Capítulo XVII - 3

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Carlos

Emilia empuja mis hombros con sus pies mientras cierra sus piernas, Arturo ríe a su lado después de verla terminar, ruidosamente, en mi cara. El grito de Emilia seguro despertó a más de un vecino, pero Arturo se acerca con un dedo sobre sus labios haciendo un suave shh.

—Está bien... lo hiciste muy bien —susurra Arturo poniéndose de pie con la camisa aún desabotonada, la acerca a su pecho, ella nos mira a los dos, demasiado confundida.

—Arturo... —murmura girando, aún sobre la mesa, para dejarlo entre sus piernas, abraza su cintura— Lo siento, es que... pensé que eras tú.

—No hiciste nada malo —responde Arturo inclinándose para besar su cara, sus labios y ella comienza a relajarse otra vez, la mano de Arturo baja al muslo de Emilia y lo sube lentamente para no espantarla, ella se acomoda al cuerpo de Arturo, separando un poco más sus piernas para levantar su centro, y Arturo toma mi brazo acercándome nuevamente a Emilia.

Ella se aleja y me mira unos segundos a los ojos, sus mejillas rosadas, por un momento siento que me va a rechazar hasta que después de ver a Arturo otra vez, me ve a mí, y como un verdadero milagro toma mi cara entre sus manos y me acerca a un beso, un beso distinto, un beso que se siente como el final de una película lleno de fuegos artificiales y la música perfecta. Un beso como un arcoíris entre la lluvia, y de pronto es como si hubiésemos estado en una de las misas de la iglesia que está a sólo unos metros de su casa, idílico, hunde su lengua en mi boca como la primera vez que nos besamos en la laguna, gime entre besos arqueando su cintura, pensé que podría disfrutar un poco más esto, pero ver a Emilia gemir sólo con nuestras caricias y besos me tiene al borde de terminar en mi pantalón, suelta una de sus manos de mi cuello sólo para tomar la cara de Arturo y besarlo a él.

—¿Quieres? —pregunta Arturo dándole un poco de espacio, espacio que yo jamás le he dado y me irrita que le dé oportunidades de decir que no, está gimiendo desesperada moviendo su cadera para darse algo de roce y no va a querer, ella asiente, y antes de que lo piense mucho más la cargo sobre mi hombro haciéndola reír mientras la llevo hasta la cama con Arturo siguiéndonos.

—Tú sabes lo que haces —murmuro en su oído dejándola de pie sobre la cama, quita mi camisa, la camisa de Arturo y no quiero mirarlo, porque ya es extraño hacerlo con él en la misma habitación, con la misma mujer, de la que ambos estamos enamorados como para sobre eso tener la imagen, asquerosa, de mi gemelo excitado.

—Ahora si —sonríe rodeando mi cuello con uno de sus brazos para mi sorpresa, y me besa, se detiene sólo un poco cuando las manos de Arturo se acercan a soltar el sujetador, lo único que le queda de ropa, Emilia lo mira y toma su mandíbula para atraerlo a ella besándolo con tanto deseo como me besó a mí, sus pezones duros chocan contra mi pecho mientras se besa con Arturo y baja su mano al bóxer de él.

La luz está apagada, sólo entra la luz de la luna por la ventana y me deja ver su piel brillar, como suave terciopelo mientras ella se recuesta en la cama, en la misma cama donde ya estuve, pero ahora estamos los tres.

Subo mi mano por su muslo, hasta que mis dedos rozan su humedad haciendo que su espalda se arquee sobre la cama buscando mi tacto otra vez. No sé cómo hacerlo para decidir quién hace qué, la vez anterior no fue para nada como esto, era algo primitivo donde prácticamente la pasamos entre nosotros como si fuera una pelota, esto es todo lo contrario, es amor y, aunque quizás de una forma retorcida, es Emilia desnuda en la cama entre Arturo y yo, y no es un sueño. Sus gemidos suenan demasiado claros para ser un sueño y ya hubiese despertado con mi corazón latiendo así de rápido, pero soy menos rápido que Arturo que se acomoda a un lado de Emilia, y levanta su cadera dejándola apoyada sobre sus rodillas, ella estira sus manos para apoyarse de mi abdomen, no estoy recibiendo nada, pero sólo la imagen de Emilia arrodillada frente a mí con sus pechos rebotando por el movimiento me tiene al borde del orgasmo.

