Narrador omnisciente
Thaile revisa el teléfono por enésima vez, sus pupilas dilatadas por la ansiedad y un temblor sutil agitándole las manos. El aparato está caliente, como si pudiera absorber el fuego que le arde por dentro. Cada segundo sin respuesta es una punzada en su paciencia, cada silencio un eco de la traición que siente mordiéndole las entrañas.
[¿Ya la conseguiste? ¡No tengo mucho tiempo!]
Teclea con furia, sus dedos golpeando la pantalla con una urgencia que roza la desesperación.
Sabe que no debería mostrarse así. Sabe que las emociones nublan el juicio, que la rabia es un arma de doble filo... pero también sabe que, si no obtiene esa dirección, todo su mundo va a desmoronarse. Y esta vez, no está dispuesta a ver cómo alguien más arrastra a Marc al altar como si fuera suyo.
La respuesta llega segundos después, un mensaje seco que golpea más fuerte que cualquier puñalada.
[¡Que no te voy a decir dónde va a ser la boda del senador, no vas a hacer una tontería!]
Thaile cierra los ojos, conteniendo el grito que se forma en su garganta. Su mandíbula se tensa. Su corazón late con violencia. ¿Una tontería? ¿Eso creen que va a hacer? No tienen idea de lo que es capaz. No tienen idea de lo que ha hecho.
[¡Bien!]
Responde, helada, con esa frialdad que solo se activa cuando el dolor amenaza con paralizarla. Una palabra, afilada como una hoja. El silencio que le sigue es peor que la negativa.
Respira hondo, obligando al veneno a recorrerle el cuerpo en lugar de salir disparado por la boca. Tiene que pensar. Tiene que moverse. La nota lo decía claro: una ceremonia privada, íntima, sin cámaras ni invitados indeseados. Tal como fue la boda de sus padres.
Ese detalle, insignificante para cualquier otro, se convierte para ella en una chispa de revelación. Hay una tradición ahí, una huella familiar. Si sigue el rastro, quizás, solo quizás...
Sus pensamientos se ven interrumpidos por la presencia de Nathan, quien se acerca a la mesa con su sonrisa de víbora, como si supiera exactamente lo que bulle en su interior.
—Mis bellas flores, tengo que partir —anuncia Nathan con su voz aterciopelada, ese tono tranquilo que siempre esconde una amenaza latente, como el filo de un cuchillo cubierto de terciopelo—. Pero díganme, ¿qué desean que les traiga de regalo? Estoy de buen humor... y generoso.
Mike, con la inocencia de quien aún no conoce los límites de este mundo podrido, levanta la mano con entusiasmo infantil, rompiendo el aire denso de la mesa.
—¡Yo quiero juguetes! —grita, como si estuviera pidiendo algo tan simple como dulces. Su voz infantil resuena como una bofetada en medio del silencio, y su madre, rígida como una estatua, traga saliva, sabiendo que cualquier paso en falso puede tener consecuencias.
Nathan sonríe, pero no es una sonrisa cualquiera. Es esa que le curva los labios como a un demonio a punto de conceder un deseo perverso.
—Claro que sí, pequeño travieso —murmura, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de diversión y algo más peligroso, más profundo—. Tendrás todos los juguetes que quieras. ¿Algo más?
Barbie, siempre lista para ganarse su atención, juega con un mechón de su cabello teñido, su sonrisa tan ensayada como vacía.
—Lo que usted quiera traernos está bien, señor —dice con voz dulzona, arrastrando cada palabra como si acariciara una cuerda floja—. Usted siempre tiene el mejor gusto. Le deseo mucho éxito... y mucha diversión en su viaje.

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Tras de ti
Mystery / ThrillerElla tiene un objetivo: ir tras él. ¿Pero qué pasa cuando la leona empieza a compadecerse de su presa y comienza a verlo con otros ojos? Él, un político que está a punto de ascender junto a su partido, sin imaginarse que, a ciegas, le ha abierto las...