Capítulo IX - 4

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Carlos

Llegamos a casa con Arturo, hace como si nada, como si ni siquiera le molestara lo mucho que lo sigo, sé que se da cuenta, pero no hace nada al respecto. Quiero que se enoje, que pierda la paciencia y que me diga a la cara que se está acostando con Emilia, claro que lo hace, desde que Luisa me lo dijo no he podido quitarme de la cabeza la imagen de Emilia y Arturo.

La idea de que ahora Emilia le va a leer sus libros eróticos a Arturo y el muy inteligente va a aprovechar ese mismo momento para meterse entre sus piernas, porque si algo es Arturo, es que es muy inteligente. Había odiado a Arturo por cosas muy tontas, pero esta, esta si es la cosa por la que debería odiarlo. Lo peor de todo es que no puedo hacer nada, absolutamente nada por evitarlo.

Emilia ya me dijo que todo estaba muerto entre nosotros y lo que más me dolió fue que dijo que el momento en que murió fue cuando me casé, ni siquiera antes, pasaron tres años desde que nos vimos y eso no es lo que mató lo que tuvimos, es que ahora soy un hombre casado y Emilia tiene sus valores en un muy buen lugar. Ni siquiera está mal que esté con mi gemelo, sólo me molesta porque no quiero que estén juntos; Emilia es mía, aunque no pueda tenerla, con mayor razón Arturo tampoco debería tenerla.

Tampoco puedo perder la paciencia, porque puedo usar a mi gemelo para estar más cerca de ella, hacerme el simpático, salir con ellos, unirme a sus panoramas, ir al río con ellos y Luisa, si ella quiere. Así podría evitar que estén solos, aprovecharía de verla un poco, escuchar su risa, quizás hasta la puedo ayudar y tomar su mano.

—¿Por qué traes esa cara? —pregunta Luisa sacando mi cabeza de mis ideas, trae su bikini bajo un gran vestido y huele a bronceador— ¿Estás triste o enojado?

—¿Qué cara? No lo sé, no me pasa nada.

—¿Seguro? —entrecierra sus ojos tomando mis manos.

—Si, ¿Cómo te fue con mi mamá?

—Me odia, me preguntó cerca de veinte veces que tal la escuela de artes, que si me estaba gustando el trabajo en la universidad y la maestría, no sé si no me pone atención o qué, pero, a veces siento que no le importo en absoluto, me da miedo que no quiera a nuestro hijo.

—No creo, sólo es todo muy nuevo, dale tiempo, de todas formas, mi mamá no es la persona más amistosa del mundo —respondo caminando dentro de la casa con Luisa detrás de mí.

—Con Emilia y Tamara si se lleva bien, aparte, quizás tu ex estudiaba arte y tu madre la extraña —pongo mis ojos en blanco mientras sirvo agua en un vaso.

—¿Por qué dices eso? —me volteo quedando frente a ella.

—Siento que hay un secreto entre todos, y que jamás podré ocupar un lugar que ni siquiera sé cuál es, pensaba que era Emilia, pero ya no sé qué pensar, el único que es amable conmigo es Arturo y está todo el día afuera, con su moto, jugando a la pelota o persiguiendo a Emilia como un perro.

—¿Por qué insistes tanto con Emilia? —suspiro volviendo la mirada a mi vaso de agua, como si fuera muy importante, odio que vea así a Arturo, está bien, en estos momentos lo odio, pero sinceramente, si yo pudiera también seguiría a Emilia como un perro, otra vez.

—En el hospital, cuando fue tu accidente, tomó tu mano y lloró antes de que tú despertaras, todos estaban más preocupados de su reacción que de la mía siendo que todos saben que estoy embarazada.

—¿Estaba llorando por mí? —sé que estaba llorando y escuché lo que dijo, pero no sabía que alguien más la había visto así.

—Claro... ¿Y tu anillo? —toma mi mano izquierda viendo el lugar vacío.

Lo Que Quede De Verano © [Disponible En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora