Capitulo 4

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-Disculpe Señora Amatos, pero sigo sin saber quien es-soltó la rubia desafiante aunque los nervios la comían por dentro, esta se mostraba segura y al decir esas palabras a la castaña se le esfumó su sonrisa y volvió a tener el rostro inexpresivo.

-Soy Francesca Amatos, cabeza de la familia Amatos que es una de las más importantes y respetadas de Italia -la castaña no le quitaba la mirada de encima a la rubia.

-¿Y que tiene que ver mi padre un simple contador con la familia más respetada de Italia?-la rubia no estaba entendiendo nada y eso la hacía enojar.

-Eso no es de tu incumbencia.

-Claro que lo es, ya que seré una maldita rehén mínimo me merezco saber porque estoy aquí- sin duda la rubia empezaba a perder los modales haciendo esa contestación sorprendiera a la mujer que tenía enfrente ya que nadie se le había atrevido hablarle así.

La castaña suspiro y volvió a sentarse en el sofá, sin apartar la vista de la preciosa rubia que tenía en frente y al parecer con un carácter difícil.

-Como ya dije mi familia es una de las más importante en Italia, tu padre se metió con la mafia- la rubia al escuchar esas palabras abrió los ojos sorprendida y su corazón latía muy fuerte.- Tú padre no me ha devuelto el dinero que me debe, fui muy paciente y considerada dándole tiempo, pero ese tiempo se había agotado.

-Mira el lujo en el que vives y amenazas a mi padre solo porque no pago una deuda- la rubia no estaba entendiendo, su padre era un apostador pero esa mujer estaba forrada en dinero.

-Tú padre me traicionó, le di un empleo generoso en mi empresa y este me robo mucho dinero, no va por el dinero si no por el hecho de que a mi nadie me roba- escupía furiosa la castaña, nadie se había atrevido a robarle alguna vez y el padre de la rubia lo hizo luego de que le dio un empleo.

A la castaña no le importaba el dinero aun que era una cantidad muy exagerada, le importaba que la habían traicionado en su propia empresa y que mas encima haya sido por satisfacer su adicción al juego.

Sofía estaba más que decepcionada de su padre, el hombre que ella desde niña había visto con orgullo había robado mucho dinero solo por satisfacer su adicción y ahora ella se encontraba de rehén con personas peligrosas con ella sin saber que pudieran hacer estas y más siendo de la mafia, que por lo que había visto en las películas eran una red de corrupción, que violaban mujeres u las vendían, la rubia ya se estaba haciendo una película en su cabeza.

Estaba tan absorta en sus pensamientos que una idea idiota se le cruzo por la cabeza, vio que el hombre que estaba allí, estaba distraído hablando por teléfono que tomó el arma de este rápidamente y luego puso el arma contra el pecho de la castaña.

La castaña se sorprendió por dicho acto que cuando vio que varios de sus hombres apuntaron a la rubia esta levanto su mano para que no hicieran nada.

-¿Sabes cuantas personas han intentado dispararme y han fallado? Te aseguro que la mayoría de ellas están bajo tierra y de los otros he hecho de su vida un infierno- dijo la castaña con la voz fria y desafiante mirando a la rubia fijamente a los ojos.

Cuando la rubia la miro a los ojos la castaña sintió un dolor en su pecho, un dolor que nunca antes había sentido, no podía dejar de ver esos preciosos ojos grises, se sentía hipnotizada u hechizada.

Sofía se resigno y tiro el arma a un costado sintiendo como unos brazos fuertes la sostenían por detrás, estaba tan concentrada mirando a Francesca que no se dio cuenta que habían varios hombres apuntándole con armas.

Su cuerpo se sentía muy cansado por lo que se dejó caer en los brazos del hombre que había visto antes. La rubia podía sentir como sus manos temblaban y sus lagrimas salían sin parar de sus ojos, eso era una crisis de ansiedad, sufría de ellas desde hace algunos años, solo pudo sentir como la voz de Francesca le decía algo a ese hombre y este la cargo en sus brazos y la metió en una habitación acostándola en la cama, luego sintió como el hombre se había ido, Sofía al sentir la comodidad de esta abrazo sus piernas en posición fetal y lloro hasta quedarse dormida.

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