Emilia
Salgo temprano de la casa después de tomar desayuno, mi abuela dijo que en la escuela del pueblo están buscando profesora en un puesto fijo. Así que creo que puedo hacerlo, vivir acá, alejarme de la ciudad, de los gemelos, Arturo no puede vivir en el pueblo y Luisa no va a dejar de vivir en la ciudad, así que Carlos tampoco estará aquí. Camino hasta la escuela, cruzando el pueblo completo.
—Emilia Lafuente —la monja a cargo me reconoce de inmediato.
—¿Me conoce? —pregunto en lo que llego frente a ella.
—Claro, venías todos los veranos a los talleres, eras muy pequeña, no creo que lo recuerdes.
—No... Lo siento —no creo que sea momento de ponerme a contar de mi accidente ni de la pérdida de memoria. No sé si es un buen antecedente para un profesor.
—No importa, ¿Qué te trae por aquí? —sonríe con tanto entusiasmo que me siento mal por no recordarla.
—Mi abuela me dijo que necesitaban una profesora, me titulé hace un par de años e hice una maestría el año pasado, pero estoy viviendo en la ciudad y quería ver si podrían considerarme... Hice algunos cursos de educación general, pero soy específicamente maestra de artes.
—¿Trajiste tu currículum? —pregunta mirando el bolso que cuelga de mi hombro.
—Si —respondo sacando el papel doblado—. Ese es.
—Perfecto —dice con el currículum en su mano, sólo lo ve unos segundos y lo deja colgar en su mano—, estás contratada... No hay más postulantes, avisamos el año pasado y estuve el año completo dando clases yo, pero no se me da, los niños de hoy en día son otra cosa.
—Pero yo estudié Arte, ¿No quiere revisar mi currículum primero? ¿Por qué me lo pidió?
—Para la formalidad, aparte así le daba un poco más de suspenso —ríe caminando mientras la sigo—. Vamos, te voy a mostrar la escuela.
Caminando por la escuela me muestra las salas, son limpias, pequeñas, con dibujos de los niños pegados en los muros. La hermana Teresa me cuenta de mi función dentro de la escuela mientras caminamos por el interior abierto, grandes árboles de naranjas, una cancha de fútbol, casi puedo escuchar a los niños reír en los pasillos.
Jamás pensé que ese fuera mi destino, hacer clases en la escuela de Bapi, cuando salí comencé a ver cerca algún lugar donde vivir, no quiero quitar el espacio del año a mis abuelos así que veo las casas cerca de la escuela, cerca de la plaza. Escucho una moto cerca, hasta que llega a mi lado, Arturo, lo reconozco por su casco.
—¿Qué andas haciendo? —pregunta bajando la velocidad.
—Vine a buscar trabajo y adivina qué... me lo dieron, sin preguntas casi —sonrío viéndolo quitar su casco, su pelo queda desordenado.
—¿Dónde? —exclama abriendo más sus ojos y pasa una mano por su pelo.
—En la escuela, empiezo a fines del verano —avanzo caminando con Arturo al lado en su moto.
—¡Eso es muy bueno! Vas a vivir acá, qué envidia... Debí pensarlo mejor cuando decidí que estudiar en la universidad.
—¿No puedes? —pregunto fingiendo inocencia, claro que no puede, ¿Qué haría un abogado en un pueblo prácticamente vacío?
—Imposible, mi trabajo es en la ciudad —responde mirando el camino.
—Bueno, si quieres me puedes venir a ver.
—Lo sé —sonríe, sus ojos brillan tanto cada vez que sonríe— ¿Qué harás ahora?
—Estoy mirando casas, no creo que viva con mis abuelos, están acostumbrados a estar solos durante el año, quiero una aquí cerca para no tener que usar auto.
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Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]
Romanceᴅɪꜱᴘᴏɴɪʙʟᴇ ᴇɴ ᴀᴍᴀᴢᴏɴ Emilia pretende tener un verano tranquilo después de tantos meses de terapia por su accidente; acompañado del mar, el sonido de las olas y las hojas de los árboles, está segura que es justo lo que necesita, quizás recordar un po...