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Narrador omnisciente.

Thaile, llena de ansiedad, revisa el teléfono por enésima vez, esperando la respuesta que sabe puede cambiarlo todo. Sus dedos tamborilean nerviosamente sobre la pantalla mientras un sudor frío le corre por la frente.

[¿Ya la conseguiste? ¡No tengo mucho tiempo!] escribe con desesperación, sus pensamientos enredados en la necesidad urgente de conocer la ubicación exacta de la boda del senador Marc Turner.

La respuesta llega tan rápido como el latido de su corazón, pero no es lo que esperaba.

[¡Que no te voy a decir dónde va a ser la boda del senador, no vas a hacer una tontería!] le responde su contacto, claramente preocupado por las posibles repercusiones.

Thaile aprieta los dientes, frustrada. Necesita esa información, y la necesita ya.

[¡Bien!] responde, más fría de lo que se siente, sabiendo que tendrá que encontrar otra manera.

Su mente comienza a trabajar a toda velocidad. Ha leído la nota: la boda será a puerta cerrada, sin más invitados que la familia más cercana y absolutamente sin prensa. La privacidad es absoluta, igual que cuando los padres de Marc se casaron. Esto le da una pista, una leve sospecha de dónde podría celebrarse el evento.

Mientras piensa en su siguiente paso, Nathan se acerca a la mesa donde almuerza con su pequeño grupo.

—Mis bellas flores, tengo que partir —anuncia, con su voz suave y controlada—, pero díganme qué desean que les traiga de regalo, y con mucho gusto lo concederé.

Mike levanta la mano con entusiasmo, sin pensar en las consecuencias de sus palabras.

—¡Yo quiero juguetes! —grita, inocente, provocando que su madre trague saliva con nerviosismo.

Nathan sonríe, completamente encantado por la audacia del niño.

—Claro que sí, pequeño travieso, lo que quieras —responde, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y algo más oscuro—. ¿Algo más?

Barbie, siempre dispuesta a adular, sonríe mientras juega con su cabello.

—Lo que usted quiera traernos está bien, señor, siempre tiene buenos gustos —dice, su voz dulce y melosa—. Mucho éxito en su viaje, nosotras seguiremos trabajando duro.

Nathan asiente, complacido.

—Eso espero, Barbie. Ocúpate de todo como siempre —dice, levantándose de la mesa. Le planta un beso en la mejilla antes de marcharse por la puerta del comedor.

Tan pronto como se va, Madame, que ha observado la escena con una mezcla de diversión y desdén, se inclina hacia Barbie, extendiéndole una servilleta.

—Toma, para que te limpies la baba que se te cayó —le dice, su tono cargado de sarcasmo.

Barbie suelta una risita, sin molestarse por el comentario.

—No te pongas celosa, mi reinita —responde coqueta—. Tengo suficiente amor para los dos.

Kenny, que ha estado observando en silencio, se inclina hacia Madame con una sonrisa traviesa.

—Hablando de amor, ¿qué vas a hacer con el secretario, Madame? —pregunta con malicia.

Barbie se apresura a corregirla.

—No seas ignorante, ya no es secretario, es senador —dice, condescendiente.

Kenny rueda los ojos.

—Lo que sea —murmura, restando importancia a la corrección.

Madame, en cambio, sonríe con una chispa maliciosa en los ojos.

Tras de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora