Capítulo 36

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Valeria



Mientras el amable taxista aparcaba dando voces a los franceses, Olga y Ana, en los asientos de atrás, se estaban peleando para ver quién era la que más chicos conquistaba en el tiempo estimado del vuelo hacia Ámsterdam. Todo un show.

—Que tengáis un buen viaje, chicas —dijo el conductor mientras nos iba colocando nuestro respectivo equipaje en el suelo, a un lado del vehículo.

—Muchas gracias por la rapidez, señor —le dije mientras le negué el cambio del coste del trayecto. Para ser muy temprano, sabía mantener la cordialidad con sus clientes y ofrecer un exquisito servicio—. Quédese el cambio. Lo tiene más que merecido.

—Gracias por tu humildad, querida. Y... una última cosa —dijo sonriente.

—Dígame —dije dudosa.

El hombre mayor se acercó a mí mientras las otras dos se dedicaban a intentar husmear a ver qué era lo que tenía que decirme.

—No dejes escapar las pequeñas señales que te está enviando la vida.

Y sin decir nada más, se marchó en su respectivo coche. Las chicas empezaron a reírse sin cesar, yo, en cambio, agarré la maleta con decisión y valentía para acelerar el paso lo antes posible para llegar a la terminal de una vez. Mi uniforme no me abrigaba lo suficiente para el intenso frío que hacía desde tan temprano en París. Las tres íbamos igual que la primera vez que nos subimos al avión. La única diferencia era que ahora teníamos más confianza entre nosotras.

Llegué a la puerta principal antes de entrar. Me giré sobre mis pasos para echarle una última vista a París, una ciudad que en tan poco tiempo, me había enseñado demasiado. Olga y Ana entraron para dirigirse lo más rápido posible a un Starbucks para desayunar algo antes de llegar.

—Algo rápido, por favor os lo pido. No tengo ganas de que nos echen una bronca por...

—Emborracharnos —dijo Ana mirando desafiantemente a Olga, recordando el terrible dolor de cabeza con el que se había despertado y la gran fiesta que se montaron entre ellas dos.

—¡Te quejarás encima! Estabas hecha un cuadro de lo bien que te lo estabas pasando. Se nota que no has tenido mucha movida en tu adolescencia. Sólo te bebiste un par de chupitos de... —dijo cerrando los ojos intentando de recordar mientras avanzábamos en la cola— ¿Vodka?

—¡NI TE ACUERDAS! ¡PODRÍA HABER CAÍDO EN UN COMA ETÍLICO!

—¡QUE NO ME GRITES, RÓMULA!

La miré dudosa. Por una vez en mi vida, no había entendido a lo que Olga se estaba refiriendo llamándola así.

—¿Por qué la llamas Rómula? —dije esbozando una sonrisa mientras sacaba el monedero para disponerme a pedir.

—La leyenda romana dice que Rómulo y Remo eran dos hermanos que fueron adoptados por una loba. No me preguntes en qué fecha ocurre eso porque suspendía Historia con Paco. Pero el detalle era que esos dos hermanos mamaban de la teta de dicha loba. Y he llegado a la conclusión de que Ana es como Rómulo: absorbiendo todo lo que se le plante en cara.

—Eres de lo que no hay, en serio —dije, para acto seguido, sacar el traductor del móvil y decirle a la amable chica del mostrador mi pedido. Ana, en ese momento, no dejó de sacarle el dedo corazón a Olga a mis espaldas, acto que no dejaba de presenciar debido al reflejo ofrecido por las pantallas que había en mi cabeza.

Aquello que dejamos a mediasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora