Capítulo XVII - 2

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Emilia

La música suena en el patio de mis abuelos, están mis amigas de la universidad, mis amigas de toda la vida, mis primas, primas de Arturo, mis tías, Tami y mi mamá.

Aunque todo está hermoso, el jardín está más lindo que nunca, la comida está deliciosa, mi cabeza está en lo que dijo Arturo y en cómo lo dijo, como si no fuera nada, como si él estuviera bien con compartirme.

Como si fuera un pan que pueden partir y comer. Como si no fueran competitivos y fuera una bomba de tiempo compartir algo. Compartirme a mí.

—¿Por qué estás con esa cara? —Rafaela se acerca a mi lado en la barra.

—¿Qué cara? —pregunto mirándola de reojo, ignorando por completo que mi preocupación es tan grande que se refleja en mi cara.

—Cara de preocupación, como si tuvieras algo terrible pasando en este momento.

—¿Se nota? —la miro de frente terminando mi vaso.

—Mucho —sonríe entregándome su vaso lleno, comienzo a beber mirando en todas las direcciones.

—Pasó algo terrible.

—¿Pero qué cosa? ¿Ya no se van a casar?

—Arturo me dijo... —balbuceo sin encontrar la forma de sacarlo.

—¿Qué te dijo?, Me vas a matar de los nervios, dilo rápido.

—Arturo y Carlos... —encojo mis hombros mirando la expresión de Rafa, su boca tensa, sus cejas fruncidas, lleva la mano a su boca cuando esta se abre en una O.

—Ay no... si está Carlos en esto debe ser muy malo —muerde su labio inferior sacudiendo sus dedos.

—Quieren que nosotros...

—¿" Nosotros" quién? —ella ya lo sabe, pero quiere que yo lo confirme.

—Nosotros tres... —murmuro terminando el vaso de Rafa.

—Ustedes tres... ¿Ustedes tres? —exclama y debo tapar su boca— ¡Ustedes tres! Dios mío... sí.

—¡Rafa! —la sonrisa y alegría que inundó su rostro se tuerce en confusión— No... ¿Qué tienes en la cabeza? No sé porque te cuento estas cosas.

—Emilia, ¿Por qué no? Dame sólo un buen motivo y te ayudo a buscar una excusa.

—Porque no quiero arruinar mi matrimonio tan pronto.

—Emilia —Rafaela suelta una carcajada afirmando su abdomen—, ¿Crees que Arturo te va a dejar de amar porque hacen un trío con su gemelo? Que él ya sabe que también estuviste con él... Arturo te ama, está loco por ti y está acostumbrado a compartir todo con Carlos, necesita mucho más que el factor Carlos para dejarte.

—No... bueno, sí, pero, no lo sé, se siente mal.

—No creo que se vaya a sentir mal... —frunce su ceño estirando la mano para sacar dos vasos más de la barra.

—¡No me refiero a eso, Rafa! —respondo acomodando la tiara de mi pelo— Me refiero a... no lo sé, mis valores.

—¿Cuáles valores, ridícula? Acuéstate con los dos, lo peor que va a pasar es que vas a tener las piernas adoloridas mañana, si yo fuera tú...

—No me digas... lo harías, ya lo sé, pero no, se siente mal, raro y es como si le fuera infiel a mi futuro esposo.

—¿Pero Arturo te dijo? —pregunta y yo asiento bebiendo más de mi vaso— Entonces está bien... toma un poco más, te relajas y después vas y... el resto ya te lo sabes, pero por dos, no es nada nuevo, sólo te dejas llevar por el momento.

—Olvídalo, no sé por qué te cuento...

Rafaela ríe y tira de mi mano para bailar con las demás, nunca le pido consejos ni le cuento mis cosas, porque siempre me empuja a hacer lo que no quiero o no debo hacer. Como esto.

A ratos lo olvido y luego me vuelve la ansiedad, los nervios, el poco control que tengo sobre la situación, aunque según Arturo tengo la ventaja; para evitar estar enviándole mensajes dejé mi teléfono lejos, en algún lugar de la fiesta que en este momento no recuerdo, pero Rafaela vuelve a mi lado.

—Relájate... toma —me entrega una pequeña pastilla, diferente a las que me dio la última vez— Es sólo para los nervios, es natural yo lo tomo todo el tiempo.

Hasta que horas después siento las manos de Arturo en mis brazos, giro y ahí está de pie detrás de mí, con una sonrisa y sus ojos pequeños, siempre que bebe algo sus ojos se vuelven pequeños, como si estuviera riendo todo el tiempo. El calor de sus manos me relaja y lo sigo hasta el auto, está vacío, así que supongo que le dijo que no a Carlos, yo prefiero quedarme callada respecto a eso, no mencionarlo, porque, aunque estoy tranquila, si hubiese llegado junto a Carlos, el relajo hubiese desaparecido de inmediato para dar espacio a los nervios.

Y el cóctel afrodisíaco de la novia que me dieron comienza a hacer efecto, porque me sube calor desde los tobillos hasta la cabeza mientras Arturo me habla de su fiesta, conduce el par de cuadras que hay entre la casa de mis abuelos y la mía, suelto el cinturón de seguridad para estirarme sobre la caja del medio de nuestros asientos para besar su cuello mientras sigue hablando y conduciendo, desabotono su camisa para luego intentar soltar su cinturón.

Me habla de que espere a que lleguemos a casa, pero sigo besándolo, haciendo que su piel se erice con cada beso en el cuello, tengo las manos demasiado ocupadas entre uno de los hombros de Arturo y la otra soltando el cinturón, pero si pudiera tocarme en este momento estaría empapada, lo sé, lo puedo sentir.

Estaciona el auto en la casa y dice algo de que lo espere, que quiere hablar algo importante conmigo, no podría importarme menos en este momento, entro a casa quitando mi vestido blanco que cae poco después de cruzar la puerta y Arturo vuelve a estar frente a mí con la camisa abotonada.

—¿Por qué la volviste a abotonar? Eres tan rápido —rio estirando mis manos de vuelta a sus hombros para acercarlo a mí y besarlo, tan necesitada que si no fuera mi futuro esposo me podría avergonzar, responde mis besos bajando sus manos a mi trasero y me levanta para dejarme sentada sobre la mesa, me besa aplastando mi centro con su bulto mientras yo vuelvo a soltar los botones de la camisa en medio de la oscuridad.

Besa mi cuello tan desesperado como yo, toma mis piernas y me empuja al centro de la mesa, apoyando sus codos en el borde como si se sentara a comer, baja sus manos para quitar la tanga blanca de encaje empapada, no puedo ver totalmente su cara, pero estoy segura que está sonriendo.

Lo próximo que siento es su lengua recorrer mi entrada y un par de dedos enterrarse en mí, en este momento necesito hacer una nota mental de comer más seguido afrodisíacos para tener que concentrarme en no terminar tan pronto, lo hace tan bien, tan concentrado entre mis piernas, en lamer cada gota y golpear perfectamente el punto que me hace temblar y apretar su cabeza entre mis muslos que afirma con fuerza.

Cierro mis ojos hundiendo los dedos entre los mechones castaños de Arturo, torciendo mis dedos de los pies que se intentan aferrar al borde de la mesa, pero no puedo contener más el orgasmo y termino en su cara, giro la cabeza y ahí está mirándome con una sonrisa, su cara apoyada en su mano, tan complacido de verme así por él, aprieto los mechones de pelo entre mis dedos mientras sigue hundiendo los dedos dentro de mí, espera... Esto no está bien, miro mi mano, miro la cara de Arturo que levanta las cejas una vez, aún con una sonrisa enorme, y grito cerrando las piernas con fuerza mientras Arturo ríe. 

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora