Carlos
Como todos los años, nos vamos a la casa de veraneo en Bapi, generalmente los cinco en el auto hasta Bahía Larga, el último pueblo entre la ciudad y el pequeño pueblito de verano, Bahía Piedra.
Ahí dejamos las motos en las que salimos a dar vueltas por los alrededores, en la casa de un amigo de papá, y este año, Benjamín, mi hermano menor, tiene que hacer el viaje completo en su moto, su primera moto para su estatura completa, siempre tuvo motos chicas ideales para él, las motos que íbamos dejando atrás a medida que crecíamos con Arturo, pero ya pasó un metro ochenta y está listo para una moto real.
—Carlos, llévala tú primero, me da nervios irme todo el camino en la moto —susurra Benja mientras Arturo termina de lavar el auto de mamá.
—Pero Benja, después igual vas a tener que hacerlo solo —respondo cargando mi bolso con toda la ropa comprimida, siempre me molestó eso de ser el hijo del "medio", el mayor todo, el menor todo; técnicamente no hay mayor y del medio porque con Arturo somos gemelos, aunque mamá siempre nos diferenció, siempre recuerda que Arturo es quince minutos mayor que yo.
—Si pero contigo, no quiero ir solo —bueno, un día más dejándome el trasero cuadrado, ¿Cómo podría decirle que no a esos ojitos de cachorro?
Benja está a un año de entrar a la universidad, Arturo, va a la universidad y estudia leyes mientras yo estudio medicina, aparte de compartir todo, compartimos apartamento; tengo que hacer algo bueno para que mis papás estén un poco orgullosos de mí, bueno siempre lo han estado, pero siempre fui desordenado, bueno para la fiesta, para el trago, he probado todo, pero supongo que no tengo una personalidad obsesiva que me haga ser adicto a algo, tengo tatuajes sin sentido, algunos sólo para que mi mamá, en un principio, me mirara con una desaprobación feroz hasta que dejó de importarle cuando me tatué su nombre en el antebrazo, o "esa tontera de los autos y las motos" como dice mi mamá cada vez que alguien le pregunta por sus hijos y tiene que decir que tengo alguna fractura nueva.
—¿Por qué no les inventas algo distinto? —pregunto caminando al lado de ella después de que estuviera diez minutos sin hablarme— La gente no necesita saber todo.
—No me gusta mentir, Carlos... De todas formas se van a enterar, prefiero que vean lo mucho que te apoyamos en tu cosa de los autos antes de que piensen cualquier otra cosa.
—Tan exagerada, deja de enojarte tanto o te vas a llenar de arrugas —río apretando suavemente una de sus mejillas.
—Yo te voy a regalar un día de estos, me tienes aburrida con tus cosas —se queja avanzando más adelante como si no fuera a alcanzarla con un par de pasos míos que equivalen como a diez de ella.
Siempre ha tenido algo para escandalizarse, sobretodo conmigo y Arturo, nos sacaron de todos los colegios por cambiarnos de sala cuando teníamos pruebas, yo hacía las de matemática de Arturo y él hacia las mías de historia y literatura. Algo bueno de ser gemelos idénticos, es que siempre pudimos hacer eso, aunque mamá después nos odiaba unos días y nos hacía ir con ella a buscar colegio, me dejó ocupar el pelo largo para asegurarle a los profesores una forma de diferenciarnos. Nos metía en talleres para descansar de nuestro caos.
Primero apostó por la paz, talleres de teatro, música, arte, un fracaso rotundo, claro. Hasta que nos puso en talleres de boxeo, karate, jiu jitsu... en el último nos quedamos porque ya éramos muy grandes, pero nadie quería entrenar con nosotros, llegué al metro ochenta y seis a los catorce años. Arturo siempre ha sido unos centímetros más alto y más brusco, mamá de lo único que me defiende es de los golpes de Arturo; yo soy peor de otra forma, molestándolo justo donde sé que le duele. Así que realmente no nos estresa su molestia, de todas formas, lleva toda la vida medio molesta con nosotros, jamás con Benjamín.
Después en "esa tontera de los autos" conocí gente y me invitaron a correr Rally, claro, para molestar un poco más a mi mamá acepté la invitación, así que corro Rally de manera profesional, según los demás soy muy bueno, aunque para mí es un pasatiempo en el que me pagan bastante bien, tampoco lo quiero hacer toda la vida, me he volcado un par de veces, incluso una vez me quebré la clavícula y el brazo. Mi mamá se quería morir pero disfrutaba verme en cama, por eso no pudimos viajar el verano anterior, estuve en el hospital tres semanas recuperándome, porque cuando me enviaron a casa, jugando con mis hermanos me caí a la piscina y se mojó el yeso, así que me llevaron de vuelta al hospital y me dejaron
allá.—¿Tú nos sigues, Carlitos? —mi padre retrocede saliendo del estacionamiento, lo miro con el casco puesto y levanto mi pulgar, sabiendo bien que en cualquier momento los voy a adelantar y me iré solo hasta el último pueblo para entregarle la moto a Benja y yo seguir en la mía, más lento. Seguro papá también lo sabe, pero nunca pierde la esperanza. Arturo baja la ventana y me levanta el dedo del medio, mientras se alejan.
Me voy mirando el paisaje, los cerros enormes, los árboles, los viñedos, los pueblos, las casas a orilla de camino, hasta que el sol comienza a esconderse mientras llegamos al último pueblo, estaciono la moto y me quito el casco unos minutos en lo que llegan en el auto, mi pelo sudado y desordenado, estiro las piernas intentando recuperar la movilidad. Me seco la cara con mi camiseta y me acerco a la casa a sacar mi moto para esperar afuera hasta que llegue el auto.
—Hermano, eres lo mejor, eres mi héroe —Benja baja del auto, se pone su casco mientras mi madre mira por la puerta abierta y Arturo se recuesta en el asiento de atrás estirando sus piernas.
—¡Más lento, Carlos! No te alcancé en mucho rato, —exclama mi padre bajando su vidrio y yo sonrío mientras él frunce su rostro molesto— estoy hablando en serio.
No respondo, sólo subo a la moto, le doy con el pie para que encienda, acelerando un par de veces al lado del auto haciendo enojar a mis padres, les sonrío antes de ponerme el casco nuevamente y esta vez los dejo ir adelante todo el camino. Llegamos al pueblo, las mismas luces de siempre, la feria, la capilla hermosa frente a la plaza llena de árboles, quizás demasiado grande para ser una capilla de pueblo.
En la salida, afuera la casa grande a medio camino entre el pueblo y la playa, está estacionado un auto negro grande, con la puerta abierta, veo unas piernas y pies descalzos que salen del auto, me devuelvo a mirar, ahí está ella, Emilia, siempre callada, distante, como si sus pensamientos la mantuvieran demasiado ocupada, ahora me mira sin saber que soy yo, cierra la puerta del auto, con un pequeño vestido blanco.
Toda la vida me ha encantado Emi, pero jamás me mira, jamás ha hablado conmigo porque me odia, desde la escuelita de verano, sé que la desespero, la estreso, con mi pelo medio largo, hasta el cuello, mis manos llenas de grasa de las motos, mis tatuajes, la mamá de Emi se muere si ella llega con alguien como yo, eso creo yo, siempre mantuve la distancia con ella porque Emi es hermosa, y si la pudiera conocer un poco más, me enamoraría perdidamente, sólo con escuchar mi nombre salir de sus labios, pero ahora soy un poco más estúpido que antes y me atrevería a jugar con ese fuego, me atrevería a acercarme a ella sabiendo que no voy a poder volver nunca a ser lo que alguna vez fui. Estoy seguro que no podría quitarla de mi cabeza si me diera la oportunidad de conocerla.
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Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]
Romanceᴅɪꜱᴘᴏɴɪʙʟᴇ ᴇɴ ᴀᴍᴀᴢᴏɴ Emilia pretende tener un verano tranquilo después de tantos meses de terapia por su accidente; acompañado del mar, el sonido de las olas y las hojas de los árboles, está segura que es justo lo que necesita, quizás recordar un po...