Diecinueve

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Aurora se quedó quieta. Muda, sus ojos verdes en el rostro de su hermanastro y luego, deslizándose con lentitud hacia la chica —tan bonita y delicada— que tomaba su mano.

—¿Aurora? —le preguntó Ría, deteniéndose ante ella. Los ojos verdes saltaron hacia los negros, crudos en sorpresa..., y dolor.

Aurora Harvet no sentía alivio, no sentía tranquilidad. No había ninguna de las emociones que creyó encontrar cuando Azael regresase... porque él lo había hecho; y tomando su mano —como Aurora solía hacer— había alguien más.

—¿Quién es ella? —preguntó, sin pensarlo y Ría se quedó estática. Ella ni siquiera volteó a mirar, sus ojos negros mirando a Aurora con sorpresa; estupefacta pues, en la voz de la chiquilla de cabellos rojos se había colado un dolor agudo y fino, como si Aurora se encontrase herida.

Fue Nish quien contestó. Luciendo cauteloso e inquisidor:

—Es Alice —dijo, en voz baja, mirándola.

—¿Alice? —cuestionó Milosh, su expresión cambiando. Como cuando un Harvet, desconfiado y reservado, veía a alguien desconocido invadiendo la gran casa. —¿La nieta de Emily?

Aurora miró a Milosh —¿Quién es Emily?

—La hermana de Emma —Ría finalmente habló. Había algo nubloso en su expresión cuando contestó, la voz profunda y cautelosa, como si quisiera remarcar al final —es familia.

Y Aurora se quedó rígida, alzando sus ojos hacia Ría. Y luego los deslizó hacia Azael, amplios y brillosos, claros... chocando con los bicolores, porque, a través de la distancia, Azael la miraba.

«Familia» se repetía, mirando a Azael y luego, a aquella chica. Sus brazos entrelazados, ella tan cerca de él. Algo amargo y desagradable se le asentó en el pecho a Aurora. Es bellísima, pensó. Tan bonita, sosteniendo la mano de Azael... un nuevo sentimiento le quemó a Aurora bajo la piel. Caliente y brusco. Como si se tratase de una emoción áspera, pero a su vez, hiriente. Aquella chica tan bella sostenía la mano de Azael; ese lugar que solía de ser Aurora. Y la chica le hablaba a él, mirándole y sonriéndole, intentando que él le dice su atención..., pero Azael observaba a Aurora.

«Es bella» ella pensó. «Pero no la besa. No la mira. No como a mi.»

Y se quedó sorprendida luego de ello y entonces, se sintió asustada. No, no. Tragó con dureza y apartó sus ojos, sintiéndose repugnada de repente. ¡Claro que no la besa!... si ellos son verdaderamente familia. Comparten sangre y apellido. No es como ellos. No es como con Aurora.

—Aurora —Milosh la llamó suavemente, intentando tener su atención y cuando los orbes verdes saltaron sobre él, asustados e inquietos, tal vez temerosos de que el muchacho supiera lo que ella pensaba, él le sonrió. Pequeño; sus ojos ahora luciendo intrigados, el silencio que había quedado convirtiéndose en aire frío. Aurora se percató de la forma en la que todos ellos la miraban; casi como si supieran algo que ella no. —Vamos. Hay que saludar a la abuela.

Y Aurora asintió, tragando con fuerzas. Le temblaban las manos, así que las rodeó sobre el brazo de Milosh Harvet, aferrándose. Y no miró más; alejó tanto sus ojos de Azael como si al verlo nuevamente pudiera lastimarse.

Como si, verdaderamente, la imagen de Azael dándole la mano a alguien más que no fuese ella le hiciese daño.

(...)

Kaethennis Harvet no había sido la única que había visto a Aurora apenas la chiquilla llegó mientras anochecía, con la luna asomándose a verla y el viento agitándose solo para acariciarle la piel.

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