo nocturno. ¿Pero qué pasaría si dichas constelaciones fueran personas?, desde un amigo íntimo de la infancia a alguien completamen...