Capítulo XVIII

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Carlos

Podría decir que me dormí muy preocupado, que no cerré un ojo apenas me acosté en la cama de la pieza de invitados de Emilia y Arturo, pero sería mentir, yo ya estoy feliz, rompí otra barrera de Emilia, ahora sólo me falta acostumbrarla, como siempre.

Si ella ya no quiere casarse con Arturo, por más agradecido que esté con él, es incluso mejor para mí, porque de esa forma no tendría ningún obstáculo entre Emilia y yo, la seguiría hasta el fin del mundo si fuera necesario. Como estoy haciendo ahora, pero nadie lo sabe. Despierto cerca del mediodía con la voz de Arturo desde la otra habitación.

—¡Mierda! —lo escucho repetir por milésima vez— No, no...

Entro en pánico de pensar que algo le pudo pasar a Emilia en estas horas y me levanto de un salto, sólo para encontrar a Arturo revisando el clóset, la cama está deshecha y vacía, el teléfono de Emilia sobre la mesa de la cocina y ni un rastro de ella. La muy loca se escapó. Podría reír en este momento, quiero reír, pero Arturo está demasiado desesperado como para golpearme si me dejo llevar por el impulso.

—¿De qué te ríes? —pregunta molesto mirándome.

—No... no me estoy riendo, lo juro —miento intentando controlar mi risa.

—¿Qué es esa expresión entonces? —sé que, si no me controlo aparte de estar preocupado de Emilia, va a estar molesto conmigo y me va a golpear, siempre que algo malo le pasa y yo me río es lo peor que le podría pasar.

—Son los nervios, Arturo, no te enojes, ¿No sabes dónde podría estar? —pregunto en cuclillas en la puerta después de recuperar el ritmo de mi corazón.

—No se llevó nada creo, tiene tanta ropa que no sabría decir, el vestido de novia aún está y...

—Déjame ver —respondo caminando al clóset, estamos igual que como nos dormimos anoche, aún descalzos y sólo en ropa interior, lo empujo para ver el clóset de Emilia, está todo—. Espera... llamemos a Benja, quizás está...

—¿Cómo va a estar en la casa, estúpido? No maneja y el auto está afuera.

—Entonces en la casa de sus abuelos —respondo sacando un short y una camiseta de Arturo.

—¡Nunca más te ayudo con Emilia!, si me deja plantado va a ser sólo tu culpa —exclama sacando ropa y zapatillas, pongo mis zapatillas y sigo a Arturo hasta el auto.

—No te va a plantar, sólo necesita tiempo para pensar o quizás está viendo algo en la casa de sus abuelos y olvidó el teléfono.

Llegamos a la casa de sus abuelos, dejamos el auto afuera y entramos por la puerta de atrás, la puerta del cerco que aún existe, su habitación aún está vacía, sólo está la cama en el medio, quizás está en el jardín, caminamos bajo el sol que ya quema, faltan sólo unas horas para la ceremonia.

—¡Rafaela! —murmuro lo suficientemente fuerte para que sólo ella escuche, escondidos detrás de una esquina de la casa, ella no escucha, tomo una manzana del suelo y se la lanzo golpeando su nuca, si ella no sabe dónde está entonces nadie sabe dónde está, se voltea molesta sobando su nuca y la llamo con mi mano.

—¿Qué haces?... Ay no... —suspira cuando nos ve a los dos— ¿La perdieron cierto? No está aquí.

—¿No? —pregunta Arturo mirando por la esquina.

—No... Y si están juntos es porque... Dios mío.

—No le digas a nadie —murmuro alejándome con Arturo, miro el reloj de mi muñeca, faltan diez minutos para el mediodía.

—¿Que la perdieron o lo otro? —frunce el ceño, pero nos alejamos por el jardín hasta la puerta.

—¿Qué voy a hacer? —Arturo se detiene y lleva las manos a su cintura después de cerrar la puerta del jardín— No sé qué voy a hacer sin ella.

—Déjame pensar, estoy seguro que no te va a dejar plantado, su única otra opción soy yo y estoy aquí contigo, sólo debe necesitar estar sola y pensar.

—El río —responde Arturo y comienza a caminar rápido cerro arriba.

Tiene razón, de todas formas, la conoce un poco más que yo, caminamos siguiendo el camino que va hasta el río, silencio absoluto en el aire, excepto por el ruido de los árboles y los pájaros que tantas veces cantaron cuando caminé con Emilia por aquí.

Pienso que ahora que viviré en Bapi podré venir más al cerro con Emilia, y Arturo, claro. Hace un año pedí el traslado al hospital de Bahía Larga, pensé que terminarían en el camino y que yo estaría demasiado cerca para que ella me evite, pero no, avanzaron hasta tal punto que, si Emilia no desapareció, se van a casar en un par de horas, y lo entiendo, si fuera yo hubiese hecho lo mismo de tener la oportunidad que perdí hace años.

Siempre lo quise, desde que estábamos leyendo libros de un lado del río al otro, cuando me dijo que leía la biblia, la biblia del sexo sería, con todo lo que leí cuando me pasó el libro.

Bien extraña tu biblia, pajarito, jamás había leído esa versión —murmuro mientras subo detrás de ella por el cerro.

—¿Acaso leíste la otra? —pregunta haciéndome anotar un punto para ella— Tú me pediste el libro para leerlo, no fui yo quien te lo ofreció, podrías haberlo dejado si te afectó tanto.

Siempre tan rápida en sus respuestas cuando se trata de hacerme callar. Cada vez que estoy en el pueblo los recuerdos de ese verano con Emilia brotan como agua desde una vertiente, son tantos, casi noventa días de verano junto a ella. Pensar en vivir aquí, parece un sueño.

—No está aquí.

—Quizás en la siguiente —respondo sin dejar de caminar, avanzamos los quince minutos extra y cuando me asomo a mirar hacia abajo ahí está, recostada sobre una roca, tomando sol, como si no tuviera que casarse en poco más de seis horas.

—¿Bajamos? O le damos su espacio...

—¿Qué espacio, Arturo? Deja de darle tanto espacio y presiónala, Emilia funciona mejor así, si le dejas mucho espacio hace estas cosas que a mí me tiene con el alma colgando en un hilo, no me imagino si yo fuera el novio.

—Tienes razón —responde y comenzamos a bajar, Emilia está boca abajo en la piedra, mueve los dedos de sus pies.

Su bikini negro está suelto en la parte de arriba, y la parte de abajo, creo que si estuviera desnuda se vería la misma cantidad de piel que con el absurdo espacio que cubre la parte de abajo. Lanzo unas piedras al agua que salpica en sus pies y se gira rápido, levanto mis cejas con una sonrisa cuando ella me mira después de ver a Arturo. 

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora