Prólogo II

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Emilia

Desde que tuve el accidente, he ido a tantas sesiones de terapia psicológica, muchas más que físicas, sólo tuve que ir un par de veces a algún quiropráctico y fisioterapeuta por mis muñecas y dedos principalmente, pero nada más.

No así la terapia psicológica, han intentado todo para entender qué perdí, como si tuvieran certeza de que algo falta, pero realmente no lo sé, no creo que haya algo tan importante en mi cabeza que deba salir.

Los terapeutas me preguntan por sensaciones, olores, música, y nada. Me preguntan por recuerdos, mis últimos recuerdos, pero se perdió todo entre el limbo de los recuerdos, mis sueños y la imaginación. Mi último recuerdo es de niña, la escuelita de verano en Bapi, donde iba con León cada mañana de verano.

—Emilia, ¿Tienes algún sueño recurrente? —pregunta el terapeuta número quince con su libreta en la mano, si me hubiese aprendido todos los nombres, mi memoria se hubiese terminado de agotar.

—No —miento cansada, estoy harta, si tengo un sueño recurrente y jamás lo olvido, de hecho cada vez recuerdo aún más del mismo sueño que se repite una y otra vez.

Son muchos sueños, o muchos escenarios, hasta donde recuerdo no tenía novio cuando fue el accidente, pero siempre sueño con alguien, un hombre que me abraza, me habla, no puedo ver su cara pero siento sus manos acariciarme y se siente tan bien, tan cálido, su voz es suave y grave, profunda como el agua donde a veces nadamos en mis sueños.

Lo veo caminar por las montañas, él está desabrigado, aunque está nublado, sus piernas bronceadas, me mira pero en ese momento no puedo ver su cara. Luego estamos sobre la arena, mi cabeza sobre su abdomen y lo siento jugar con mi pelo, sus dedos se enredan entre mis ondas.

—Lo siento —ríe intentando quitar su dedo sin tirar más mi cabello y mi risa resuena en mi cabeza.

Estira su brazo y yo comienzo a hacer un tatuaje, pero no veo lo que es, sólo sé que está en la cara interna de su antebrazo. Está acostado en mi cama en la casa de mis abuelos y aquí es donde me doy cuenta que no puede ser real, si estamos acá es porque todos los conocen, si está en mi habitación es porque conoce a mi familia y tenemos una relación real de la cual nadie me ha dicho nada, he preguntado y nadie me dice que yo tenía un novio.

Sus dedos se entrelazan con los míos y esa sensación de hogar no la siento nunca, jamás siento que puedo estar con alguien y quererlo como siento que quiero al hombre con el que sueño. Él se siente como mío, como mi casa, como si siempre hubiésemos existido juntos.

...

Todos los años hacemos lo mismo, después del colegio nos vamos a la casa en Bahía de Piedra, un poco más lejos que Bahía Larga que es el último lugar que podría llamarse ciudad antes del pedazo de nadie de pueblo entre cerros cerca de la playa, un pueblito lindo, mágico, lleno de edificios antiguos y casas de veraneo aparte de las pocas casas de la gente que vive allá. Algún turista que se quedó a vivir, pero realmente no es que lleguen turistas por suerte, no es como los clásicos balnearios de verano, con tiendas, música en la calle, ruido y que se llenan de turistas de todas partes, es un lugar pequeño.

—Ay mamá, ¿Hasta qué hora nos vas a tener cargando cosas?, mejor nos cambiamos de casa, ¿Cuál es la necesidad de llevar todo? —Tami siempre alega por todo, porque sí y porque no, a veces siento que si no se quejara de todo explotaría.

—No empieces Tami, estoy igual de cansada que ustedes pero necesito que tengamos todo listo para mañana salir temprano, no me voy a ir muerta de calor al mediodía.

—¿Y mi fiesta de fin de año? — pregunta Tami.

—Hija, vas a tener un millón de fiestas en la vida, no empecemos ahora, por favor —suspira mamá levantando la mirada del bolso que llena con ropa de León mientras él ayuda a papá, mentira, no lo está ayudando, está sentado al lado pasándole la servilleta para que revise el aceite del auto y después agarra la tapa del estanque de agua mientras papá le echa agua. León es muy inteligente para algunas cosas, sabe cómo evitar todos los deberes y termina haciendo nada, también es el primero en subir al auto.

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora