Aurora no dijo ni una sola palabra. Como si los sollozos hubieran desgastado su voz, ella había callado en algún momento, solo dejando las lágrimas calientes humedecer sus mejillas y caer sobre la piel de Azael. Y él tampoco lo había hecho, solo cargándola con cuidado, sus manos sosteniéndola por la espalda y las piernas y todo el resto de su cuerpo endurecido por a tensión. Aurora ni siquiera lo había mirado. No podría hacerlo sin romper en otro llanto más devastador.
Azael aún mantenía su pecho desnudo, mostrando los tatuajes que recorrían desde sus brazos, sus manos, sus nudillos heridos; hasta su pecho y su cuello. Solo llevaba unos vaqueros negros rotos y viejos en las piernas, el mismo aspecto con el que estaba antes en la cima del círculo. Sus manos se habían desecho de las vendas que fueron blancas en algún momento pero, cuando se anunció su victoria, ya estaban teñidas de sangre. Ahora sus manos desnudas, sosteniéndola, solo tenían las manchas de sangre del hombre de la cicatriz. Lucía como mismo cuando se alzó como emperador del ring, cuando sus ojos encontraron a Aurora en medio de todo y era como si de alguna manera nunca hubiese salido de allí. Como si solo se hubiese deshecho de la sangre para ir por ella.
Su respiración pesada le rozaba la mejilla y el contacto entre sus pieles, la forma en la que sus brazos la sujetaban por las piernas, bajo el encaje rojo de su vestido; todo la sumió en una especie de silencio en lo que no decía nada, solo sentía. El roce sobre a piel le ponía los pelos de punta.
«No es la piel de un monstruo» pensó ella perdidamente entre las lágrimas, abriendo sus ojos solo para mirar la tinta sobre su cuello, los tatuajes diminutos en forma de x. «¿Los monstruos te sostienen así, tan seguros y cálidos...?»
Azael tenía su vista hacia al frente, y de alguna manera, bajo toda esa dureza y furia, había desosiego. La inestabilidad se asomaba por el negro y el gris, y a su vez, la luz se tornaba más intensa, más oscuro. Las voces se perdieron como mismo el aroma de cigarrillos.
Solo existió algo más que los detuvo.
—Azael.
Aurora se apegó a él de inmediato y Azael lo notó, tensándose antes de voltear ante Thomas. Aurora no levantó sus ojos ni sacó el rostro, su aliento se perdía en el hueco del cuello de Azael.
¡Ella era tan tonta! Por supuesto que Thomas estaba involucrado en esto. Por supuesto que Thomas era testigo de la bestialidad en la que estaba metido Azael, siendo el mismísimo protagonista. ¿Cómo no pudo haberlo sabido? Si Thomas y Azael eran lo más cercano a un amigo que conocía el uno del otro. De tal forma que, a donde iba Azael lo seguía, silencioso, Thomas. Cuando Azael dejó de mirarla, Thomas se fue juntó a él. Cuando Azael comenzó a desaparecer en las noches, Thomas lo hacía y llegaba a las mañanas siguientes con heridas mucho más leves que Azael y la piel blanquecina ojerosa, el aspecto insano..., y todo empezó a encajar.
Aurora entendió. Las desapariciones nocturnas. Los moretones. Los tatuajes.
Ella lo entendió, lo hizo.
Azael no había contestado y por la forma en la que Thomas respiraba —fuerte y ferozmente, con los ojos negros fijos y sin sombras de temor, solo con esa forma en la que un Harvet necesitaba para demostrar que era poderoso— él sabía que no necesitaba respuesta.
—¿Sabes lo que has hecho? —le preguntó simplemente y la voz ni siquiera le temblaba, no demostraba nada. Thomas nunca lo hacía. Tenía ese matiz helado en la voz que a Aurora le hizo estremecerse, pero ella no levantó sus ojos.
Azael no contestó primero, sino que miró a su primo. Existió silencio y Aurora contó cada segundo a la par del latir enloquecido que pulsaba en sus oídos.
—No ahora, Thomas —farfulló él al final, con algo en su voz que exigía silencio. Aurora alcanzó a sentir la vibración de su pecho al hablar.
—Azael —repitió Thomas, solo descendió su voz hasta un murmullo. Algo denso en el tono —Amon es de la línea directa de Lucifer —dijo, con la respiración fuerte. Luego masculló con furia— Joder, Azael, acabas de romperle la cabeza al mensajero del puto líder de toda esta mierda, ¿Acaso no lo ves?
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Prohibido ©
Teen FictionY ella estaba ahí, mirándolo con aquellos ojos verdosos que parecían aclamar a gritos su inocencia, o hablándole en aquel tono bajo que a veces en sus más remotos sueños le susurraba su nombre, su promesa. Y lo conquistaba, lo seducía con aquellos...