Tyler
Un grupo de chicos muy amables me invitaron a compartir con ellos una mañana agradable con juegos de rol en el rellano del vestíbulo del hotel. Para ser por la mañana temprano y en Ámsterdam hacer un temporal de frío tan grande, las quedadas de amigos para compartir risas y diversión eran muy frecuentes. Negué la invitación y les expliqué en inglés el por qué de mi salida a esa hora de la mañana. Me aseguraron que contarían conmigo si en algún momento cambiaba de decisión a lo largo del día.
Había muy pocas personas por las calles. No había bicicletas que quisieran atropellarme ni ningún loco por el carril. Estaba tranquilo conmigo mismo. Mientras me dirigía hacia la visita de Ana Frank, me sumergí por los barrios que en la noche anterior había estado visitando con Valeria, y aun así eran preciosos, fuese a la hora que fuese. Las famosas calles de la prostitución que estaban ayer iluminadas con luces de neón de color rojo y rosas no estaban, era como si cuando sale el sol, toda esa zona se esconde y esperan a la siguiente noche para volver a hacer acto de presencia.
Cafeterías abiertas por todos lados, y no tardé ni un segundo en pedirme un café solo en una de estas que vi con muy poca gente en su interior. Los canales resaltaban por la poca presencia todavía a esa hora de la mañana de barcos turistas, incluso pude llegar a percatarme de algunas bicicletas oxidadas en el fondo del agua, oxidadas ya con el paso del tiempo. Cuando me iba acercando al lugar se notaba mucho, ya que había más actividad de las personas y empezabas a ver a los pequeños grupos de excursiones que estaban deseando de entrar, al igual que yo.
Esperé mi turno asignado en el documento con las entradas que había adquirido justo ayer por la noche... aunque sacase dos, entraría yo únicamente. Me senté en un pequeño escalón con la imagen en grande detrás de mí de Ana Frank y algunos miembros de su familia. Pensé en cómo la estaría yendo a Valeria sola por las calles en busca del hospital para ver a Héctor. Me daba pena que no pudiese disfrutar de esto al igual que lo estaba haciendo yo.
—Te ha dado fuerte por lo que veo —dijo una voz al lado mía.
No había nadie.
Miré de nuevo hacia adelante e ignoré, aunque la voz me resultaba familiar.
—Normal que te suene mi voz familiar, idiota, si ya hemos hablado antes. ¡Hombres! ¡Nunca os dais cuenta de las cosas!
Me levanté de un salto horrorizado. Hasta que la vi sentada con las piernas entrecruzadas justo en el mismo escalón en el que yo estaba sentado hace segundos. La gente me miraba extrañada a mí, como si estuviese loco o algo parecido.
Aunque siendo sinceros, estaba empezando a creer que sí.
—Ven aquí, anda —me dijo Maite—, que después de haberme montado en un avión contigo no te has quedado con mi cara.
—Que quede claro —dije levantando el dedo— que TÚ no te has subido a un avión. No pagas billete de ida ni nada de nada, ¿qué cojones os pasa a vosotros en vuestro mundo?, o en lo que sea lo que hay después de morir.
—Una paz indescriptible, pero no vengo a decirte ahora qué hay después de morir, me parece demasiado aburrido porque no lo comprenderías —dijo echando la espalda hacia atrás.
—¿Para qué has venido ahora? Estoy haciendo lo que me dijiste la última vez que hiciese: luchar por ella —fruncí el ceño—, ¿o es que no lo estoy haciendo bien?
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Aquello que dejamos a medias
RomansaA día de hoy, entendemos perfectamente que las estrellas son pequeños destellos de luces que nacen en un precioso cielo nocturno. ¿Pero qué pasaría si dichas constelaciones fueran personas?, desde un amigo íntimo de la infancia a alguien completamen...