Capítulo X

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Emilia

Subo abrazada a la cintura de Arturo, con mi cabeza pegada a su espalda ancha mientras él se las arregla para subir lo más suave posible. Tan suave que prácticamente no se nota lo malo de la subida. Llegamos hasta el último punto donde es seguro para Luisa, Arturo saca del camino la motocicleta y camina hasta mí. No se oye nada más que los pájaros cantar.

—¿Por qué le dijiste que sí? —hago un puchero cuando toma mi cara para dejar un beso en mis labios.

—Es muy insistente, pero no importa, después pretendo quedarme contigo un rato.

—¿Sí?, ¿Con qué fin? —sonrío con sus besos recorriendo mis labios y mi cara.

—Quizás con el fin de dejarte otro día sin poder mover las piernas, dormirme contigo entre mis brazos, te extraño —entre besos baja una de sus manos a apretar mi trasero.

—Me encantaría —interrumpo sus besos, por más tentadores que son, prefiero interrumpirlo ahora antes que hacerlo en la noche—. Tengo que decirte algo, Carlos fue a mi casa anoche.

—Me lo imaginé, lo vi salir en la motocicleta cuando llegué, ¿fue malo contigo? —toma mi cara para ver mis ojos, me siento tan absurda cuando estas cosas que hace Arturo, como, por ejemplo, que no le importe lo que me dijo Carlos si no, como me hizo sentir, cosas así me hacen sentir que caigo como una adolescente por él.

—Principalmente que me aleje de ti, que no soporta verme contigo —sacudo mi cabeza dejando escapar una risa—, le dije que no, que no me voy a alejar de ti y que me dejara tranquila.

—Muy bien, yo confío en ti, así que tranquila, sé que, aunque estés sola con él no va a pasar nada entre ustedes —sonríe mostrando sus dientes y las mariposas en mi estómago explotan otra vez.

Siempre creí que me encantaban los celos de Carlos, pero ¿Esto? Toda esa confianza fue como si hubiese lanzado un fósforo encendido a mis hormonas y de pronto me sentí de él. Me hizo más suya confiando en mí que dudando de todos los que me rodean. 

Así los besos y caricias juguetonas se transforman en besos húmedos, en mi vestido recogido sobre mi cintura, mi tanga a un lado y mi espalda finalmente contra un árbol mientras Arturo me levanta de los muslos para mantenerme a su altura y se entierra en mí con el sonido de la moto de Carlos acercándose cada vez más, las aves cantando entre los árboles y los besos de Arturo en mi cuello hasta que me hace terminar y se derrama dentro de mí. Arturo me mira con satisfacción, sus mejillas rosadas y seguro las mías también, después de arreglar nuestras ropas comenzamos a caminar lentamente, hasta que sentimos la voz de Carlos y Luisa atrás.

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora