Capítulo IX - 2

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Carlos

Voy saliendo con la excusa de revisar la motocicleta cuando veo llegar a Arturo, más de una hora más tarde que nosotros. Considerando que la casa de Emilia queda a diez minutos, tuvieron cincuenta para estar solos. Digo "la excusa" porque la verdad, sólo quería ver con mis propios ojos a la hora que llegue Arturo.

—¿Para dónde ibas tan tarde? —pregunta Arturo bajando su ventana, trae una sonrisa enorme.

—Sólo salí a echar andar un poco la moto, para mañana salir a dar una vuelta, —Arturo sabe que es mentira— ¿Cómo quedó Emilia?

—Bien, sana y salva en su casa, ya se iba a dormir —responde aún con la misma sonrisa enorme antes de seguir por el camino a estacionar su auto.

Salgo en la motocicleta, pienso en sólo dar una vuelta para justificar mi mentira, pero no puedo evitarlo y antes de siquiera darme cuenta estoy estacionando la motocicleta escondida entre los árboles al lado de la casa de sus abuelos. Entro por la puerta que está escondida en el cerco y camino hasta su ventana, las cortinas cerradas y la luz apagada.

Tiro un par de piedras; nada.

Otro par de piedras; nada.

Voy a tirar la última cuando al fin abre las cortinas mirándome molesta, no era que no hubiese escuchado, sólo me estaba ignorando.

—Abre la ventana. —muevo mis labios, pero niega, apunto a la ventana con mi dedo y vuelve a negar— Abre la ventana... ¡Emilia!

Se voltea para cerrar la cortina y estoy al borde de abrir la ventana con mis propias manos.

—¡Emilia!

—¿Qué mierda quieres, Carlos? —exclama abriendo un poco su ventana, me acerco lentamente, poniendo mi mano para evitar que la cierre, atrapa mis dedos, pero no los saco.

—Déjame entrar —insisto tomando el marco de la ventana—, necesito hablar contigo. 

—No, olvídalo, no tenemos nada que hablar, estás casado, Carlos, ¿Cuál es tu problema? —responde intentando sacar mis dedos usando el lomo de un libro, no me toca.

—Mi problema es que no te quiero ver cerca de Arturo, estoy seguro de que le gustas y me molesta mucho. 

—¿En qué momento te di alguna confianza para que me hables así? Si eso es lo que quieres hablar, ándate, no me interesa discutir contigo y mucho menos mientras todos duermen —suelta la ventana y aprovecho para entrar rápido. 

—¿Te acostaste con Arturo? —pregunto tropezando cuando entro, mi pie quedó enganchado en una rama y casi caigo a los pies de Emilia.

—No, ¿Qué te pasa? ¿Por qué tengo que darte explicaciones? Te casaste ayer, Carlos, ¡Ayer!, hace dos años que no hablábamos. La última vez que hablamos viniste, te acostaste conmigo, no tuviste ni la decencia de despedirte, me dejaste una nota, un brazalete y no supe nada más de ti hasta que estuviste en un hospital con tu novia embarazada —suena horrible si lo dice así.

—¡No vine sólo a acostarme contigo! ¿Por qué lo dices así? Y te sacaste el brazalete por lo que veo —respondo mirando sus muñecas y luego sus pies descalzos. 

—Da igual, ya pasó y sí, me lo quité, tú deberías hacer lo mismo, no se ve bonita con tu argolla.

—No me interesa la argolla, —respondo pasando un dedo por la argolla sobre mi dedo anular, la saco rápido y ella lleva sus manos a tapar su boca— la boto.

—No hagas esa estupidez, Carlos, ándate por favor. En serio no tenemos nada que estar hablando a esta hora, solos en mi habitación.

—Emilia, mi matrimonio no es real, está bien, hice una fiesta y voy a tener un bebé, pero, ¿Cómo puedes estar tan tranquila con Arturo? ¡Es mi gemelo!

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