Sus ojos oscuros se cierran y tomo su cara dejando un suave beso en sus labios, nuestros labios se separan buscando la lengua del otro mientras su mano en mi espalda me pega más a él la mano bajo mi muslo aprieta, firme, pero aun así, muy suave. Siento el bulto en su bañador rozar suavemente mi tanga, un instinto primitivo se enciende al sentirlo así de cerca, la verdad, no recuerdo haber estado así con alguien, no sé si perdí mi virginidad, porque supongo que esas son cosas que no puedo preguntar, me da pudor. Me alejo de sus labios, sus ojos aún están cerrados.
—Emilia —suspira cuando me alejo.
—Querías un beso, listo, ya te lo di —respondo nadando al otro lado de la laguna.
—Emilia, eso fue mucho más que un beso, sigamos, vuelve aquí.
—No—arrugo mi nariz.
—No me dejes así.
—Tendrás que estar un buen rato bajo el agua para no mostrar tus ganas.
—¿Crees que me da vergüenza? —pregunta levantando una ceja mientras camina hacia atrás, al otro lado del río, hasta que sale y se ve el bulto en su bañador— Y eso que no está completamente despierto.
—¡Ay Carlos! —rio apretando mi vientre mientras él ríe mostrando todos sus dientes del otro lado del río— Eres un degenerado, mientras más tiempo paso contigo más me estresas.
Carlos se recuesta en una piedra a secar su cuerpo mojado y frío por el agua, mientras yo me siento del otro lado del rio bajo el sol, esperando broncear mi piel. Hasta que me da frío y con el mínimo interés cruzo de vuelta, saliendo con mis dientes chocando entre sí.
—Muriendo de frío —ríe Carlos levantando su mirada para verme salir del agua— ¿Quieres una toalla?
—Por favor —tomo la toalla que me estira Carlos.
—¿Y un abrazo?
—Bueno, Carlos, un abrazo también —suspiro mientras sus brazos rodean mi pecho y pega su vientre a mi espalda, de a poco los temblores de mi cuerpo cesan con su calor.
—Emilia, ¿Te gustó el beso? —pregunta pegando su mandíbula a mi pelo.
—Puede ser, —respondo alejándome— ¡Pero basta! Eres muy intenso, dame un respiro.
—Bueno, —ríe alejándose de mí— pero te voy a dar otro, después otro y así... hasta que tú me los pidas, estoy seguro que algún día tú me lo vas a pedir.
—Eso no va a pasar, —me siento en la roca, mientras él saca una pequeña sandía entera de su mochila— ¿Traías eso todo el tiempo?
—Sí, para nosotros —responde sacando una navaja y abriendo la hoja en un ágil movimiento para partir la sandía y me da el jugoso corazón.
—¿Para mí? Esto es muy importante, es mi parte preferida —respondo estirando mi mano que está llena de hojas y tierra, me mira a los ojos y levanta sus cejas acercando el trozo de sandía a mi boca.
—Para qué veas que no estoy bromeando cuando digo que me gustas —responde cuando la sandía toca mis labios, los abro para tomar el trozo, haciendo que el jugo de la sandía se deslice por los dedos de Carlos, el corazón de la sandía para mi es lo mejor de la sandía, si fuera mi turno de repartir una sandía, no se lo daría a nadie, el corazón sería sólo mío, pero aquí está Carlos, afirmándolo en mis labios mientras yo como, sus dedos entran en mi boca y los quita rápido, sólo para llevarlos a su boca para recoger el jugo de sandía que cae de ellos.
—Esto si lo puedo tomar en serio, ¿El corazón de la sandía? —suspiro con una sonrisa— si querías que me enamorara de ti...
—Por un momento, te juro pensé que hablabas en serio —murmura bajando los hombros y vuelve a cortar un trozo de sandía.
—Un poco sí y un poco no, pero la verdad... el corazón de la sandía te ayuda un poco.
—Entonces siempre te daré el corazón de la sandía, hasta que ese poco sea otro poco y luego todo.
Sonrío levantándome a lavar mis manos en el agua, vuelvo a sentarme al lado de Carlos que apenas quita su mirada de mí, pero yo me quedo mirando al agua, comiendo en silencio mientras él corta trozos para mí y quita las semillas con la navaja, cuando se termina la deja a un lado y acomoda mi pelo detrás de mi oreja mirándome.
—¿Qué pasa?
—Te observo, —responde sin ningún pudor, como si observar a alguien fuera lo más normal del mundo, no lo es, pero él lo hace todo el tiempo— eres muy linda, pajarito.
—Gracias, Carlos, tú también eres lindo.
—¿Qué dijiste? —pregunta tan sorprendido que me avergüenza, pero repito, de todas formas, ya lo escuchó la primera vez.
—Que tú también eres lindo.
—Realmente funcionó ese corazón de sandía, —aplaude riendo, pasa un brazo detrás de mis hombros y cuando pienso que me empujará hasta quedar recostada sobre las piedras, se recuesta empujando mi pecho sobre el suyo— ¿Pensaste que te dejaría caer sobre la piedra?
—La verdad, si —rio apoyando una mano sobre su pecho para intentar sentarme, pero me aprieta con fuerza manteniendo su agarre.
—Jamás —murmura rozando su nariz a la mía, dando un suave beso a mis labios.
—Basta...
—Eres tan linda, Emilia, —sonríe dejando caer su cabeza sobre la roca— vas a tener que volver a salir conmigo mañana.
—¿Mañana? ¿Por qué?
—Porque sí, quiero salir contigo todos los días.
—Pero aún no termina hoy, ¿Y si de aquí a unos minutos más algo pasa y no queremos volver a salir?
—¿Algo como qué?
—No sé, haces algo tonto y me enojo... O te das cuenta de que no quieres volver a salir conmigo.
—No voy a dejar que te enojes conmigo, y no voy a hacer nada tonto... Llevo años queriendo sólo hablar contigo, hoy me besaste y encima te frotaste en mí, pajarito —susurra en mi oído haciéndome sonrojar.
—¡Eso es mentira!
—¿Segura? Te puede crecer la nariz, —toca la punta de mi nariz con su índice— creo que no podría confundir esa sensación, pero tranquila... si eso es lo que me vas a dar, con eso estoy bien, podría dejarte hacerlo incluso más hasta que...
—¿Ves? No puedes estar un poco sin volverte un degenerado, ¡Deja de pensar sólo en sexo, Carlos!
—¡Pero pienso en sexo contigo! No es con todo el mundo, pajarito, sólo contigo.
—Pero aún no, apenas te soporto y quieres meterte entre mis piernas otra vez.
—Otra vez... ¡Estoy en el cielo! Ya estuve entre tus piernas —sonríe tomando sólo eso de toda la conversación, si algo he notado de Carlos es que escucha y entiende lo que quiere de lo que digo.
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Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]
Romansaᴅɪꜱᴘᴏɴɪʙʟᴇ ᴇɴ ᴀᴍᴀᴢᴏɴ Emilia pretende tener un verano tranquilo después de tantos meses de terapia por su accidente; acompañado del mar, el sonido de las olas y las hojas de los árboles, está segura que es justo lo que necesita, quizás recordar un po...