Tyler
El amor... que con todo puede y que tanto duele a la vez.
Posiblemente mentiría si tuviese que decir que lo que acababa de pasar no me dolía y no sentía nada en absoluto. La había dejado marchar, sola y sin nadie que pudiese acompañarla hasta España. Es una de las personas más reguladoras y estrictas con el tema de organización que había conocido en mi vida. Sabía que le iba a ir bien fuese de la manera que fuese en el viaje. Confiaba en ella. Es una mujer maravillosa.
Una llamada entrante hizo que mis vaqueros comenzasen a vibrar sin cesar. Por un momento pensé que se trataba de Valeria en el otro lado de la terminal, arrepintiéndose de haber entrado al embarque sin mí y que se daba media vuelta para pasar la noche conmigo, pero no, no se trataba de ella. Era Harrison.
—Parece ser que todo ha dado un giro inesperado en toda esta historia tan cutre que lleva ni apenas dos semanas sucediendo, ¿no crees, hermanito? —dijo riéndose mientras me observaba desde una parte del aeropuerto que me era difícil de reconocer. Estaba aquí, vigilándome ahora mismo. Se escuchaban las llamadas hacia los pasajeros en la llamada.
—Déjame vivir en paz, escoria. ¿Se puede saber qué es lo que quieres de mí?, precisamente me alejé de casa y de ti por esto: para que me dejases de una vez tranquilo y no saber nada más de tus trapicheos incontrolables y repugnantes. Das asco, Harrison.
—Precisamente creo que te dejé bastante claro que tú y yo teníamos una deuda pendiente la cual debes de pagar. Luego, después de ello, me da absolutamente igual lo que hagas con tu vida, te lo digo muy en serio. Bueno..., aunque no es del todo así como pienso. Estoy demasiado tranquilo —dijo suspirando.
—Que diría mamá de ti —dije agarrando mi móvil con furia—, seguro que no te reconocería, al igual que me pasa a mí. Tú nunca has sido así, Harry.
—Por Dios..., hermanito... las cosas han cambiado muchísimo después de todos estos años. ¿Sabes que soy uno de los líderes de bandas de narcotráfico más grandes del Reino Unido? Sinceramente me da hasta respeto pasear mi bella cara por todas las cientos de cámaras de seguridad que hay ahora mismo aquí, grabándonos en este instante. No cabe duda alguna.
—Das asco —dije avanzando lentamente a la salida.
—¿Adónde crees que vas? Yo de ti no me movería ni un paso más —dijo cambiando el tono de su voz—. Estoy cansado de poner a mis hombres tras de ti en cada puto país que pisas, para que ahora, después de tu fuga de Londres, ¿te vayas de nuevo a otro puñetero sitio y vuelva a tener que buscarte la pista? No, Tyler. Este es mi juego, y como bien te dije cuando la casa de mamá y papá ardió, estás jugando en mi liga, con mis normas y mis advertencias existentes. Después de tanto escondite y tanta fuga... te tengo aquí, conmigo por fin.
Por un momento, elevé la mirada y lo encontré en la planta de arriba mirándome con una gorra negra de marca deportiva y una chaqueta de cuero. Me sonrió de una manera diabólica. El cuerpo entero me temblaba, pero mi mirada y expresión no cambiaban al verlo ahí arriba.
—Hola, Tyler —dijo con voz ronca—. Los otros días, entre tanta carrera y persecución, no me dio tiempo a ver lo grande y lo hombre que estás hecho. Vaya vaya... Eres un calco a mamá. Una pena que todo tenga que acabar aquí, ¿verdad? Te explico rápidamente y sin rodeos: obviamente, como sé que no tienes cerca de doce mil euros en físico ahora mismo, tendremos que pasar a otro método, ¿no? —dijo decepcionado—. Si no hubieras quemado la casa, querido hermano... nada de esto estaría sucediendo. Tenía tanta droga en casa, que me ocasionó demasiadas palizas y apuestas el perderla por tu culpa. Yo podría ser feliz viviendo mi vida a mi manera y como me saliese de las pelotas, y tú tranquilamente con Valeria. ¿Era ese su nombre, verdad? Me ha caído bien, siendo sinceros. Sería una pena que justamente ese señor que ves con el jersey de Santa Claus —señaló a un hombre alto y con aire musulmán detrás de la recepción de los billetes—, tenga que acabar con su vida, ¿a que sí?
Estaba en un buen lío, pero yo ya había sacado mi baraja del montón para jugar con mi hermano a esta pesadilla que él tanto admiraba y se emocionaba. Tomé asiento mientras miraba a mi alrededor de las personas que habían conmigo. Apoyé mi cabeza en el tabique de la pared que encontré detrás de mí y seguí con la conversación tan normal.
—Así que, Tyler, sintiéndolo muchísimo, después de tantos años juntos... —dijo riendo y asintiendo con su cabeza, como si tuviese que darle una señal a alguien— Esto acaba para ti, no sabes lo que me duele hacer esto. En verdad no. No sé por qué cojones digo esto. Bueno, cuando sientas un pequeño pinchazo, no te asustes, ni formes un escándalo, porque también se lo haremos a la chica.
—¿Qué se supone que le has echado a la jeringuilla? —dije sonriendo sin miedo.
—Nada —dijo confuso al ver mi rostro feliz— Únicamente aire. Una muerte silenciosa, lenta y muy angustiosa. Te asfixiaras en el primer momento que te pillen desprevenido. Soy demasiado astuto para estas cosas, Tyler. ¿De qué coño te estás riendo?
—El avión de Valeria acaba de cerrar las puertas de embarque —dije riendo—. Te acabo de ganar la jugada.
—No creo yo que todo te vaya a ir tan bien. Adiós, Tyler.
—Harrison.
—¿Sí?
—Jaque mate, hijo de puta.
Una llama explotó a espaldas mías. Todas las personas que estaban tranquilamente esperando sus vuelos comenzaron a gritar despavoridos. "¡Fuego, fuego!". Realmente es demasiado sencillo encender un cigarrillo con las manos en la espalda e introducirlo en una toma de corriente demasiado potente como era la que se encontraba en los asientos donde estaba. Varias personas del personal de seguridad vinieron de inmediato con los extintores en las manos y apartando a las personas hacia los laterales para que la llama del fuego que se había originado no fuese a más. Entre todo el humo de los extintores, sabía que tenía que aprovechar el momento e ir corriendo a actuar ante el plan mental que había organizado en apenas dos minutos mientras hablaba con mi hermano. Apreté la alarma de incendios. Todo el aeropuerto entró en un colapso simultáneo. Todo el mundo se tropezaba con todos y con las maletas en las carreras que se originaron hacia las salidas. Sabía que era el momento, y corrí de inmediato con un grupo de turistas británicos para infiltrarme con ellos. Robé una gorra a alguien totalmente aleatorio que lo vi tropezarse conmigo en la que ponía "I love Ámsterdam". Debía de darme prisa en salir de allí cuanto antes. Alguno de los matones de mi hermano seguramente se haya mezclado entre toda la multitud de las personas para aprovechar y hacer de mi muerte algo totalmente imposible de averiguar. Con tres camiones de bomberos y los antidisturbios tranquilizando a la gente, conseguí huir de ahí lo más rápido que pude. Me escondí entre dos coches de un parking para tranquilizarme un rato y poner mi móvil en modo avión, para que así, después de la escurridiza confesión de mi hermano, no pueda encontrarme, esté donde esté. Escuché el fuerte sonido de un avión despegar por los aires. El sonido retumbó por todos los alrededores. Cuando todo el caos estaba sucediendo, me encargué de que fuese en los minutos exactos de la maniobra de despegue, para que así no pudiera frenar el capitán del avión. Valeria estaba segura, era lo que más me importaba en aquel momento, y supe que lo había logrado cuando vi su avión perderse por arriba de las nubes en aquella mañana de diciembre. Un día que era muy especial para ella desde su infancia.
Volví a mirar hacia el aeropuerto y me acordé de mi visita con Valeria al Louvre, cuando presioné la alarma de incendios para que pudiese ver mejor el cuadro de La Gioconda . Esta vez, el fuego sí era de verdad.
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Aquello que dejamos a medias
RomanceA día de hoy, entendemos perfectamente que las estrellas son pequeños destellos de luces que nacen en un precioso cielo nocturno. ¿Pero qué pasaría si dichas constelaciones fueran personas?, desde un amigo íntimo de la infancia a alguien completamen...