Abrió los ojos con la penumbra de la mañana, tomó el móvil del buró y vio la hora, siete y dieciocho, solo faltaban doce minutos para que sonara la alarma. Sentía el calor que expedía el cuerpo de su chica, pegada a su espalda, no quería moverse para no despertarla porque para Camila, un minuto de sueño era sagrado, pero su vejiga no le daba espera. Con cuidado se deslizó de la cama y salió de ella, buscó la bata porque el frío le hizo poner la piel de gallina y envuelta en ella, ingresó al baño.
Después de usar el sanitario y cuando se disponía a lavarse las manos, se miró al espejo y se sonrió a sí misma porque le gustó lo que vio, esa chica, a pesar de estar despeinada y con ojos aún perezosos, se veía radiante, los ojos emitían un brillo que hace mucho tiempo no tenía. Después de lavarse las manos, la cara y los dientes, volvió a la habitación y vio que Camila seguía dormida, no se había movido, la sábana le cubría las caderas únicamente, estaba recostada sobre su lado izquierdo, con la pierna doblada dejando la rodilla al nivel del vientre y la mano izquierda metida entre su mejilla y la almohada.
Se sintió privilegiada por tenerla en su cama y poder disfrutar de esa imagen.
Viéndola tan apacible, las imágenes de la noche anterior llenaron su mente y pudo sentir sus besos otra vez, esos besos que comenzaron suaves, pero que al aumentar el deseo, se hicieron cada vez más profundos e intensos. Sus manos la habían recorrido, toda, esas manos eruditas que sabían cómo y dónde acariciar, cómo encender en llamas su cuerpo. Iban y venían por sus hombros, por sus pechos, acariciaban su cintura y su espalda. Esas manos que recorrían sus piernas y que invadían sus zonas privadas, reclamándolas como suyas.
El recuerdo le devolvió las sensaciones y combinado con la imagen que tenía al frente, provocó que una onda explosiva invadiera sus sentidos. Necesitaba congelar esa imagen sublime, y que con el tiempo, al observarla de nuevo, le hicieran revivir lo que sintieron esa noche al amarse; el suave y delicado pubis que chocaba con el suyo, sus pechos presionándose contra los suyos, su cabello cayendo rebelde por la espalda desnuda y la cara sudorosa, sus caderas balanceándose al compás con sus propios movimientos... Los aguijonazos de lujuria palpitando en sus entrepiernas, sus cuerpos agitados como si la cama fuera un campo de batalla en la que ambas partes eran vencedoras, al alcanzar la cima del placer, bebiendo de su mutua esencia femenina, en un culmen afortunado, a través de gemidos y gritos, sellando el amor. Pasión y ternura combinadas, sensaciones que solo provoca la locura del amor, sensaciones producidas por esa piel suave, fresca y llena de vida que le permite olvidar cualquier herida.
Impulsada por las emociones, caminó hasta el clóset y buscó la maleta con la que llegó a Boston, con agilidad la abrió y buscó en su interior. Ahí estaba, guardada por tantos meses su cámara réflex, esperando por ella. La tomó con determinación y la encendió comprobando que la pila tenía carga, por lo que suspiró con regocijo. Volvió a la habitación y buscó el mejor ángulo, evitando el contraluz, un plano cenital le permitió tener el encuadre que magnificaba su figura, dándole protagonismo a sus curvas. Concentrada en la sesión fotográfica, hizo un disparo tras otro, buscando planos diferentes, ignorando el ruido del obturador que a la postre, despertó a su modelo.
_¿Qué haces, amor? -Le dijo confundida y con voz perezosa.
-Oh, perdona, bebé, no quería despertarte. -Le dijo mientras veía el reloj, solo le quedaba un minuto a la alarma para sonar.
_¿No pudiste dormir? -le preguntó y empezó a estirarse y desperezarse.
_Me despertó mi vejiga. -Le respondió sonriendo y Camila fijó la mirada en ella.
_¿Qué haces con esa cámara?
_Espero que no te enojes. -La miró cautelosa. _Te veías tan perfecta ahí acostada, con esa luz tenue... Tenía que hacerte unas fotografías. -Le confesó esperando que Camila no se sintiera invadida y le pidiera que las eliminara.
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RENACER
FanfictionCuando se pierde todo, incluso las ganas de vivir, solo es cuestión de seguir respirando porque la vida da revancha.