Entiendo perfecto como va esto, sólo necesitaba saber quién haría primero qué, mientras Arturo se hunde en Emilia, arrodillado detrás de ella y le murmura cosas que no alcanzo a oír, ella tira de mi cadera hasta que queda frente a su cara, baja sus besos desde mis labios hasta mi erección que salta, me da algo de pudor, pero han sido años esperando esto.

—¿Estás ansioso? —pregunta mirándome hacia arriba, sabe que sí y aun así decide jugar conmigo, extrañaba a Emilia, pero a esta mujer que juega conmigo cuando sabe que la necesito casi como al aire que respiro la extrañaba aún más.

—No juegues conmigo, pajarito —sonrío levantando su mentón para besarla otra vez, aún mientras gime por lo bien que Arturo se mueve dentro de ella.

Emilia sonríe antes de volver a mi erección y lamer desde la base hasta la punta, succionando e intentando empujar lo que más pueda dentro de su boca, cierro los ojos intentando no acabar, entre su mano subiendo y bajando suavemente por mi longitud, su boca tan cálida y los gemidos que me hacen vibrar, es una tarea casi imposible.

—Arturo, por favor... —suplica mirando sobre su hombro a Arturo que le sonríe, pero Arturo quiere hacerla jugar al borde de su clímax hasta que finalmente la deja terminar, estoy perdido, no pensé que ver a Emilia terminar frente a mí fuera tan orgásmico por sí solo.

—Yo voy a terminar en tu boca, mi amor —le dice Arturo tirando suavemente de su pelo, para levantar su cabeza de mi abdomen. Besa sus labios cuando están a su alcance y cambiamos de posición.

Emilia me empuja hasta que me acuesto en la cama y sube a horcajadas de mí.

—Espera, espera... —suena como una triste súplica para ser un hombre de más de treinta, pero con Emilia enterrándome en ella, tan cálido y apretado, hasta que no hay ningún espacio entre nosotros, necesito asegurarme que puedo terminar dentro de ella, no es que me importe hacerlo, pero no quiero pasar a llevar a Arturo.

—¿Te lastimé? —Emilia apoya sus manos sobre mi pecho, la preocupación en su tono de voz, se detiene por completo, como si fuera ella quién debería cuidar de mí en este momento.

—Es un poco tarde para estar arrepentido —dice Arturo de pie al lado de Emilia.

—No es eso... —jadeo afirmando la cadera de Emilia— Sólo necesito saber dónde.

—No creo que haga alguna diferencia —responde Arturo haciendo reír a Emilia y por segundos podría jurar que acabé, pero no, ella sigue moviéndose y de alguna forma, me siento incluso más cómodo, afirmando su cintura mientras ella me monta hasta otro orgasmo y no puedo más, Arturo tampoco y termina dentro de la boca de Emilia, afirmando su pelo en una coleta atrás de su cabeza y yo termino abrazando su cintura, aplastando aún más su cadera contra la mía, como si pudiera entrar incluso más, arrancando un gemido más de sus labios.

—¿Te lastimé? —pregunto afirmando su nuca para ver su cara, pero ella sonríe y afirma mis hombros.

—No, Carlos... Estoy bien —ríe mirando a Arturo que se acerca a besar su frente.

La respiración de los tres vuelve de a poco a la calma, Arturo acaricia su pelo y le susurra al oído, ella asiente, se levanta de la cama y saca ropa interior limpia, levanta quizás sin saber mi camisa del suelo y se la pone para después acostarse en su lado de la cama.

—Quiero dormir sola —dice después de unos segundos en silencio mientras Arturo acomoda su bóxer y yo también, como un espejo.

—Puedo ir a dejar a Carlos si quieres —Arturo toma las manos de Emilia.

—Dije sola, Arturo —Arturo me mira tan sorprendido como yo.

—Está bien, estaré en la habitación de al lado con Carlos, ¿Emilia?...

—Mm... —responde ella sin mirarnos.

—¿Aún te vas a casar conmigo, cierto?

—Arturo... —sonríe sin mostrar sus dientes y suspira— Claro que sí, sólo necesito un poco de espacio, quiero dormir y estoy cansada.

Salimos de la habitación y ella gira en la cama dando la espalda a la puerta, Arturo me mira confundido, yo estoy tan confundido como él, ¿Acaso lo va a dejar? ¿Ese es el precio de lo que acaba de pasar? Fue maravilloso, lo podría hacer el resto de mi vida si eso es lo que hay de Emilia para mí; Pero quizás esto es todo lo que nos dará, algo así como un último beso y luego, nada. Como cuando se despidió de mí en el pasillo afuera de mi habitación. 

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