Parte 50. Final

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Se habían quedado despiertas hasta tarde, las dos. Aunque tener bebés había sido una fuente de felicidad inmensa, las responsabilidades y deberes se habían prolongado.

_Sueño con el momento en que pasen la noche entera sin despertarse. -Se quejó Lauren con voz caprichosa producto del cansancio que sentía.

Camila se rio por lo bajo y la abrazó por la espalda. 

_Me temo que no estás lista para lo que viene. 

Lauren se sentó en la cama de inmediato, provocando una nueva risa en Camila.

_Mi amor, no puedes quejarte porque no dormimos suficiente. -Le dijo tironeándola del brazo para que se acostara otra vez. _Ahora nos despiertan porque quieren biberón o porque tienen miedo, a futuro nos despertarán porque están borrachos y necesitarán que vayamos por ellos.

Lauren dejó salir una gran carcajada y Camila se le unió.

_¡Mis bebés no van a ser unos borrachos! - Le refutó fingiendo indignación y en seguida aplastó la almohada y se acurrucó formando una bolita para dormir.

_Claro, ahora de bebés no, pero eventualmente crecerán. -Siguió bromeando Camila.

_No pongas esas ideas en mi cabeza, mi vida. -Le pidió atemorizada. _O si no, los voy a encerrar en el ático y no los dejo salir de ahí hasta que cumplan cuarenta.

Camila se volvió a reír y le hizo cosquillas, mientras miraba la hora.

_Vamos a ducharnos, mi amor, es hora de levantarnos. -La animó. 

_No, no, no. -Se negó Lauren, continuando con el berrinche que traía. _No he terminado de dormir.

_Yo pensé que solo tenía tres niños en casa, pero ahora veo que tengo cuatro. -Le respondió con cariño, mientras le sobaba la espalda.

Lauren resopló saliendo de la cama y se dirigió al baño.

_¡No me respetas! -Le gritó desde adentro y Camila se rio con diversión.


Siete años habían transcurrido y con cada uno de ellos habían llegado nuevas alegrías, nuevas oportunidades de concretar proyectos y de cumplir sueños. Se casaron ante el juez civil rodeadas por sus amigos, sus empleados, sus compañeros de trabajo y su familia por supuesto.  Lauren había iniciado las pruebas para la inseminación y alrededor de cuatro meses después, el doctor les confirmó que había funcionado el tratamiento. Camila había pasado los meses restantes de embarazo completamente enloquecida en atenciones y cuidados con su chica. Nació el bebé,  un niño como siempre intuyó Lauren, idéntico a ella, un miércoles en la madrugada y Lauren tuvo complicaciones porque durante los últimos meses había sido diagnosticada con preeclamsia.

En los meses siguientes, se había tenido que dividir entre prodigar cuidados y amor a su bebé y sobre exigirse para recuperar su forma física, porque debido a la enfermedad, había ganado más peso de lo normal y no se sentía bien.

Por eso fue que, un domingo por la tarde, cuando Sasha les preguntó que si pensaban tener más bebés y Lauren dijo que sí, Camila intervino con vehemencia.

_Tu no vas a volver a embarazarte, mi amor. 

Lauren la había volteado a mirar con preocupación. Ella no quería que su bebé creciera siendo hijo único tal como le había sucedido a ella, quería que tuviera hermanos con quienes compartir y en quienes apoyarse si ellas faltasen.

_Habíamos hablado de tener tres. -Le dijo Lauren, con suavidad, tratando de mantener la compostura.

_¡Y vamos a tener tres! -Estuvo de acuerdo Camila.

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