Capítulo XIII

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Arturo

Con Emilia sobre mí me vuelvo inhumano, muerde mi labio y ríe cuando aprieto uno de sus glúteos en mi mano, la esperé toda la tarde en su casa respondiendo correos y atendiendo llamadas, para poder poner el teléfono en silencio desde el momento en que me detengo afuera de la escuela del pueblo a esperar que salga. 

No podría importarme menos el teléfono cuando estoy con ella, no quiero perder un solo minuto de poner toda mi atención en ella, mucho menos cuando la tengo ansiosa sobre mi regazo, frotándose contra el bulto en mi pantalón. 

—¿Me extrañaste? —pregunta desabotonando su vestido, tan desesperada que se quita sola la ropa.

—Cada día y cada hora—beso su mandíbula y ella quita las mangas del vestido quedando en el sujetador de lazo rojo, realmente estaba esperando este momento tanto como yo—, ¿Tanto me extrañaste?, Te pusiste mi sujetador preferido. 

—Lo sé, estaba desesperada por verte —me levanto del sofá para quitar lentamente los botones de mi camisa, aunque sé que estoy torturando a Emilia, ella no puede esperar y desliza sus manos bajo la tela de mi camisa antes de que termine de quitarla haciéndome reír.

—Te ves hermosa así de desesperada por mí —susurro cuando se aleja un poco, voltea y la atrapo por la cintura tirando su cuerpo con mi cinturón hasta que choca con el mío.

—¡Arturo! —su trasero golpea mi cuerpo, muerdo su hombro haciéndola caer sobre la cama y me arrodillo dejándola entre mis piernas para dar una nalgada.

—¿Tú crees que me extrañabas más de lo que yo a ti? —bajo el cierre de mi pantalón.

—Si —veo su sonrisa cuando me mira sobre su hombro. 

—Yo te extrañé mucho más —respondo levantando su cintura con fuerza para que quede sobre sus rodillas.

Nunca me consideré experto en el sexo, para nada, de hecho, después de Emilia siempre sentí que era horrible, que quizás ella me había dejado porque fue tan horrible que decidió no estar más conmigo. Después de ella, sentía que las mujeres no quedaban felices, pero no era culpa de ella; lo más sexual que alguna vez hice fue con una de las compañeras de intercambio de la facultad de Carlos y él, un trío después de una fiesta, en el cuarto año de universidad, y fue un fracaso, tan así que ni siquiera me quité la ropa y me fui de la sala a mitad del... acto. Ella siempre buscaba a Carlos, pero era coqueta conmigo, estábamos ebrios en el apartamento y una cosa llevo a la otra, de todas formas, no considero que eso me volviera experto. 

Ahora que vuelvo a estar con Emilia y que gime mi nombre, me doy cuenta que sólo estaba pensando demasiado, la cantidad de orgasmos que salen de nosotros es casi clínico, casi tan idílico como verla después de hacer el amor, con el pelo revuelto, sus ondas enmarcando sus mejillas rosadas, sus labios hinchados de tanto besar y morder. A veces hacemos el amor y otras veces la doblo como una silla de playa, con sus pies a la altura de su cara mientras la empotro en algún lugar enterrándome hasta la empuñadura en ella.

Me encanta ver su sonrisa cuando la muerdo, ver el relieve de sus pechos subir y bajar desde entre sus piernas cada vez que la hago terminar con mis dedos y con mi lengua, a ella le encanta tanto como a mí, me mira mientras tengo su pelo y su garganta en mis manos. O encontrar después las marcas de mis manos por su cuerpo, las marcas de mis dientes o las marcas que deja ella en algún lugar que pueda cubrir mi camisa. Podría pasar la vida entre sus piernas y estaría feliz. Quiero pasar la vida entre sus piernas. 

Viajo cada jueves al medio día y luego vuelvo a la ciudad el domingo en la noche, lo más tarde que pueda sin afectar mi energía para el lunes, lo que queda de ella después de pasar todos esos días con Emilia, vamos a caminar, vamos a la playa, vamos al río, aprovechando que todo está más vacío que de costumbre. 

La verdad planeo pedir un cambio en mi trabajo, donde pueda pasar menos tiempo en la ciudad y más con Emilia, no puedo dejar de trabajar, pero tampoco voy a dejar de viajar y mucho menos voy a dejar a Emilia, sólo necesito tiempo hasta que pase lo primero que tenga que pasar, quizás ella se va primero a la ciudad o quizás yo me vengo primero acá. Quizás nos vamos juntos a otro lugar donde seamos sólo nosotros dos. Pero de ninguna forma la voy a dejar ir otra vez, aunque me demore años, voy a quedarme aquí cerca como su sombra personal. 

Cuidándola desde lo más cerca que he podido estar en años. Si Emilia está feliz, yo estoy feliz, y ella está tan feliz que canta descalza en la cocina, se duerme en sus tangas diminutas con el pelo revuelto y las mejillas rosadas cada vez que estoy en casa con ella. Puedo interpretarlo como que está feliz.

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora