—¡Milosh!
Y entonces, la mano se retiró sobre su rostro y Aurora, quieta de terror, abrió sus ojos para encontrarse... con los gemelos Harvet.
—Muñequita —la voz de Milosh perdió cualquier indicio de diversión cuando se fijó en el rostro de Aurora. Ría dejó la copa de lado de inmediato, poniéndose de pie para acercarse. Sin embargo, Aurora la detuvo.
—No —dijo y su voz sonó ronca, temblorosa; llena de un miedo que comenzaba a deshacerse. Alzó los ojos verdes hacia uno de los gemelos— no vuelvas a hacer eso.
El muchacho de ojos negros intentó acercarse y, de inmediato, Nish lo detuvo del hombro. Aurora se dio cuenta de que ambos estaban ahí —vestían un esmoquin de aspecto antiguo y costoso, con bolcheviques y puros, armas falsas asomándose por la mirilla del pantalón; estaban vestidos de gánsteres de los años veinte— y por un segundo recordó lo que le había dicho Ría «...Nish y Milosh buscan la fiesta más ilegal y sucia... y si están ahí...»
Ría se detuvo a un poco de espacio de ella. La miró con cuidado.
—¿Estás bien?
Aurora tardó en contestar, al final, sacudió la cabeza. Miró hacia los ojos negros de Ría Harvet con una seguridad que no sentía.
—Si —dijo y luego, con lentitud, volteó a ver a Milosh— ven.
Él no tardó en hacerlo. Al instante, la rodeó con cuidado y un poco de dificultad —aquellas alas de plumas, a pesar de ser livianas y no tan grandes, eran espaciosas— y con delicadeza y un destello de arrepentimiento, le besó la corona de laureles.
—Lo siento.
—Está bien —lo terció Aurora.
—No sabía que vendrían aquí —Ría decía, mirando a Nish. Aurora captó por el rabillo del ojo como Milosh le hacía un ademán al hombre de la máscara y este, al instante, les servía dos vasos de la botella ambarina.
—No sabes a dónde vamos la mayoría del tiempo.
Ría se burló con una sonrisa ladeada —¿Lo crees? —preguntó y luego se inclinó— ¿Quieres jugar un juego?
Nish sonrió ante aquello y casi con cariño, rodeó a su hermana menor con un brazo. Le besó la mejilla y Aurora vio como se le acercaba a susurrarle al oído, audible solo para ellos cuatro:
—No sería justo. Si pudiéramos verte las pupilas, no sabríamos distinguirlas. No se puede jugar con alguien en ese estado.
Aurora lanzó una risita.
—No podrías de todas formas.
Nish alzó sus ojos para verla. Él no era como Milosh —cercano, observándola con atención y familiaridad— pero tampoco le rozaba la indiferencia de Thomas o la frialdad de Earlier. Era como si Nish quisiera estar cerca, pero no tocarla. La quería, pero no necesitaba demostrarlo. Lo hacía vigilándola con los ojos de halcón, cuidando el entorno... una vez, en el cumpleaños quince de Ría, Nish les había besado la frente a ambas, diciéndoles «Lo siento tanto. No saben lo que significan para cada parte de nosotros...» estaba un poco borracho —y drogado— pero Aurora recordaba eso cada vez que el muchacho la miraba. Le llenaba de una sensación tibia y afectuosa, haciéndole pensar que tal vez ellos si eran su familia.
Milosh le alcanzó el trago de whiskey. Ambos alzaron el vidrio como si brindaran.
—¿Eres un ángel? —le preguntó el mayor de los gemelos.
—¿No había uno de muñequita? —flexionó Milosh, bromeando.
Ría lanzó una risa. —Lo había. No sé cómo ella llegó a elegir este.
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Prohibido ©
Novela JuvenilY ella estaba ahí, mirándolo con aquellos ojos verdosos que parecían aclamar a gritos su inocencia, o hablándole en aquel tono bajo que a veces en sus más remotos sueños le susurraba su nombre, su promesa. Y lo conquistaba, lo seducía con aquellos...