Capítulo 49

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Tyler



6 días después


Si hace un par de meses atrás me dijesen que iba a estar compartiendo habitación con la chica que me gusta en casa de sus padres, no me lo habría creído jamás en la vida.

No fue fácil decir adiós a Valeria en aquella terminal viendo cómo se apartaba de mi campo de visión. Fue un golpe demasiado duro a mi corazón, el cual siempre recordaré para los restos de mi vida, ya que fue un dolor totalmente desconocido e inexplicable para el interior de mi ser. Pasar las navidades con Valeria y su familia fue algo completamente novedoso y nuevo para mí, ya que nunca me han llamado la atención ni me han transmitido ni siquiera algún acercamiento ni importancia. Ojo, hablo de las fiestas, no de pasar tiempo con Valeria. Ella era toda la razón de mis latidos imprevistos. María, su madre, era una señora con un carácter un poco religioso a la hora de tomar decisiones y cuando cenábamos, en cambio, su padre, Juan, me había dado una visión bastante diferente a como yo me lo he estado imaginando todo este tiempo. Siempre lo podías encontrar sentado en el sofá con una cerveza de marca española muy mala a mi parecer, Cruzcampo se llamaba.

Los días estaban yendo lo mejor posible y estaba descubriendo costumbres españolas muy graciosas en Navidad, como por ejemplo la celebración de una lotería a nivel nacional donde los españoles, en base a cupones, podían ganar mucho, pero que mucho dinero. También me impactó el simple hecho de que no celebrasen Santa Claus —o Papá Noel, como se le dice aquí— de una manera tan importante como es en Londres. Al parecer, había una especie de tres señores magos que cada cinco de enero por las noches, con la ayuda de unos camellos, dejaban los juguetes en las casas de los niños. Tenía más fama, pero yo me quedo con mi gordinflón de rojo con renos. La casa de Valeria era un poco más diferente en comparación a la que tenía en Londres, sobre todo el barrio donde vivía, nada de comparación con uno británico.

A Valeria no le costó presentarme ante sus padres como un "amigo" de la compañía aérea, ya que era muy de poner etiquetas y no quería precipitar por nada del mundo todo el asunto. A ella le gustaba todo lento, y yo estaba dispuesto a acompañarla durante todo el momento, fuese como fuese, y de la manera que ella quiera. Se inventó la excusa más grande de su vida diciendo que era también azafato y que había perdido el vuelo hacia Inglaterra en la mañana de Navidad, todo llevo demasiadas cosas y... ahora estoy aquí, sin saber qué pasará mañana. Pero eso me daba igual. Otro dato del que no me había acordado era que me había comentado numerosas veces que quería asistir a una fiesta de fin de año junto a toda la empresa y con Olga y Ana, su mejor amiga y su compañera de vuelo. Yo dije que si suponía una incomodidad o molestaba en aquella fiesta, cogería un avión a la otra punta de Europa, no me importaba nada. Me dijo que estaba loco, sólo le faltó hacer un par de llamadas e informar a Héctor de mi presencia, el capullo ese que nunca me ha transmitido mucha confianza.

—Nunca supe que una pajarita te fuese a quedar tan bien, Tyler —me dijo ajustándomela en el cuello.

—Toda la ropa de este mundo me queda bien, absolutamente todo —dije elevando la cabeza hacia arriba, ya que se había pasado ajustándola—. Te dije que no era necesario robarle un esmoquin a tu padre. Demasiada confianza en tan sólo... ¿seis días?

—Deja de quejarte —dijo haciendo el último apretón en el nudo—. No lo usa para nada, sólo cogen polvo y están ahí muertos de risa prácticamente todo el año. Tienes que aligerarte en recoger y prepararte en lo que queda, el tren sale en menos de una hora y hemos acordado vernos todos directamente allí, en el hotel.

Aquello que dejamos a mediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora